Capítulo quince

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El grupo volvió corriendo a la Razor Crest con la temeraria sensación de que los cazarrecompensas de toda la galaxia les pisaban los talones. Talas aún tenía el bláster de Mando entre sus manos cuando vio una figura misteriosa esperando junto a la sombra de la nave.

No tardó en apuntarle, mientras el trio se paraba en seco.

—¡No dispares! –emanó una voz masculina mientras salía a la luz.

Con su capa oliva ondeando tras de él, el científico Madhi del planeta de Arkania se encontraba parado. La princesa corrió hacia él.

—¡Madhi! No puedo creerlo –la muchacha sonreía de una manera enternecedora.

El joven científico tenía varios moratones decorándole la cara y una herida que le cruzaba la ceja izquierda. Ywein la rozó con los dedos enguantados como si quisiera curarla solo con sus caricias.

—Yo tampoco –añadió Mando, llegando con paso lento pero decidido a la escena —¿Cómo nos has encontrado?

—Tu nave es un modelo viejo y aún usa los amplificadores de base de la época imperial. Cuando pasasteis por el satélite Filpl hace unas horas, la señal viajó por el espacio alertando a todos los cazarrecompensas del sector.

Talas achinó la mirada.

—Pues ya nos has encontrado. ¿Vas a secuestrar a la niña?

—Madhi nunca haría eso –le defendió Ywein— y no soy una niña.

El científico sonrió mientras le tensaba un anaranjado rizo rebelde.

—¿Qué le has hecho a tu pelo, Ywein? Era lo más bonito que tenías –comentó con cierta pena.

Talas chasqueó la lengua.

—Ella tiene bonito hasta los pelos de los sobacos, así que cierra el hocico.

Mando por su parte esperaba una respuesta en un inquietante silencio, mientras llevaba la mano lentamente a la funda de su bláster. El científico notó aquel sigiloso movimiento.

—No es necesario utilizar la fuerza, no he venido aquí por eso. Quiero denunciar públicamente a Kayos ante el consejo de la Nueva República. Quiere venderles mi trabajo a los remanentes imperiales.

—¿Y por qué no vas con tu propia nave? –preguntó Mando.

—Viajaba junto a un trabajador de la mina para que fuese mi testigo, Jenen, seguro que la morena agresiva sabes quién es –señaló a Talas con la barbilla—. Tuvimos la desgracia de ser atacados por unos piratas del Crimson Dawn y Jenen no sobrevivió al aterrizaje ni tampoco nuestra nave.

—Que conveniente –sonrió Talas mientras miraba a sus dos compañeros en busca de complicidad, pero el casco del mandaloriano era inescrutable e Ywein le devolvía la mirada con la nariz arrugada, sin despegarse del lado del científico.

Madhi metió la mano en la bandolera que le cruzaba el cuerpo y los créditos imperiales comenzaron a rodar entre sus dedos.

—Te pagaré por el viaje.

El cazarrecompensas no respondió, sino que se limitó a entrar dentro de la Razor Crest como señal silenciosa de un trato. Talas estaba estupefacta y corrió tras él.

—¿En serio no piensas que es un espía?

—Intento no pensar en él.

𝐋𝐨𝐬 𝐟𝐚𝐧𝐭𝐚𝐬𝐦𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐥𝐝𝐞𝐫𝐚𝐚𝐧 | Din Djarin x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora