22. Palabras no dichas

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Empezaron a comer los bocadillos que trajo Hisoka. La conversación giró alrededor del nuevo refugio, su parecido con aquel viejo hotel. Al rato ambos se dieron cuenta de que la charla los aburría y volvía más incómodo el ambiente. Se hizo un silencio. Hisoka volvió a llenar el vaso de Chrollo por segunda vez y se sirvió un poco el también. Chrollo bebió hasta la mitad y dejó el vaso sobre la mesa.

—Hisoka, ¿por qué viniste?

El mago lo miró, bebió un poco de vino. Pareció dudar un instante, luego levantó la vista y dijo:

—Pakunoda me llamó. Me pidió que viniera porque tenía que salir.

—¿Y cuántas veces te llamé yo, te escribí y ni siquiera contestaste mis mensajes? Y ahora porque ella te llama, ¿venís? ¿Así de fácil?

Hisoka no contestó ni se río. Ni siquiera alzó los hombros como era su costumbre. Sólo lo miraba fijo, con el vaso aún en la mano. Chrollo tensó la mandíbula. Estaba listo para cualquier broma que Hisoka dijera para defenderse, pero allí estaba el mago, muy serio y sin escaparse, pero también sin responder. Chrollo sintió la presión de todos los reproches que necesitaba decir. Se agolpaban y le dolían en la garganta. Quería soltarlos, liberar toda su frustración, pero se contuvo.

—La última vez me dijiste que no podías salir con nosotros porque te ibas y que no volverías hasta febrero. Me pregunto por qué el cambio de planes —dijo Chrollo, con calma contenida.

Hisoka sonrió, complacido por el autocontrol del líder. Apoyó su vaso sobre la mesa y dijo:

—Esto no altera mis planes. Te mentí, me voy recién en un par de días. Y sí, calculo que no volveré hasta febrero, quizás más.

Otra vez quedó en silencio. Chrollo empezó a irritarse por la actitud.

—Y si mentiste ¿por qué viniste ahora? ¿Qué tan importante fue lo que te dijo para que cambiaras de idea?

—Me dijo que estás muy deprimido, eso me sorprendió.

—Pues no es cierto, no estoy para nada deprimido —se defendió Chrollo, sonrojándose de pronto.

—¿No? Fijate bien, todo el mundo está ahora con las fiestas y reuniones de fin de año, y vos nada. En pantalón de jogging y remera. Ni siquiera te cambiaste para salir con tu novia.

—¡No tengo novia! ¡Nunca la tuve!

—Ya lo sé. Por eso vine, tonto —lo interrumpió Hisoka con una risita—. Pakunoda me contó todo.

—¿Paku te contó...? —Chrollo se quedó sin palabras. Estupefacto—. ¿Qué te contó?

—Todo. Me dijo que todo fue mentira, que fue un montaje que armaron ustedes dos. No, que empezó ella —se corrigió—. Vos estabas dispuesto a que te escaneara delante de todos. Literalmente, esa mujer te salvó el pellejo.

Chrollo palideció, luego se sonrojó. El recuerdo de aquella noche lo asaltó de inmediato, con todos sus detalles.

—No fue tan así. Ellos insistían... No es que yo quisiera... —empezó a decir, avergonzado. Luego se calló; bajó los hombros y frunció el ceño con tristeza. Su postura reflejó la impotencia y la angustia que vivió en aquel momento—. Pero, yo te dije que era mentira lo de la novia y no me creíste —agregó con la cabeza gacha, mirando la mesa entre los dos.

El número 4  | HisoKuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora