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Julieta.

— ¿Vos crees que el hecho de que Tomás te haya mentido es tu culpa?

— Es que no encuentro otro porque. No puedo perdonar a alguien que me abandonó por entregarse a la cana cuando en realidad, escapó.

— Tampoco podés perdonar a alguien que nunca te pidió perdón. Que Tomás te mienta, no es tu culpa. Lo que hacen los demás no es problema nuestro, uno decide si le afecta o no.

— Por supuesto que me afecta. Él era como mi hermano y me dejó tirada en una villa de la cual me costó mucho salir sin ayuda de nadie.

— Él se fue, vos no lo echaste y probablemente no te afecta porque lo veías como tú hermano sino porque tenías otro tipo de sentimientos hacia él.

— ¿A qué se refiere? Tenía doce años.

— A qué, más allá de la edad. Tuviste que crecer a los golpes. La realidad te pego en la nuca y cuando te diste vuelta te despertó. Eso hizo que empieces a sentir cosas que se supone que a los doce, ningún niño siente. Creo que los sentimientos que se te generó es más relacionado al amor pero, no de hermanos.

— No se que es el amor, nunca me lo dieron.

— Tomás intento protegerte mientras pudo. Después se fue. Proteger a alguien de las cosas malas que pasan afuera de la puerta de nuestras casas, es una especie de amor.

— ¿Usted cree que yo al día de hoy no puedo olvidarme de Tomás porque lo amaba?

— Amar es una palabra muy fuerte. Soy el principal creyente de que no podemos amar a otra persona sino tenemos amor propio. Más bien creo que, al no amarte a vos misma se desencadenó una depencia emocional hacia él por eso hoy por hoy lo tenés tan presente y no sos capaz de dejarlo en el pasado.

Me quedo en blanco. Después de que Martin, mi psicólogo me diga que en realidad yo estaba ¿Enamorada? de Tomás cuando yo creía que era mi colega, mi hermano, me dejó muda. No supe que más decir, solo pude asentir con mi cabeza y darle la razón porque el estudió y sabe más que yo. Además que, no encuentro otra explicación para lo que me está pasando. Los años pasaron y yo lo sigo teniendo tan latente.

— Julieta, llegamos al final de la sesión ¿Te veo el próximo viernes?

—  El próximo viernes voy a estar acá. Muchas gracias.

Levanto mi mano para saludarlo y me dirijo a la salida de su consultorio. Afuera esta lloviendo y yo no traje paraguas. Pienso que si con Tomás hubiésemos crecido juntos, él me prestaría el suyo. Pero, eso no pasó. Nuestra historia quedó en esa despedida que pasó de un día para el otro, la que me dejó confundida y con muchas dudas hasta el día de hoy. Preguntas que solo él puede responder y no lo va a hacer porque parece que se lo tragó la tierra. Me dejó, sola. Con doce años. Creyendo que se había entregado a la policía por matar a uno de ellos cuando nunca lo hizo.

6 años antes.

— ¿Tomás?

Susurro al entrar a la casa que entre ambos construimos con el pasar del tiempo. Miro hacia todos lados, aunque la única puerta que hay es la del baño y ahí no estaba. Suelto un suspiro y mis ojos se llenan de lágrimas. Él se fue. Esto era real y yo me quedé completamente sola, sin él.

Me acerco a mi cama para acostarme sobre ella pero siento una molestia, me levanto y veo un papel sobre esta.

"Espero que algun día me perdones por esto."

Cierro mis ojos al leer esas ocho palabras. Solo ocho. Nada más. Una simple nota con ocho palabras, era lo único que me quedaba de él.

Actualidad.

Y en eso, el psicólogo se equivocaba. Si me había pedido perdón pero, fue antes de enterarme de la verdad.

Tomás, prometió ser mi colega pero se olvidó.

colegas | cro ft cazzu y lit killahDonde viven las historias. Descúbrelo ahora