CAPITULO I: Debes dejarlo ir

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Ciudad subterránea, Muralla Sina, Año 844

El viaje desde las afueras de Shiganshina hasta la Muralla Sina había sido largo y extenuante. Se habían hospedado en al menos tres pequeños hostales para pasar la noche entre cada una de las ciudades que pasaban. A pesar de que Mikasa se mantenía en silencio la gran parte del tiempo, no era la misma situación con el viejo Ackerman.

Kenny no parecía callarse ni por un segundo. Y a pesar de que la gran parte de sus historias no le hacían sentido en sus cortos nueve años, Mikasa le agradecía de todo corazón que no dejase de hablar. El silencio la asustaba y le traía muy malos recuerdos de todos los sucesos que había vivido.

Se miró las manos limpias y por un segundo vio la sangre  pegada en ellas. El hombre pareció haberse percatado de su conmoción. —Con el tiempo pasará. Es por eso que somos Ackerman.—

Ackerman. Solo quedaban tres vivos en el mundo. Solo tres. Su familia había sido empujada al borde de la extinción por ser diferentes al resto. "No sé por qué somos distintos, pero mi abuelo me comentó que la realeza nos teme. Y puedo dar fe de eso." ¿Por qué les temían? Ningún Ackerman en los pasados cien años lo entendía. ¿Por qué eran distintos? Tampoco lo sabían. Lo único que conocían sobre su familia era la habilidad de un "despertar" que los hacía letales.

Y, a decir verdad, Mikasa podía sentir en su cuerpo una sensación extraña. Se sentía capaz de controlar sus movimientos con una precisión inhumana. También sentía que sus sentidos de la vista y audición estaban más desarrollados que hacía unas semanas atrás.

Kenny la encaminó hacia unas escalinatas que los conduciría hacia la Ciudad Subterránea. —En este chiquero sin ley se mantuvo con vida parte de nuestra familia,— expresó él, guiándola por los estrechos callejones. Mikasa observó las gigantescas columnas que mantenían la tierra sobre la ciudad. Había cientos de casas, farolas con luces en cada callejón y docenas de tiendas. Se mantuvo a un lado de Kenny, sujetando el ruedo del abrigo con sus dedos. Había demasiadas personas. Nunca había visto tanta gente como en ese momento. —Por cierto, debo decirte que Levi es bastante quisquilloso con ciertos asuntos. En especial con la limpieza.—

Caminaron hasta detenerse delante de lo que parecía ser una pequeña vivienda. Del otro lado podía escucharse la discusión entre dos jóvenes. Kenny tocó a la puerta con tranquilidad. Escucharon el sonido de las pisadas y, de un momento a otro, la puerta se abrió para dejar al descubierto a una jovencita. Mikasa observó que la joven mujer poseía una cabellera rojiza amarrada en dos coletas de caballo. Sus ojos verdes los observaron con duda. Arqueó una ceja. —Eh... ¿Están perdidos?— Kenny la empujó y entró a la vivienda. —¡Oye!—

Ante el grito de la jovencita, dos hombres salieron de lo que parecía ser una pequeña cocina. —¿Isabel? ¿Qué... ¿Quién eres tú?— El hombre más alto, de cabellos rubios, se puso a la defensiva, sacando una cuchilla de su pantalón.

—Kenny...— Mikasa colocó su mirada sobre el hombre de baja estatura que estaba junto al rubio y que parecía estar sorprendido. Él llevó una mano sobre el hombro del joven rubio. —Espera.—

—¿Es así cómo recibes a tú tío, Levi?— Kenny se rió en voz alta. Los dos amigos de Levi lo observaron con confusión.

—¿A qué has venido aquí? No te he visto en años...— Los ojos azules de Levi se fijaron en ella. Mikasa, aún con su mano aferrada del abrigo de Kenny, se escondió tras de él. —¿Qué haces con una niña?—

La joven de cabellos rojizos le pasó por al lado, y al ver como se escondía tras del viejo Ackerman, le sonrió con amabilidad.

Kenny le tomó de la mano y la hizo detenerse en medio de ellos. Con timidez, bajó su cabeza hasta colocar su vista sobre sus sucios y muy maltrechos zapatos. Podía ver algunas manchas de sangre alrededor del ruedo de su vestido. Había intentado limpiarlas pero por más que sus dedos intentaron deshacerse de aquel horrible color, todo fue en vano. —Te tengo un pequeño encargo, Levi.— Kenny colocó sus manos sobre sus hombros. —Esta es Mikasa Ackerman, tú prima. O algo así.— Él se encogió de hombros. —Su padre era parte de nuestra familia, pero desgraciadamente fue asesinado. Supongo que eran traficantes de personas, pues la pequeña Mikasa y su madre también eran las últimas miembros del clan asiático.—

A Cruel WorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora