Capitulo XXIV - Killa [Ring, Ring] (Lola Indigo)

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Ya no son amigas, se han pasado el nivel.

Ahora que probó conmigo, contigo no va a volver.

Laura había estado insistiéndome en que subiera a mi casa a ponerme un bikini, pero no quería decirme la sorpresa. Le dije que podría bañarme en ropa interior para no perder más tiempo como una broma, pero Laura se lo tomó muy en serio y negó rotundamente.

La playa no estaba lejos de la ciudad, podíamos haber ido andando, pero Laura también se empeñó en ir en coche y en que su chófer nos llevara. Tenía que recordar que Laura era muy convincente cuando ella quería para el futuro o acabaría viviendo con ella en Francia el año que viene.

− Venga, va. –dijo bajándose el coche cuando llegamos. –Espero que te guste porque la he preparado con mucha ilusión. –abrió el maletero. –No, no. –dijo rápidamente cuando vio que me acercaba para ayudarla. –No vengas, tú solo espera en la arena.

Fruncí el ceño, confundida, pero le obedecí, no sabía por qué Laura estaba haciendo esta sorpresa y por qué mostraba tanto interés en mí. Pero a una parte de mí le gustaba el hecho de que alguien estuviera poniendo tanta atención sobre mí.

− ¡Cierra los ojos! –exclamó Laura desde atrás.

Me reí cerrando los ojos y escuché como el chófer de Laura se fue, dejándonos a las dos solas. Era final de abril así que ya hacía calor suficiente para que la gente viniera a la playa y más a esta zona que está al alcance de todos, pero por la hora que era no quedaba casi nadie.

− No te gires, eh. –dijo entre risas.

− Joder, Laura. Voy a pensar que me vas a pedir matrimonio. –bromeé riendo.

− Calla. –rió por lo bajo la rubia que había dejado de serlo. –Vale, ya. Date la vuelta.

Me di la vuelta mirando al suelo y me reí, vi la manta mal puesta por culpa del viento y encima de ella una bolsa llena de paquetes de chuches y dos latas de refrescos. Laura estaba sonriendo cual niña pequeña que hacía un collar de macarrones para sus padres.

− ¿Y esto se debe a...? –dejé la pregunta a medio hacer para que pudiera terminarla ella.

− Se debe a que hoy a las doce se acaba abril. –se sentó emocionada dando una palmada y mirando toda la comida basura que había traído. –Vamos, siéntate. –me dijo animada.

− Vale, vale. –me senté a su lado. –Y qué pasa con que se acabe abril. ¿Por qué lo celebramos? –pregunté curiosa.

− Porque eso quiere decir que hoy a las doce es uno de mayo. –dijo abriendo una lata de Fanta y dándomela. –Es decir, ¡mi cumpleaños! −exclamó riendo.

− ¿Cómo que tu cumpleaños, Laura? –pregunté riendo. –Se supone que la fiesta sorpresa te la tendría que haber hecho yo, no tú a mí. –me acerqué a ella y la abracé por los hombros. – ¿Por qué no me lo dices antes?

− Porque... −suspiró pesadamente. –Nunca antes había tenido una amiga, no sé lo que se hace cuando es tu cumpleaños. –dejó su cabeza en mi hombro y contuve la respiración cuando por su cercanía.

− Pues esto se está de puta madre. –intenté reír sin que le molestara.

− ¿Si? –se incorporó alejándose de mí. –Genial. –susurró. –Porque tenía miedo de que no te gustara pasar un sábado por la noche conmigo. –bajó la mirada avergonzada.

− ¿Y por qué no me iba a gustar, a ver? –pregunté dándole un apretón en la rodilla.

Noté como se tensaba por mi gesto y me miró sorprendida, se mordió el labio de abajo y sonrió un poco.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora