CAPITULO VII: LA DECISION

521 90 6
                                    


Sus caminos de regreso a casa ya no eran los mismos. Había un vacío que solo las ligeras y cortas cartas provenientes de Isabel, Farlan y Levi podían aliviar. La alegría no duraba mucho, por supuesto. Pues al finalizar sus recuentos largos (Farlan), alegres (Isabel) y escuetos (Levi) volvía a caer en la realización de la soledad. Mikasa pensaba que la casa era demasiado grande para ella. Solo necesitaba un espacio muy pequeño para pasar las horas.

Y las horas se convertían en días. Y los días en semanas.

Guardaba cada carta con cuidado dentro de un pequeño cofre de madera. Las ojeaba una y otra vez antes de dormir, sujetando aquel pedazo frio y duro como si fuera el ultimo recuerdo del calor de su familia.

No le faltaba comida pues tal y como ellos habían prometido, los taberneros le daban dos comidas al día y cuidaban de que estuviera bien de salud. Tampoco le faltaba techo ni ropa pues lo que ellos enviaban era lo suficiente como para cubrir sus pocos gastos. Una parte de Mikasa se sentía culpable de ser una carga para ellos, pero otra (la mas racional) la hacia sentir que aun tenia un hogar. Ellos no la habían abandonado, solo cumplían con algún tipo de trato con el Comandante Smith de la Legión de Reconocimiento.

En ocasiones Mikasa se sentía enojada y furiosa por el Comandante de cabellos rubios. Él se los había llevado. Era su culpa. Pero al mismo tiempo, la jovencita creía que sus hermanos (como ella los veía) eran los suficientemente fuertes como para oponerse a ser obligados. Por ello imaginaba que los tres habían tenido razones demasiado enormes como para aceptar unirse a la Legión.

Dividía sus días entre "volar" por la ciudad con su equipo para revivir tiempos amenos y el leer para cumplir con lo que sus hermanos le habían pedido. Mikasa deseaba que sus hermanos se sintieran orgullosos de ella al ver que había sido una buena niña. Y en especial, deseaba que Levi le dijera que estaba orgulloso de su esfuerzo por ser excelente en su uso de equipos de maniobras.

Durante largos meses pasó sus días entre pocas palabras, mirada perdida y rostro bajo. Era el joven fantasma de la calle veinticinco de la Ciudad Subterránea.

Sus largos cabellos negros se movían con cada movimiento de su cuerpo mientras recorría en silencio las calles, llevando entre sus brazos un contenedor con comida proveniente de la taberna. Sus cabellos negros eran algo difícil de peinar, por ello los mantenía en una simple y desordenada trenza que caía hasta la mitad de su espalda. A pesar de mantener su mirada baja, los ojos grises de la jovencita se detuvieron en un cartel pegado en una de las paredes.

"La humanidad te necesita. ¡Únete a las fuerzas de la humanidad! Se un Policía Militar, un Policía de la Guarnición o un Explorador de la Legión de Reconocimiento. Se parte del cuerpo de cadetes 104."

—Cuerpo de cadetes...— susurró, observando fijamente el cartel ya borroso y olvidado por el resto de los ciudadanos de la ciudad. Muy pocos en aquel lugar le brindaban importancia a ser parte del cuerpo de cadetes. La ciudad subterránea bailaba al son de sus propios intereses y normas.

Leyó en silencio los lugares en donde se llevarían a cabo los diferentes entrenamientos. De entre todos, la división del Sur en la Muralla Rose fue la que llamó su atención. Y todo porque había leído en alguna de las cartas de Farlan que la Legión utilizaría las puertas de la ciudad de Trost para partir a sus misiones para retomar la Muralla María.

En ese momento, en medio de aquella concurrida y tétrica calle, la joven Ackerman decidió que se uniría al cuerpo de cadetes. Y cuando se graduara, entraría a la Legión de Reconocimiento para volver junto a su familia. "Pronto estaremos juntos," pensó mientras regresaba a casa, con su mente muy en claro de que partiría pronto a la Ciudad de Trost. 


Nota: es una actualización corta pero necesaria. Ya pronto tendremos a nuestra niña con la 104 <3

A Cruel WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora