—¿Así que venciste a Omokage?
La voz de Chrollo resonó en el inmenso lobby vacío del hotel abandonado. Los rayos del atardecer entraban oblicuos a traves de los amplios ventanales formando sombras alargadas a los pies de los hombres allí reunidos. Sentado en el sillón de respaldo alto y aterciopelado, Chrollo observaba con interés al hombre alto y pelirrojo que había pedido audiencia con el líder del Gen'ei Ryodan.
—Así es.
—Es fácil decirlo, ¿tenés cómo probarlo? —apuró Nobunaga, de pie al lado de Chrollo.
El pelirrojo sonrió con sorna. Llevó una mano hacia el morral que colgaba a su costado. Nobunaga se paró alerta y apretó la empuñadura de su espada; Feitan hizo lo mismo al otro lado de Chrollo. El líder les hizo una seña para que se calmaran, sin dejar de mirar al aspirante, de pie enfrente de ellos.
—Tranquilos —dijo el pelirrojo, sonriendo con las manos en alto—, no soy suicida. Serían tres contra uno. Sólo voy a sacar las pruebas de que vencí al número cuatro. Lo haré despacio para que nadie se altere.
Ante la atenta mirada de los tres miembros de la Araña, abrió el morral con cuidado y extrajo una cabeza sanguinolenta de cabellos blancos y largos. La sostuvo frente el grupo.
—Tirala para acá —ordenó el jefe. Al instante atrapó la cabeza que fue lanzada hacia sus manos. La giró; las cuencas vacías le dieron un escalofrío acompañado de un aprensivo sentimiento de dejá vu.
—También traje esto —agregó el pelirrojo. Nobunaga atrapó el brazo que le lanzó. Se lo mostró al jefe, quien asintió al ver el tatuaje de la araña en la palma.
—Eso explica por qué hace un par de días que no contesta el teléfono —agregó Feitan, mirando su celular.
—Bueno, se ve que le pusiste empeño —comentó Chrollo, entregándole la cabeza a Nobunaga—. Sabías que no nos íbamos a contentar con tu palabra solamente.
—Traer todo el cuerpo hubiese sido muy engorroso, pero si lo necesitan... —Chrollo negó con la cabeza—. Tomá, podés dejarlo acá —dijo Hisoka a Nobunaga, al mismo tiempo que le lanzaba el morral—; ya no lo necesito.
Nobunaga ensartó el bolso con la espada. La insolencia del recién llegado le hirvió la sangre. Sus insultos fueron interrumpidos por Chrollo.
—Dejá. Yo me ocupo, Nobunaga —dijo Chrollo, poniéndose de pie. Se acercó hacia el pelirrojo, sus subordinados lo siguieron dos pasos detrás. —¿Cómo te llamas?
—Hisoka.
—¿Sólo eso?
—Bueno, también me dicen "El mago".
—Esto no es un circo, payaso, no necesitamos ningún mago —acotó Nobunaga. Bajó la cabeza ante la mirada de reprobación que le lanzó Chrollo. Feitan rio por lo bajo.
—Nobunaga tiene razón —dijo Chrollo. Miró a Hisoka, quien no se había movido y los miraba con cierto aire de burlona superioridad. Sin duda, ese hombre era distinto a los demás aspirantes que habían intentado unirse al Ryodan—. Matar a uno de los nuestros no te convierte en miembro automáticamente. Así que, Hisoka, ¿cuáles son tus habilidades y por qué querés entrar a la banda?
—No voy a revelar mis secretos, pero puedo mostrarles esto.
En su mano aparecieron unos naipes, que movió con agilidad entre sus dedos. Luego lanzó las cartas hacia adelante, rodearon a los sorprendidos miembros del Ryodan, y se clavaron en el respaldo del sillón que había ocupado Chrollo, apenas unos minutos atrás. Los tres miraron sorprendidos las cartas clavadas en el terciopelo, justo donde habría estado la cabeza, el cuello y el pecho, a la altura del corazón.
ESTÁS LEYENDO
El número 4 | HisoKuro
FanfictionChrollo se fijó en Hisoka desde el momento en que entró al Ryodan. Nace un amor prohibido a escondidas de los demás miembros de la Araña. Contiene referencias al arco del Gen'ei Ryodan / Ciudad de Yorkshin. Universo Hunter x Hunter. créditos de la i...