Capitulo XXI- Matadora (Walls)

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Tú sabes muy bien lo que digo,

así que deja de jugar conmigo.

− ¿Me puedes decir por qué te sigo el rollo como si fuera tu amigo?−preguntó Nacho escondido detrás del mostrador.

Rodé los ojos y negué con la cabeza. Ambos estábamos detrás del mostrador de recepción de la clínica, esperando a que Alicia saliera del despacho de Sergio de su sesión de actualidad.

− ¿Y por qué tenemos que hacer esto un viernes? –siguió preguntando mirando la puerta blanca.

− Ay, cállate, estás mucho más guapo cuando no hablas. –le chisté sin despegar mis ojos de la puerta. –Me sacas de quicio, no sé por qué te he traído. –suspiré.

− Porque me necesitas, guapa. –sonrió. –Ahí está. –susurró levantándose del suelo aparentando normalidad. – ¿Una ayudita a la reina? –preguntó cogiéndome del brazo y levantándome velozmente. – ¿Ahora qué? –metió las manos en sus bolsillos.

− Ahora la seguimos. –me giré y empecé a seguir los pasos de la rubia. – ¿Tú dónde crees que irá? ¿Tendrá amigos? ¿Estará en una secta o algo así? Porque tiene toda la pinta.

− Suenas paranoica, Julita. –me dijo Nacho poniéndose a mi lado. –Ahora, seguramente coja el bus y se vaya a su casa.

− ¿Tú qué sabes?

− Nada, por eso. No me preguntes si tiene amigos o si está en una secta, yo qué sé. –se burló y yo rodé mis ojos de nuevo.

− Era una pregunta retórica, no para que contestaras, Nachito. –le imité y me paré en la esquina de la entrada. – ¿Va a irse andando? –pregunté al verla andar por el camino de piedras y arena.

− ¿Esa pregunta también era una pregunta retórica? –me miró y sonrió. – ¿Pues no ves que va andando? –suspiré y empecé a andar hacia ella, pero Nacho me cogió del brazo. –Es un camino de piedras donde no hay nada para escondernos si se da la vuelta.

− Si cogemos el bus la perderemos. –rechisté.

Nacho echó una mirada hacia dentro del recinto de la clínica y yo fruncí el ceño al verle sonreír como si hubiera encontrado lo que estaba buscando por diez años, me asomé para ver lo que él estaba viendo.

− ¿Es en serio? –pregunté viendo las bicis.

− ¿Tienes otra idea mejor? –entró y se subió en una. –Con lo que pagamos al mes creo que es suficiente para un paseo en bici.

Le imité y me subí a otra bicicleta, ambos pedaleamos lentamente para no alcanzar a Alicia, cosa que no iba a salir bien porque en cualquier momento iba a darse la vuelta y ver a dos idiotas batallando contra las piedras del camino.

− Recuérdame por qué estamos haciendo esto. –dijo Nacho intentando mantener el equilibro después dar esquinazo a un gato.

− Porque queremos saber si Alicia ya está bien. –esquivé una piedra de un volantazo.

− Es decir, controlar si vuelve a tomar drogas. –me miró un segundo. – ¿Seguro que no es por nadie?

− Pues claro que no, ¿por qué iba a ser? –negué seria.

− Por Dan. –dijo sin más y yo casi me caigo de la bici. –Por ti. Para que nadie cambie entre vosotros.

− ¿Qué? –pregunté frunciendo el ceño, igual exageré demasiado. –No, claro que no. Solo me preocupo por mi amigo, ¿vale? No quiero que lo pase mal por su culpa, otra vez.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora