2.

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Tomás.

— Toma. Acá está lo tuyo. Ahora que tenés todo no me llames más por favor.

Mateo suelta una carcajada de forma irónica. Más de treinta mil pesos me había sacado en los últimos meses. Todo porque había descubierto que mi nombre no es Manuel, sino Tomás. No entiendo cómo pude permitir que se enterará de la verdad, que soy prófugo de la justicia. Y que a pesar de que me haya intentado esconder tras el personaje que cree al cual le puse C.R.O, el pasado nunca me deja en paz.

— Sé que nos vamos a seguir viendo ¿Quién va a ser tu dealer sino?

Suelto un suspiro al verlo irse. Tiene razón. No puedo ir preguntando por la calle a cada uno quien vende falopa y lamentablemente él, vendía de la buena. Aunque al fin y al cabo sea buena o mala, me va a terminar matando igual. Pero, suoongo que cada uno se mata como quiere.

— ¡Hermano! ¿Dónde andabas? Estás re perdido vos wacho.

Me habló Mauro, uno de mis mejores amigos se podría decir. Fue el que me rescató de la calle. De pasar hambre. De pasar frío. Uno de los únicos que estuvo ahí. Le debo absolutamente todo lo que tengo. Sino fuera por él, no podría estar trapeando en escenarios hoy en día.

— ¿Qué onda gordo? — pregunto después de cerrar la puerta del garaje de su casa — Ya sé. Te juro que voy a volver a las pistas pronto.

— ¿Hay alguna minita que te está volando el bocho?

— Ni en pedo. Para mí las mujeres son para una noche y nada más. La música, la droga y a los pibes; Lo único que necesito para ser feliz.

— Hablando de los pibes, vienen todos a comer hoy. Lit Killah va a traer a la novia. Es una genia la morocha.

Una sonrisa apareció en mi rostro. La morocha; Julieta, mi morocha. No hay día que no piense en ella y me arrepienta de haberla dejado sola. Nunca voy a saber que fue de ella después de abandonarla. Cuando volví a la villa a buscarla después de años, ella ya se había ido. Fui demasiado tarde y la perdí, para siempre.

— ¿Qué pasa, hermano? ¿Seguís pensando en la piba que dejaste allá en la villa?

Cierro los ojos y asiento con mi cabeza. Mauro y Lucas, mi otro hermano de corazón, me conocían mejor que nadie. Y por supuesto que les había contado la historia de Julieta, a quien nunca considere mi hermana sino mi pequeño amor.

— ¿Que onda padres? Argentina en la casa, yeah Khea youngblood.

Abro mis ojos al escuchar a Ivo entrar a la casa, más conocido como Khea. Nunca me terminó de caer bien pero, era el mejor amigo de Mauro y tenía que callarme la boca. Lo saludo con una sonrisa falsa y me doy la media vuelta para dirigirme a la cocina y tomar un vaso de Whiskey. A pesar de que sean las seis de la tarde, el alcohol y la droga era lo único que podía llenarme.

— Lit, maestro ¿Dónde andas? Mira que todos queremos conocer a la wachita que te trae loco y perdido, mi rey.

Escucho a Mauro entrar a la cocina, Lit Killah, me había ganado en tantas ocasiones en las batallas de rap que hoy por hoy le guardo rencor. Siempre fue mejor que yo y nunca lo reconocí en público pero, al lado de él me sentía lo menos.

— Duko, papi. Pasamos a buscar al Coscu y vamos para allá. Más te vale que me prepares un buen destornillador.

— Me extraña araña amigo, soy el mejor barman que pueda existir.

Corta la llamada y fija su mirada en mi. Niega con su cabeza y me abraza. Yo me quedo quieto. Estático. Mauro es así, eufórico. Te abraza sin pedir permiso. Te da amor de hermanos, ese que nunca tuviste pero no lo querés o más bien no lo sabes aceptar.

— Me voy a bañar.

Lo aparto de mí y subo corriendo las escaleras. Entro a mi habitación y apreto mis ojos. No puedo más. Es una tortura. Abro uno de mis cajones y encuentro mi piedra de cocaína, empiezo a picarla para poder aspirar un poco. Una bocina suena y levanto mi cabeza para ver por la ventana. El idiota de Monzón llegó. Sostiene la mano de una morocha y me hace acordar a Julieta. Todo me recuerda a Julieta.

Mis ojos se llenan de lágrimas y antes de largarme a llorar, me prometo como todos los días que va a ser la última línea y la aspiro.

— Julieta, estés dónde estés; Espero que me perdones, morocha.

colegas | cro ft cazzu y lit killahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora