Capítulo dieciocho

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Espero que entre mis lectores se encuentra algún amante del drama y del salseo, porque este capítulo tiene de esto desde el principio hasta el fin.

***

La sala entera aguantó la respiración conmocionada. Din observó cómo Talas perdía la fuerza y se desvanecía en el suelo; así que fue a socorrerla.

—¡Pero Mandaloriano, no me dijiste que traías a una jedi contigo! –bromeó Olev mientras limpiaba su espada con los restos de Da'ren— ¿Ha muerto el calamar? ¿Si? Mejor, no soportaba su aroma pestilente.

Ywein no se daría cuanta de la pericia que acababa de cometer su amiga hasta unas horas después ya que aún seguía demasiado aturdida.

—Muy bien, ya me he cansado de esto. A la jedi llevadla con El Mago –ordenó contundentemente el capitán Olev— y a los demás a sus nuevas habitaciones. Tendrán que descansar ya que mañana tienen un día muy ajetreado.

.***

A poco que volvió a tomar consciencia de donde se encontraba, Talas se levantó. Era una habitación oscura con vistas al espacio infinito y varias lámparas de plasma que alumbraban tenuemente la cama—nido donde estaba durmiendo. La nave se desplazaba lentamente, lo podía ver por las estrellas, que se movían con delicadeza tras la ventana.

El aire estaba perfumado.

Aquella habitación era el sitio más acogedor que se había encontrado desde la destrucción de su hogar. Había una infinidad de libros en unas viejas estanterías y plantas aromáticas colgando del techo. Un espejo le devolvió su reflejo y Talas se acercó para verse más nítidamente de lo que había podido hacerlo durante años.

"Aun soy guapa" se dijo tocándose la piel morena "Pero mira este corte de pelo, es horrible"

Aquel pensamiento hizo que se lo recogiera en dos moños a los lados de la cabeza como era típico en su planeta Alderaan. Entonces se acordó de como el cuerpo de Da'ren se había desplomado en dos sobre el suelo, como el peso muerto que ahora era.

Por el rabillo del ojo vio una figura que la observaba desde un oscuro rincón de la habitación y se sobresaltó, llevando su mano hacia el bláster que le habían quitado.

—Te advertí que no me buscases –dijo aquella figura de voz profunda.

Talas no quiso creerlo al principio.

—Muéstrate, extraño.

Entonces el hombre lo hizo. Ya no era tan joven como lo fue hacía casi una década, pero indudablemente seguía siendo él: el misterioso pasajero del crucero.

—Eres tú.

—Y tú sigues siendo una chiquilla –le respondió.

Volvió a sentir como aquel sujeto le escrudiñaba la mente, sentía que se abría paso a través de sus recuerdos; no era una sensación agradable pero no supo que decir, así que no dijo nada.

—¿Cómo supiste aquel día que Alderaan había sido destruida?

—Sentí una perturbación en la fuerza –dijo serenamente—, al igual que tú.

Al mirarle de más de cerca pudo ver algunas arrugas alrededor de los ojos además de un pelo tan negro como el ala de cuervo, decorado con algunas canas. Se sentía desnuda a su lado. Aquel hombre era un ser poderoso, quizás algo atractivo.

—Entonces soy tu igual –murmuró la mujer.

—Aún no.

Le hizo una señal para que se sentase en la cama—nido y Talas la obedeció sin rechistar. No supo si ese deseo de obedecerle venía de dentro de ella misma o...

𝐋𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐝𝐞𝐫𝐚𝐚𝐧 | Din Djarin x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora