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El miércoles llegó demasiado pronto para su gusto.

Sus padres ya se habían marchado y en parte agradecía eso. ¿Eso lo convertía en un mal hijo?

Tal vez, pero necesitaba encontrar paz en todo aquello. Su vida estaba yéndose al mismísimo caño en todos los sentidos y ya no sabía como salvar lo imposible.

La bañera se estaba rebalsando y lo único que podía hacer, era ver como todo se inundaba porque fue él mismo quien abrió el caño. Y ese era el resultado de su insensatez, por lo tanto, debía aceptarlo y hacerse responsable de los destrozos.

Durante todo el día, Beomgyu intentó subirle el ánimo con mimos, bromas, y hasta comida, pero simplemente pareció no funcionar del todo.

Ahora se encontraba solo en la cocina, comiendo pizza recalentada del día anterior, pensando en aquel chico de cabeza azulada que llegaría en cualquier momento.

Y pensar que él era razón de su felicidad momentánea y de la misma manera, también era razón de su sufrimiento, era irónico.

Por lo menos apreciar su bonita cara, le haría sentir bien.

Tal como lo esperó, el mayor llegó después de unos minutos, robándole suspiros ahogados.

——Hola ——Sonrió.

——Hola, hyung ——Lo dejó pasar.

——¿Listo para las clases de hoy? Has estado haciéndolo mejor últimamente  ——dijo mientras sacaba sus cuadernos encima de la mesa.

Ser halagado por él se sentía como morder la hamburguesa más deliciosa del mundo.

——G-gracias, hyung ——Sus mejillas tomaron color.

——¿Dónde están tus cosas?

Cierto, por pensar tanto en él, se olvidó de bajar sus cuadernos.

——Están arriba, hyung.

——¿Te ayudo a bajarlas? ——Soobin asintió tímidamente.

Mientras subían las escaleras, Soobin se pudo fijar en que Yeonjun se perdió en las fotografías familiares que colgaban en la pared adyacente a las escaleras.

Fotografías familiares; en la graduación de Tae, de una sesión de fotos navideña, y de los hermanos Kim como adorables y regordetes bebés y niños pequeños.

Mirar cada foto era como teletransportarse al momento exacto; una línea de tiempo llena de emociones distintas y dignas de recordar, sonrisas y sentimientos impregnados. El tiempo congelado en una octava de segundo.

Yeonjun subía lentamente las escaleras, apreciando los detalles de las fotografías enmarcadas. Por alguna razón sonreía al verlas, haciendo que el castaño sonriera con él. Eran buenos tiempos.

Llegaron al pasadizo, y por un segundo, Soobin frenó en seco.

No, no, no.

Recién caía en cuenta.

Oh por dios ¡Yeonjun iba a entrar a su habitación!

Recién estaba procesando aquella idea antes de siquiera proponerlo. ¿Su habitación estaría ordenada o desordenada? ¿Los stickers de carritos en las paredes de cuando tenía 12 años le parecería ridículo? ¿Qué sentiría él al estar en su habitación? ¡Eran demasiadas cosas que hacer y asuntos en los que pensar!

Pero no le costó mucho volver a la realidad cuando escucho la voz de su hermano mayor.

——Yo... No sabía que iban a subir ——murmuró no sabiendo a donde mirar, un poco avergonzado quizás.

MENTES RETORCIDAS [Yeonbin] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora