El sol iluminaba los cabellos negros del niño que corría sorteando las montañas de basura. Los cuervos se apartaban en un revuelo de plumas y graznaban su protesta. No alcanzaban a posarse cuando otros chicos que seguían al primero los ahuyentaban. Esa mañana se veían más animados que nunca, pensó Paku, observándolos desde lejos. Parecían ser de su misma edad o menos. Ella también quería divertirse. ¿La aceptarían si se acercaba? ¡La risa del chico de pelo negro era tan contagiosa!
—Paku, dale.
La voz imperativa de Chrollo la trajo de vuelta al presente. Se encontró con los ojos grises que la miraban sin la menor señal de miedo. Su rostro serio, imperturbable. Paku notó un movimiento en la ventana. Un agitar de alas, unos graznidos. Dos cuervos se habían posado en el alfeizar.
—Sí, perdón —murmuró Pakunoda.
Ambos sabían que sus disculpas no eran sólo por haberse distraído. Chrollo asintió y giró la cabeza. Su mirada quedó fija en sus manos entrelazadas en su regazo.
Tan frío, tan inmutable, pensó Paku. Sintió tristeza. Ese fugaz recuerdo la había angustiado. ¿Cuándo fue la última vez que Chrollo se rió de esa forma? Pasó su brazo detrás de la espalda de su jefe y apoyó su mano en el hombro más alejado. Imperceptible para los demás, ella sí pudo sentir el fugaz sobresalto bajo su palma. Luego, el control frío del hombre de hierro, el temible líder del Gen'ei Ryodan. Muy poco duró la inocente alegría de los niños. Pocos años después crearon la Araña. Paku miró las manos de Chrollo. Hermosas, firmes, entrelazadas, no delataban ningún temblor. Manos que habían hecho un pacto con la muerte para salvarlos, pero ¿a qué precio?
—¿Qué pasa, Paku? ¿Querés que pregunte yo y vos repetís? —apuró Phinks, la silla crujió bajo su cuerpo ansioso.
—No, no. Quiero pensar bien la pregunta. Un segundo —replicó Paku.
Notó la tensión en los nudillos de Chrollo. Él también se estaba impacientando. Los cuervos volvieron a agitarse en la ventana. Sus graznidos como risas disonantes. Paku cerró los ojos. Debía concentrarse, buscar las palabras más adecuadas. Un recuerdo se infiltró aleteando. La risa del Chrollo adulto. La había escuchado a través de la puerta, mientras caminaba hacia su propio cuarto en aquel viejo hotel abandonado. No era como las de siempre. Era espontánea, auténtica, como de niño.
—Chrollo... —empezó a decir. Apretó el hombro de su jefe. Las preguntas giraban en su cabeza. Eran muchas, debía elegir una. ¿Cuál de todas? Otros pensamientos seguían interponiéndose. No fue buena idea mudarse. El líder se había vuelto más huraño que antes. Chrollo regresó un día a la hora del almuerzo, sin dar explicaciones.
—Chrollo, ¿estás enamorado?
Chrollo volteó a mirarla. Sus ojos grises se abrieron con asombro. Hizo un esfuerzo por mantenerse imperturbable. Aun así, el sonrojo tiño sus mejillas. Paku le mantuvo la mirada. Supo que no se esperaba esa pregunta. De entre todas las posibles, esta iba directo a su corazón. Se hundía en las profundidades de un sentimiento que ni siquiera el propio Lucilfer se había animado a desentrañar.
—Que si estoy... —respondió dubitativo.
—Si estás enamorado —repitió Pakunoda.
Se hizo un silencio incómodo. Los cuervos se alejaron, con un revoloteo de plumas negras. Chrollo volvió a bajar la cabeza, la mirada otra vez fija en sus manos apretadas.
—No lo sé —respondió con voz queda—. Supongo que sí. No sé.
—No lo sabés, pero esa persona sí es muy importante para vos —dijo Paku.
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El número 4 | HisoKuro
FanfictionChrollo se fijó en Hisoka desde el momento en que entró al Ryodan. Nace un amor prohibido a escondidas de los demás miembros de la Araña. Contiene referencias al arco del Gen'ei Ryodan / Ciudad de Yorkshin. Universo Hunter x Hunter. créditos de la i...