12. El paisaje interior

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Los escalones de madera crujieron bajo los pies de Hisoka y Chrollo a medida que bajaban la escalera. Los pasos resonaron en el silencio del viejo hotel, donde las arañas aún dormían. Chrollo caminó directo hacia la cocina, seguido por Hisoka. La luz estaba encendida. Entró con una protesta en sus labios, mil veces les había dicho que apagaran las luces que no usaban. El rezongo se transformó en exclamación de sorpresa al darse cuenta de que había alguien sentado a la mesa que solía usarse para los empleados de servicio.

—¡Shal! Maldita sea, me asustaste —protestó el jefe.

—Perdón —dijo Shalnark mientras bajaba el celular y se sacaba los auriculares; tenía un aspecto semi dormido, con su cabello revuelto y la camisa del pijama mal abrochada—. Vine a tomar agua y me quedé mirando... —enmudeció al ver entrar a Hisoka.

Se hizo un silencio incómodo. Shal miró a Chrollo y luego a Hisoka. Antes de que pudiera articular palabra, el líder habló primero:

—Tranquilo, está todo bien —dijo.

Mientras tanto, Hisoka pasó por detrás suyo y de Shalnark, rumbo a la heladera. El rubio lo siguió con la mirada.

—Hola —dijo Shalnark con tono dubitativo.

Hisoka lo ignoró mientras se apoyaba en la puerta abierta y escudriñaba el interior. La luz fría lo bañaba con un tono espectral que volvía más inquietante su semblante huraño. Chrollo notó la preocupación de Shalnark y sintió la necesidad de dar alguna explicación; después de todo, el pelo mojado de Hisoka y la ropa prestada daban lugar a muchas especulaciones.

—Hisoka nos esperó bajo la lluvia y... —empezó a decir. Se detuvo y luego continuó, esta vez con un tono más confiado y asertivo—. Y bueno, ya que me desperté saldremos a desayunar algo por ahí.

Pronunció el "saldremos" con un cambio de modulación; el vocablo "mos" se perdió en un murmullo. Lo que escuchó Shal fue "saldré"

—Bueno, me cambio y te acompaño —dijo el rubio. El tintineo de los hielos en el vaso lo interrumpió. Se le erizó la piel; casi podía sentir la mirada penetrante de los ojos amarillos clavada en su nuca. Sintió el impulso de levantarse, pero el gesto de Chrollo lo detuvo.

—Tranquilo, no hace falta —dijo el líder—. Hisoka no cenó así que... Las llaves del auto son estas, ¿no?

Shalnark asintió. Aún sentado, giró para mirar a Hisoka. Éste lo observaba mientras bebía el agua helada.

—Sí, pero... —insistió el rubio, al mismo tiempo que se llevaba una mano al cuello—, esperá que me cambio y...

Hisoka se acercó de pronto y vació el agua con hielo dentro de la camisa del pijama de Shalnark, en su espalda. La silla cayó hacia atrás cuando Shal se levantó de golpe.

—¡Hisoka! —lo retó Chrollo; su rostro estaba lívido de la sorpresa. Se había quedado petrificado desde el instante en que la silla golpeó el piso con gran estruendo. Shalnark se sacudió; movía la camisa empapada de un lado a otro, hasta que los hielos cayeron al suelo. Hisoka observaba todo con una gran sonrisa.

—¿Qué haces? ¿Estás loco? —protestó Shalnark. Su piel, normalmente pálida, estaba roja de vergüenza. Apretó la camisa mojada para cubrir las marcas de los chupones que habían quedado visibles en el forcejeo con la ropa.

—Disculpas, Shal, ya nos vamos —se apuró Chrollo, mientras levantaba la silla.

—¿Qué pasa? Tanto escándalo... —la voz gruesa de Uvogin, parado bajo el marco de la puerta, los sobresaltó. Tuvo que agacharse un poco para poder entrar a la cocina.

El número 4  | HisoKuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora