Capitulo XXIII- How to save a life (Stephen Kramer and Kendall Schmidt)

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Paso uno, tenemos que hablar.

Una especie de ventana a tu derecha,

mientras él va a la izquierda.


JULIA.

No quería contarle cómo había descubierto todo, no quería sonar más culpable de lo que ya era, pero tenía a Dan en frente de mí, mirándome sin ninguna expresión, después de habernos acostado, en mitad de un arcén esperando a que le dijera la verdad. Una verdad que no quería contar, pero tenía que hacerlo.

− Me asusté mucho cuando te ingresaron. –dije con un hilo de voz. –Yo no quería, pero...

− Julia, ahórrate el sentimiento de culpabilidad, no me vas a dar pena. –dijo serio, más serio de lo que había estado con Alicia en el salón de tatuajes.

− Pero ¿te vas a enfadar? –pregunté con algo de miedo.

− No lo sé, depende. –contestó impaciente.

− Quería saber por qué habías tenido tantas recaídas, me dijeron que fueron varias, estaba preocupada por ti y no se me ocurrió otra cosa que...−levanté mi mirada para encontrarme con la suya. –Leer tu expediente. −confesé.

− ¿Leíste mi expediente? –preguntó enfadado.

− Lo siento. –y por primera vez soné sincera. –Nadie me decía nada yo... Lo siento. −susurré.

Fue el "lo siento" más verdadero y honesto que nunca había dicho, él se lo merecía. Se merecía mi honestidad, mis "lo siento", se merecía todo de mí, aunque yo no me mereciese nada de él.

− Estás enferma. –susurró arrancando el coche de vuelta a la ciudad.

− Lo sé, no quería saber todo, solo quería saber cómo podía ayudarte. −intenté disculparme.

− Sí, claro. –ironizó él.

− Es la verdad, Dan. Tú sabes cuándo miento y cuándo no, ¿no? –pregunté mirándole, pero él no me miraba a mí. –También sé cosas sobre Alicia. −susurré.

− ¿Y también sabes lo qué me pasó con ella? –preguntó cabreado. – ¿También sabes el color de mi ropa interior, Julia?

− Hombre, pues... Hoy sí. –desvié mi mirada hacia la ventanilla. –Entiendo que estés enfadado, pero... Alicia apareció y nadie quería contarme nada sobre ella, todos se cabreaban solo con nombrarla, tenía curiosidad.

− La curiosidad mató al gato. –dijo Dan apretando el volante con fuerza. −Quizás también te mate a ti.

− Uy, sí. –ironicé. –Mira, Dan... No puedo hacer nada para que me perdones, ni para volver atrás y no hacer lo que hice, pero no me arrepiento.

− ¿No te arrepientes de ser una puta mentirosa? –preguntó mirándome.

− No soy una puta mentirosa, solo... −suspiré negando con la cabeza.

−Déjalo.

− No, no quiero dejarlo, quiero saber toda la verdad. –insistió.

− Te la estoy diciendo. No hay nada más. Me preocupé por ti, muchísimo, por la pelea, el ingreso y por Alicia. No quería que volvieras a intentar suicidarte. –me sinceré con él sin prever lo que podía pasar después.

− No hace falta que te preocupes por mí. –apretó la mandíbula.

− Lo sé, pero no puedo evitarlo. –me acomodé en el asiento y miré al frente.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora