14. Ausencia

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Lujuria, vergüenza, placer. Los recuerdos de aquellas horas compartidas en el hotel de la costa volvían otra vez a la mente de Chrollo. Veintiún días habían pasado desde entonces. Chrollo miró su celular y frunció el ceño una vez más. Resopló mientras se recostaba contra el respaldo del sillón.

—¿Todo bien, jefe? —preguntó Shalnark desde la mesa que en ese momento servía como escritorio. Sus ojos vivaces brillaron por encima de su notebook.

—Esperemos que sí, Feitan todavía no contestó.

—Todo saldrá bien; no era un trabajo difícil —lo tranquilizó Shalnark y siguió trabajando.

Chrollo asintió y volvió a mirar la pequeña pantalla entre sus manos. Por un momento la pregunta de Shalnark lo había sobresaltado; luego se dio cuenta de que se refería a la misión en curso. Chrollo se concentró en mantenerse imperturbable; necesitaba que su rostro no delatara su verdadera preocupación: los mensajes que esperaba eran los de Hisoka.

Se levantó y comenzó a caminar de un lado al otro de la sala de estar. El lugar era amplio, pero pequeño en comparación con los salones del antiguo hotel desvencijado. Éste era un departamento más moderno, más nuevo. Por fin habían tomado la decisión de abandonar aquel vejestorio. Sin embargo, añoraba el rechinar de la madera bajo sus pies, la atmósfera antigua y silenciosa, los muebles de estilo lustrados por tanto uso y que aún se sostenían con orgullo. Descorrió apenas la cortina y espió hacia afuera. La calle mojada reflejaba las luces de los autos, las luminarias nocturnas y el semáforo de la esquina. Muchas hojas habían terminado en los charcos espejados. Volvió a caminar de una punta a la otra de la sala. En un momento levantó la vista; en efecto, Shalnark lo estaba mirando. Chrollo le devolvió una sonrisa forzada y le dio la espalda. Tan pequeño todo el lugar, sentía que se ahogaba entre esas cuatro paredes. Quizás todavía estaban a tiempo de recuperar el viejo hotel. El celular sonó en su mano. Atendió la llamada con una mueca.

—Hola, ¿qué novedades?

Su rostro pasó de la decepción al disgusto. Feitan había comenzado con una implacable descarga de protestas.

El ruido de llaves en la puerta hizo que Shalnark se girara para ver quién era. Pakunoda entró, dejó el bolso en el piso y se sacó los zapatos de taco con un suspiro de alivio.

—¿Todo bien? —le preguntó el rubio.

—Sí, todo bien —se acercó ella y lo saludo con un beso en la cabeza—. Se complicó un poco al final, pero nada grave. ¿Qué pasa ahí? —preguntó mientras señalaba con la cabeza a Chrollo, quien seguía hablando por teléfono.

—Parece que Feitan se está quejando otra vez. Ya viste como es, habla poco, pero cuando lo hace...

Chrollo la vio y la saludó con la mano; ella devolvió el saludo. El jefe siguió hablando, retirándose un poco más hacia el pasillo. Paku se inclinó para hablar con Shalnark.

—Se nos complicó porque Hisoka no apareció ni tampoco avisó.

—No me digas, ¿otra vez?

—Sí. Imaginamos que podría pasar eso, así que nos pudimos arreglar de todas formas, pero lo entiendo a Feitan. Da bronca que...

Se detuvo al ver que Chrollo había dejado de hablar por teléfono. El jefe se frotó los ojos y el entrecejo; se lo veía tenso y cansado. Shalnark se levantó de su asiento.

—Ahora que llegó Paku, ¿les parece si preparo un té? —preguntó el rubio.

Todos asintieron y Shal se dirigió a la cocina. Chrollo se sentó en el sofá y Pakunoda se sentó junto a él.

El número 4  | HisoKuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora