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Abrir los ojos por escuchar disparos a pocos metros de tu casa, no es una de las mejores formas de empezar el día. Pero, Tomás de quince y Julieta de trece años; Ya estaban acostumbrados.

— Me estoy cagando de hambre.

Habla el mayor a la vez que aprieta si estómago ¿Hace cuántos días no comía, dos, tres? Ni él lo sabía.

— Bueno, tengo dos opciones para darte de comer. — Responde la morocha cuando baja de la cucheta en la que dormían ambos, el pelinegro la mira de reojo y alza sus hombros esperando que sea un chiste de alguien de doce años pero, lamentablemente aunque tengas cinco años, en la villa ya sos un adulto — Pan con mermelada. — Saca un tarro de mermelada de durazno, ella la odiaba pero era la favorita de él — O mermelada con pan.

Extiende sus brazos con una bolsa de pan de hace varios días. La sonrisa que le regala a Tomás, podría haber sido inocente pero esa inocencia quedó en la entrada de la Villa 31.

— ¿A quién le robaste la mermelada?

— A Rocío, siempre se va y deja la puerta abierta soñando que algún día entres vos cuando eso no va a pasar ¿No?

— No voy a dejar a mi hermana por una puta de una noche.

— Menos mal que no somos hermanos de verdad; Ya me hubiese matado sino.

Él suelta una pequeña risa y despeina el pelo de Julieta, quien lo mira de mala gana y vuelve a subirse a su cucheta, prefiere darle toda la comida a él, a quien la salvó de terminar en la correccional de menores.

— J, tengo que hablarte de algo.

La menor abre sus ojos y los fija en él, a quien le temblaban las manos. En cuestión de segundos Julieta se sentó en la cama de él, intentando descifrar que le pasaba pero, desde que lo conoce nunca pudo hacerlo.

— Me tengo que ir de la Villa, no puedo quedarme más acá.

— ¿Y cómo pensas que nos vamos a ir? No tenemos ni un peso.

— Eso es lo que te quería decir...

— ¿En ese plan, no estoy yo, no? — Él niega con la cabeza baja, siente una mezcla de culpa y tristeza y está fue la primera vez que a Julieta se le descascaro el corazón — ¿Por qué, hice algo?

— No pendeja, vos no tenes nada que ver. Yo la cague. — Traga saliva, se pone a la altura de su hermana de corazón y baja su cabeza nuevamente, colocando está entre medio de las piernas de la morocha, dónde decide quebrarse en llanto — Mate a un policía.

— ¿Qué? — Pregunta Julieta de forma irónica, pero Tomás sigue llorando — ¿Lo mataste a él, no? — Levanta su cabeza y sus cara estaba empapada de lágrimas — ¡Me prometiste que no ibas a investigar más la muerte de tu vieja!

— Las promesas son mentiras Julieta, tarde o temprano se rompen.

— ¿Pero, por qué no me puedo ir con vos?

— Porque vos no te vas a entregar a la policía. No sé cuántos años voy a estar ahí dentro pero, siempre vamos a ser colegas ¿Sabes, nena?

— ¿Te vas a entregar?

— Vienen por mi en menos de veinticuatro y no quiero que te vean acá. Agarra tus cosas y andate, salí de esta villa y empezá de cero.

— Por favor, Tomas. Escapemonos juntos, como siempre hicimos.

— Chau, pendeja.

Dijo antes de desaparecer por la puerta de la pequeña choza en la que vivían hace ya dos años, dejándola completamente sola y con un corazón hecho pedazos.

— Chau, colega.

colegas | cro ft cazzu y lit killahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora