CAPITULO XVI: LAS CONSECUENCIAS DE LAS ACCIONES

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Cuando Armin llegó hasta ellos, Eren había vuelto a perder la conciencia sobre el regazo de Mikasa. Su semblante comenzaba a recuperar su color, aunque sus mejillas seguían ligeramente rosadas. El cabello castaño estaba emplastado a su frente debido a la transpiración. —¡EREN! — gritó el rubio, cayendo de rodillas frente a su amigo. A Mikasa no le sorprendió ver al muchacho estallar en llanto, aferrándose al cuerpo caliente de Eren. Sabía cuan cercanos eran los dos chicos, y no era para menos, el sobrevivir un infierno solía crear vínculos inquebrantables entre los sobrevivientes. —¿Cómo es posible? ¡Yo lo vi ser devorado por un titán!— Jean, Reiner y Berthold se acercaron a ellos, impactados.

Mikasa vio con el rabillo del ojo como unos cuantos muchachos observaron lo sucedido desde los tejados de un edificio; ellos se marcharon hacía las murallas. Estarían en problemas, lo sabía en sus huesos. Pero de nada valía preocuparse por el futuro cuando aún no sobrevivían el presente. —Imposible... ¿Eren era el titán? ¿Cómo es eso posible? — Los ojos de Jean no dejaban de observar con sorpresa a su compañero. Tras de él estaban Berthold y Reiner, pálidos y perplejos. Ninguno de los dos dijo alguna palabra.

La Ackerman suspiró, encogiéndose de hombros. —No lo sé, pero realmente no importa ahora. Debemos salir de aquí antes de que lleguen más titanes.— No entendía cómo era posible que Eren estuviera vivo, pero francamente no le importaba. Independientemente de lo que ocurriera, Mikasa estaba agradecida de que Eren hubiera regresado de entre los muertos. Una parte de ella deseó que lo mismo hubiese ocurrido con Isabel y Farlan.

Se puso de pie con ayuda de Armin, quien le brindó soporte al aún inconsciente Eren mientras ella se paraba. Tan pronto estuvo con todo su equipo derecho, liberó a Armin del peso de Eren. Ella podría cargarlo de regreso a las murallas. Con la cabeza del Jaeger sobre su hombro, Mikasa se dispuso a subir a los tejados junto a sus compañeros. El grupo se puso en marcha. —Esperen, — musitó Armin, deteniendo a los muchachos. Todos se voltearon para ver al rubio. Él humedeció sus labios. —No es buena idea que nos presentemos todos a la vez. —

Hubo un silencio sepulcral durante unos segundos. A lo lejos podía escucharse los disparos de los cañones provenientes de la parte superior de las murallas. —¿A qué te refieres? — preguntó Jean, rompiendo el silencio.

—Piensa, todos en nuestro grupo saben que Eren estaba muerto. Si regresamos todos seremos objeto de investigación y cuestionamiento. Eren fue o es un titán. Quien lo acompañe de regreso estará en tantos problemas como él. — Armin observó con determinación a su amigo, quien bajó la cabeza ante la realización. El rubio puso una de sus manos en el hombro de Jean. —Yo me haré cargo. Yo lo llevaré. —

—Lo llevaremos, Armin. — Mikasa no dejó espacio para que el rubio le debatiera, aún cuando sus ojos azules reflejaban las ansias de oponerse. Mikasa miró a los otros tres muchachos. —Ustedes deben regresar con el grupo. — Jean abrió su boca para rebatirle, pero la Ackerman se adelantó. —Jean, cerciórate de que el resto de nuestro grupo esté bien. No sabemos qué ocurrirá, pero debemos mantenernos unidos. Confió en que puedes encargarte de eso. — En aquellos momentos de urgencia la Ackerman se había percatado de los dotes de Jean para manejar los grupos. Aún le faltaba mucho para pulir sus habilidades, pero allí estaban, durmientes.

Jean suspiró, taciturno. Se llevó una de sus manos a su cabeza, revolcando sus cabellos castaños. —¿Ustedes estarán bien? — Él los observó fijamente.

—Lo intentaremos, — respondió Armin, sonriente.

—Lo estaremos, — dijo Mikasa con tranquilidad. Jean asintió lentamente, encaminándose junto a los otros dos muchachos al borde del edificio.

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