CAPITULO XXII: LA 57ª EXPEDICIÓN

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Despertó primero que las chicas. La oscuridad de la madrugada creaba sombras en aquella fría y apartada base. Se vistió con calma, sin ningún tipo de prisa, colocando cada uno de los cinturones en su cuerpo con cuidado. Mikasa sentía un malestar en la boca de su estómago que no era capaz de comprender. Hacía mucho tiempo que no sentía una sensación como esa. En efecto, la última había sido la noche en la que los hombres de Creighton Rush la habían secuestrado creando una trampa para Levi y sus hermanos. Había pasado mucho tiempo de aquel incidente, pero aún recordaba todas aquellas sensaciones con claridad.

Bajó las escaleras del castillo y se dirigió al salón comedor con amplias y largas mesas de madera. Solo un par de antorchas estaban encendidas en las paredes. Por el suave aroma a té negro supo que no estaba sola. Levi estaba sentado en una de las mesas, solo y pensativo. Había una taza de té frente a él y otra en su opuesto, sin tocar. Mikasa cruzó el salón y tomó asiento frente a su hermano. El té frente a ella tenía dos hojas de lavanda flotando en el claro líquido. —Supongo me esperabas, a menos que el Comandante también guste del té de lavanda.— Tomó un poco del líquido y sintió la calidez de este expandirse por su pecho y estómago. Aquel té era su favorito.

Levi dio un sorbo a su bebida. Como de costumbre, su líquido humeaba. —Sabía que no podrías dormir. —

Él la conocía major que nadie. Quizás porque los dos eran parecidos. Dos alas de un mismo pájaro. —Por lo visto tú tampoco. — El té caliente le sentó bien al nudo en su estómago. Quizás eran los nervios por esa primera expedición... o quizás era otra cosa. —¿También lo sientes? Esa sensación de que algo terrible va a ocurrir pero no sabes qué es... me recuerda mucho a esa noche. — Mikasa, con sus manos sobre su regazo, se sintió como una niña pequeña de nuevo. Sentía como si fuera de nuevo aquella niña de 10 años, huérfana y asustada, mirando a Levi beber de su té mientras le decía que "debía dejarlo ir." No habia nada en el mundo que odiara más que aquella sensación de vulnerabilidad. Sentía que caminaba a ciegas por un camino pedregoso. En algún punto caería y las bestias deborarían su cuerpo.

Su hermano mantuvo su mirada sobre su propia bebida. La pesadez y las sombras oscuras bajo sus ojos le daban una señal a Mikasa de que él también lo sentía. Eran Ackerman. Podían sentir lo que el resto desconocía. Algunos le llamarían bendición, ella diría que era una maldición. —Pase lo que pase, veas lo que veas, no cometas una imprudencia, Mikasa. — La pelinegra miró al Ackerman y se sorprendió de ver a su hermano tan... frágil. Lucía más joven de lo que realmente era. Él la miró a los ojos, casi en una suplica. —Por favor, no hagas una locura. No intentes ser un héroe.— No sabia si era el efecto de la luz de las antorchas, pero sus ojos azules se veían opacos.

—¿Qué quieres decir con eso? — ¿A qué se refería Levi? El plan de la expedición era simple: crear una ruta para transportar recursos para las próximas expediciones. El Comandante no había especificado nada más que eso. Ante el silencio de su hermano, Mikasa frunció el ceño. —Estas ocultándome algo, ¿cierto? —

—No sé que ocurrirá, pero, no creo que nada bueno salga de todo esto.— Mikasa bajó su mirada, sintiendo aquel extraño presentimiento sobre sus hombros. Su hermano no le diría nada. A veces odiaba que fuera tan leal y discreto.

—Es sobre Eren, ¿verdad? — Levi la miró fijamente sin decir nada. No tenía que decir en palabras lo que pasaba por su mente. Era sobre Eren. Todo giraba sobre el Jaeger y sus poderes de titán. Tragó el nudo en su garganta y colocó sus manos sobre las de él. —Tú tampoco cometerás una locura, ¿verdad? —

Él le dio un leve apretón sobre sus dedos. —No soy tan estúpido y loco como tú, mocosa. — Levi se puso de pie, regalándole el fantasma de una sonrisa. Le dio un ligero golpe en su frente con uno de sus dedos. —Él mocoso estará bien. Creo que estaremos bien. —

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