Capitulo XXVII- Nieve (Arón Piper y Mygal).

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Te voy a contar dos cosas, mamá.

Una que ya se ha hecho tarde.

Otra que no sé volver.

El camino por el río haciendo piragüismo hubiera sido más fácil si Sergio no hubiera decidido ponernos en las piraguas con la misma persona que dormíamos. Nacho insistió en que sería mejor si él se ponía con alguien que no lo hubiera hecho nunca, como por ejemplo conmigo, pero como Alicia ya había hecho esto antes lo descartó en un segundo.

Alicia se sentó en el sitio de delante de la canoa dándome la espalda y le di gracias porque así controlaba si me miraba o no y los movimientos que hacía en todo momento.

− Vas a desgastarme de tanto mirarme, Julia. –me dijo sin girarse. –Siento tu mirada en mi nuca todo el rato. –dijo remando hacia la orilla.

Opté por rodar los ojos y quedarme callada hasta bajar de la piragua una vez que Alicia la dejó en la orilla. Dan y Arón dejaron la suya al lado nuestra, Dan me miró y sonrió bajando la mirada, acercándose a mí.

− ¿Aburrida? –preguntó con una ceja levantada.

− Esa pregunta va con segundas, ¿verdad? –pregunté girándome.

− Depende. –sonrió.

− Ah, ¿sí? –esbocé una sonrisa burlona. – ¿De qué depende? –pregunté dando un paso hacia él.

− Oye, Julia. –Alicia se acercó a nosotros, haciendo que el paso que di, lo retrocediera. –Tengo algo parecido a lo de ayer, te apuntas, ¿no? −preguntó con una sonrisa angelical. –Se lo he dicho a Rubén y a Nacho, y ambos me han dicho que sí.

Fruncí el ceño al notar que su actitud había cambiado. Las demás veces que Dan y yo habíamos estado juntos con ella, Alicia casi no despegaba la vista de él y ahora ni siquiera le había saludado.

Sus manos estaban entrelazadas a la espalda y se balanceaba un poco, como si estuviera nerviosa, cosa que sorprendió a Dan notablemente, porque seguramente Alicia nunca dejaba ver que estaba nerviosa.

Miré a Dan con mi mayor cara de confusión, él se encontraba igual que yo. Tenía los brazos cruzados y se agarraba uno con el otro, apoyaba todo su peso en una pierna y la miraba con la mandíbula apretada.

− No sé yo... −susurré mirando a Alicia. –Todavía me duele la cabeza.

− Venga. –hizo un puchero y puso sus brazos sobre mis hombros. –No lo pasaremos tan tan tan bien como ayer las dos solas, pero... −me miró coqueta. –Algo haremos.

Quité sus manos de mí y la miré seria, pero ella no quitó la sonrisa ni cambió su expresión de emoción.

− No creo que sea buena idea. –me crucé de brazos. –Además, Dan y yo ya teníamos planes. –miré a Dan conteniendo un poco de aire, rezando para que me siguiera el rollo.

Dan carraspeó y me miró, su mandíbula seguía apretada y parecía enfadado porque Alicia me estaba prestando atención.

− Dan también puede venir. –se acercó a mí y susurró en mi oído. –Y Laura. –sonrió y se alejó de nosotros, acercándose a Laura bajo nuestras miradas.

− ¿Y eso a qué viene? –preguntó Dan, acercándose a mí, pero sin dejar de mirarla a ella. – ¿Te hizo algo anoche? –me miró.

Bajé la mirada avergonzada, recordando lo que pasó anoche o al menos intentando recordarlo todo, porque en algunas partes de la noche tenía lagunas.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora