20. Hora de la verdad (parte II)

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¡Paloma!

Di un grito al momento de despertar; eran alrededor de las 6 de la mañana, y la luz todavía no llegaba a mi habitación. Creo que de tanto intentar dormir toda la noche, funcionó.

Tenía cierta sensación de soledad, algo así como si apenas tu cerebro está captando que todo fue un sueño. Asshh, porqué tengo estos sueños, primero con lo del castigo, luego en el árbol y  ahora que Paloma…, por qué no puedo tener sueños normales como toda adolecente que sueña con su príncipe que la rescata o una tarde en el centro comercial (aunque debo admitir que no me gustan las compras) vuelvo a decir, no soy una adolecente normal.

Me lavé la cara para despertarme, pero aún tenía mucho, mucho, mucho sueño, y mi cuerpo no tenía fuerzas para nada, me sentía débil, pero no estaba tan flaca, solo no tenía fuerzas.

Estaba por bajar a desayunar cuando algo llamó mi atención, en la mesa de la habitación de mi hermana se podía ver montón de libros apilados y en medio había uno negro; me cruzó por la cabeza que fuera el libro, pero no, porqué mi hermana lo tendría eso no tenía ningún sentido (porqué sigo diciendo que no tiene sentido si nada e mi vida lo tiene)

Pero tenía que asegurarme, fui hasta su habitación y saqué el único negro, se parecía mucho, estaba a punto de abrirlo cuando escuchó una vocecita:

- ¿Qué buscas? – escucho decir a mi hermana

- Nada – dije con cierta inseguridad y escondiendo el libro detrás mío

- Entonces que estás escondiendo – cruzaba los brazos

- Es algo que me pertenece, y que tú no deberías tener

- Es el libro ¿no? – con toda naturalidad

- ¿Tú qué sabes del libro?

- Olvídalo, solo llévatelo

- Pero.., pero…, tu… - dije tartamudeando y sin tener excusa, una niñita me había ganado (cuando no).

- Puedes irte

Yo solo salí sin decir nada y muy pero muy confundida; porqué lo tenía, esto cada vez es más extraño. Me quedé un rato pensando en mi hermana y el libro, lo estaba viendo, abrí algunas páginas y leí un poco, todo estaba igual, bueno no tan igual, habían algunas páginas más escritas de los días que no había visto el libro, pero nada que no haya vivido ya.

Lo que me sorprendió es que estaba muy lleno, y le faltaban algunas hojas blancas, siete para ser exactos; pero un minuto, ¡SIETE!, no puede ser, eso significa que… ¡SOLO TENGO SIETE DÍAS!, no, no creo que solo me quede una semana, entonces voy a ¿morir?, que tétrico suena eso, pero... pero...¡no! saca esos pensamientos de tu cabeza, no me quedan siete días, no estoy mal y ¡NO VOY A MORIR!

Él impacto fue tan grave que casi caigo por las escaleras, pero me agarré de la baranda. Fue un gran susto, casi caigo y puede que no se hubiese cumplido la semana. Tomé aire, y guardé el libro en mi mochila. Decidí no hacer caso a lo que según yo eran mis últimos días, y actué como si nada hubiese pasado.

Ya en el colegio, estaba en clases de Literatura, y como siempre el profesor contándonos una maravillosa historia de amor, acción, ficción, drama y misterio. Casi siempre sus historias me fascinaban, y no solo a mí, creo que a todo es salón también les gusta, pero por alguna razón yo no lucía emocionada, tenía mucho sueño, y eso que la historia estaba muy buena. Yo no podía con mi cansancio, bostezada cada minuto y mis ojos luchaban contra mi cerebro por cerrarse.

Parecía un zombi, y que no había dormido en toda la noche, era cierto que no había dormido mucho, pero yo me caracterizo por ser la chica que nunca ha dormido en clases, NUNCA; y tenerlos a todos mirándote porque te quedaste dormida no es lindo.

El Libro de mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora