3. Lo más valioso - parte 1

461 51 11
                                    


Los gritos y las corridas en los pasillos se mezclaban con los disparos de las ametralladoras. Las suites ejecutivas del edificio del poderoso grupo empresario se habían convertido en un completo caos y en una inesperada trampa mortal para los miembros de la Araña. Traicionados por el grupo que los había contratado, corrían tratando de alcanzar cierto orden y de salvar sus vidas. Todos, sin excepción, compartían una única preocupación: cómo ingresar al despacho presidencial y rescatar a su jefe.

Quince minutos atrás, todo iba tal y como lo habían planeado en la guarida. Chrollo y Shalnark habían logrado hacerse pasar por representantes de una empresa extranjera, con importantes negocios de ventas de armas. Los demás miembros, disfrazados de empleados u operarios de mantenimiento, también habían logrado ingresar al edificio esa misma noche. En cuanto Chrollo y Shalnark cruzaron las puertas del despacho del presidente del grupo, quedaron aislados y el infierno se desató en los salones y pasillos exteriores. Decenas de guardias de Nen salieron de todas partes para matar a las arañas que habían quedado afuera.

Feitan, Franklin, Nobunaga y Machi no paraban de pelear. Cuanto más trataban de acercarse al despacho, más y más guardias salían a cortarles el paso. La puerta tras la cual se encontraba Chrollo todavía parecía fuera de su alcance. De pronto los guardias dejaron de llegar. Phinks y Uvogin habían logrado subir al piso superior y acabar con el usuario de Nen que los manifestaba.

Por fin llegaron a la puerta. Estaba cerrada por dentro, como era de esperar. Franklin disparó a la cerradura. Entraron atentos a cualquier ataque, pero lo que encontraron los tomó por sorpresa. Grandes manchas de sangre teñían las alfombras y el mobiliario suntuoso; había sillas y lámparas rotas, tiradas en el suelo, además de los cuerpos de numerosos guardaespaldas asesinados.

—¡Chrollo! ¡Jefe! ¡Shal! —gritaron, mientras recorrían el lugar.

—¡Encontré a Shal! —llamó Franklin.

Machi revisó sus heridas. Al parecer sólo estaba inconsciente; la sangre era por un pequeño corte la cabeza, pero no se veía grave. Tras llamarlo varias veces, Shalnark despertó, aturdido.

Les contó que, apenas entraron, Chrollo y él sospecharon que algo andaba mal; había muchas más personas de las que se suponía. Todo pasó demasiado rápido. Alguien lo golpeó en la cabeza y lo lanzó hacia atrás. Alcanzó a ver cómo uno de los guardaespaldas se abalanzaba sobre Chrollo; hubo gritos y disparos. Luego se desmayó.

—Perdón, no pude protegerlo —sus ojos se llenaron de lágrimas y enrojeció, avergonzado—. Si le pasó algo... Es mi culpa, yo no pude... —se largó a llorar. Machi le apoyó la mano en el hombro.

—No creo que sea culpa tuya. Miren —dijo Feitan, quien se había alejado para revisar el lugar. Nobunaga y Machi se acercaron al cuerpo sin vida que señalaba su compañero—. Parece que alguien más estuvo acá.

Machi frunció el ceño. Las cartas ensangrentadas sobresalían de las heridas mortales. Se levantaron y revisaron a los demás. En efecto, todos habían sido asesinados de la misma forma.

—¿Vos sabías de esto? —preguntó Feitan a Machi. Ante el gesto hostil de la chica aclaró—. Te lo pregunto porque sos la única que habla con ese payaso.

—No tengo idea, se suponía que estaría con Phinks.

—Cuando Phinks y Uvogin subieron, Hisoka no estaba con ellos —dijo Nobunaga.

—Ese tipo no es de fiar, ya se lo dije al jefe. Seguro lo secuestró —protestó Feitan, mientras se acercaba hacia el enorme hueco que había en el ventanal que ocupaba toda la pared del despacho. Los tres se asomaron; estaban a más de cien pisos del suelo.

—¿Habrán ido hacia la terraza? —preguntó Franklin.

—Con la Bungee Gum es posible —dijo Machi.

—Hay que avisarle a Phinks —intervino Nobunaga—. ¡Vamos!

Los tres pasaron corriendo frente a Shalnark, rumbo a la salida. El rubio, todavía mareado por el golpe se sentó en el piso, recostado contra la pared. Golpes sordos retumbaron contra su espalda. Se incorporó y apoyó una mano. Volvió a sentir la vibración; los golpes que se repicaban apagados, pero insistentes. Caminó, se tropezó y se apoyó contra la pared para no caer; tocó algo frío. Si bien el papel decorativo no se había interrumpido, la pared parecía ser de metal.

—¿Jefe...? —preguntó, mientras apoyaba la oreja para oír mejor. Tres golpes resonaron contra su cabeza—. ¡Tranquilo, jefe! Vamos a sacarte de ahí.

Sacó su celular y llamó a sus compañeros mientras tanteaba el empapelado de la pared hasta distinguir los bordes rectangulares de lo que parecía ser la puerta blindada de una bóveda. No encontró ninguna abertura ni manija. Los golpes del interior se repitieron con más urgencia.

—¡No sé cómo abrirla! ¡No hay llave! —gritó Shalnark, angustiado. Al bajar la cabeza vio que algo se movía cerca de sus pies. Era un naipe que asomaba por debajo de la puerta, con una nota: "El presidente es llave. Cuadro espejo. ¡¡¡¡Rápido!!!!".

Dedujo enseguida que se trataba de una llave biométrica. Revisó los cuerpos a su alrededor; no podía estar lejos. Enseguida reconoció el rostro flácido del presidente de la compañía. Unos hilos de sangre salían de su boca. El naipe que tenía en su cuello había quedado apenas a dos centímetros de la arteria principal. El presidente respiraba con sonidos guturales.

—La caja, ¿cómo se abre? —le gritó Shalnark, sujetándolo de las solapas del saco. El hombre negó con la cabeza y apretó los dientes. Shalnark activó su habilidad Nen "Black Voice". Le clavó la aguja en la sien y el hombre puso los ojos en blanco.

—Abrí la caja fuerte —ordenó Shalnark. El presidente, sentado en el suelo, se apoyó contra la pared y extendió los brazos hacia arriba, como un zombi que trata de alcanzar algo a los manotazos. Machi y los demás justo entraron corriendo.

—¿Dónde está? —preguntaron ansiosos.

—¡Acá, encerrado! Ayúdenme a levantarlo —respondió Shalnark mientras sujetaba al hombre herido. Franklin lo sujetó por debajo de los brazos y lo levantó. El presidente movió su cabeza en vaivén, tratando de alcanzar uno de los pequeños cuadros. Lo llevaron hasta allí y le sostuvieron el rostro frente al espejo. Un pitido indicó que el scanner había dado positivo. La puerta se abrió de golpe; Chrollo y Hisoka cayeron al suelo. Bañados en sudor, al borde del desmayo, pero vivos.

.

El número 4  | HisoKuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora