Capitulo XII- Tongues (The Frights)

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¿Crees que soy mono?

¿Es demasiado tarde para comprobarlo?

No me importa, tengo tu lengua en mi cuello.


+18.

Salía de la cafetería de mi facultad con Noah hablando de un trabajo que teníamos que entregar dentro de poco cuando se paró en mitad de las escaleras y me cogió del brazo.

− ¿Ese no es el chico del otro día? −preguntó quitándose las gafas.

Y sí, ahí estaba Rubén, sentado en su moto y mirando el móvil tan tranquilo, como si su facultad no quedara en la otra punta del campus. Entrecerré los ojos y terminé de bajar las escaleras, Noah se despidió de mí con una sonrisa y se fue en dirección contraria a la que yo me fui.

Me puse frente a él y le quité el móvil de las manos, iba a rechistar, pero se calló cuando me vio.

− ¿Qué haces aquí? −le pregunté devolviéndole el móvil con una sonrisa.

− Pues... Te recojo. −sonrió como si fuera lo más lógico del mundo.

− ¿Y desde cuándo me recoges? −pregunté cruzándome de brazos.

− Desde que mi padre me lo ha pedido. −me enseñó el mensaje.

"¿Recoges a Julia de la universidad?"

"Me harías un favor, tengo que hablar con ella"

− Y no podía negarme. −se guardó el móvil y cogió un casco, lo dejó en su regazo y sonrió. – ¿Sabes el miedo que puede llegar a dar mi padre cuando se enfada?

− No creo que pueda... −le miré. –Tengo cosas que hacer.

− Sí, pero primero tienes que hablar con mi padre. No me hubiera pedido algo así si no fuera importante. −me tendió el casco. – ¿Vendrás si te digo que posiblemente esa charla tenga que ver con Dan?

Cogí el casco suspirando y me lo puse, él sonrió de lado y se colocó el suyo, me subí detrás de él y arrancó. Ahora le había gustado correr por la avenida, yo no era muy fan de las velocidades extremas, y menos en las avenidas, pero me gustaba que el viento me rozara en la piel, que jugara con mi pelo. Al montarme en atracciones también sentía eso y me gustaba. Era como si me diera igual no tener el control de mi vida. Como si dejara de darme miedo.

− ¡Papá! −gritó Rubén cuando abrió la puerta de su casa. –Dame eso. −me cogió el casco de las manos, lentamente.

La casa de Rubén era un piso de dos plantas, siempre olía a comida, sobre todo a pan recién hecho. La casa era grande pues eran muchos hermanos, aunque ahora se había quedado casi vacía. El año que yo prácticamente pasé aquí, vivía con sus tres hermanos, sus padres y su abuelo, pero ahora era diferente. Su abuelo había muerto este mismo año y dos de sus hermanos se habían mudado fuera de la ciudad para estudiar.

− ¡Papá! −volvió a gritar, esta vez entramos al salón. –Mamá, ¿has visto a tu marido? –preguntó bromeando.

− En el despacho. −levantó la vista del móvil y me miró, pareció sorprendida. – ¡Julia! −se levantó del sofá sonriendo y se acercó a mí. – ¡Cuánto tiempo! –me dio dos besos. – ¿Qué te trae por aquí? ¿Todo bien? –miró a su hijo y luego a mí.

− Sí, sí. Sergio quería hablar conmigo de algo. −dije un poco nerviosa.

− Ah. −suspiró. –Yo creía que vosotros...

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora