Capitulo VII- Deja vú (Olivia Rodrigo)

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Ella piensa que es especial,
pero todo es reutilizado.
¿Sientes ese deja vú cuando está contigo?

La puerta de atrás de Pablo se abrió, dejando ver a una chica joven, con el pelo oscuro y la cara redonda como la de Laura, sus ojos también eran marrones oscuros, casi negros como los de ella, y tenía lunares por todo el cuello y parte de la cara. Sonreía como si fuera un niño pequeño que no había roto un plato en su vida, pero no lo era.

−    ¿Pablo? –preguntó con una sonrisa.

Su voz siempre sonaba seductora, incluso cuando no estaba ligando contigo, también tenía un tono pícaro e hipnótico. Una vez que empezaba a hablar no podía parar, daba igual el tema que fuera, tú la ibas a escuchar sí o sí. Era una persona que solo por su apariencia caía bien. Bien vestida, bien peinada, con las cejas bien hechas y con una postura siempre perfecta.

Era mi vecina, la que había seguido mi mejor amiga durante mucho tiempo, pero ahora solo era la novia de Pablo. La que había hecho que Pablo "cambiara" y se convirtiera en el novio perfecto.

Personalmente, pienso que la gente nunca cambia. Dicen que han cambiado, que han madurado, que son mejores personas y que con el tiempo se vuelven más conscientes de todo lo que hicieron en el pasado y por eso "renacen", pero era todo mentira. Nadie tiene el poder de cambiar tanto en tan poco tiempo, nadie puede cambiar.

−    Ya me estaba asustando, pensaba que te habías quedado atrapado en el ascensor. –bromeó con una sonrisa de oreja a oreja.

Su mirada pasó de Pablo a mí y de mí a Dan, y su sonrisa se ensanchó aún más, como si eso fuera posible.

−    Uy, ¿tú quién eres? –su voz sonó más coqueta de lo normal.

−    Es Dan, un amigo de Julia. –le presentó Pablo antes de que pudiéramos hacerlo algunos de nosotros.

Dan le sonrió amablemente, pero no dijo nada. Pablo se acercó a Sandra y la besó, cuando se separaron, nosotros ya nos habíamos metido en mi casa y teníamos la puerta cerrada.

No voy a negar que ese beso me sentó como un cubo de agua fría. Suspiré frustrada y mi espalda se pegó a la puerta para mantenerme en pie, tenía de nuevo ese nudo en la garganta que no me dejaba ni tragar mi propia saliva.

Miré a Dan por un segundo y vi que estaba hablándome, pero no podía oírle. Mi mirada bajó hasta mis pies cuando noté que me estaba pasando otra vez.

Mi espalda se deslizó por la puerta hasta que me quedé sentada en el suelo. No podía controlar mis sentimientos y es que no muy en el fondo Pablo tenía razón. Me seguía gustando. Tenía más que razón, porque yo estaba enamorada de él, siempre lo había estado, incluso antes de que empezáramos a salir y me parecía que iba a durar toda la vida, ¿cuándo tiempo duraba el amor después del desamor?

−    Julia. –susurró Dan.

Se agachó a mi altura, pero se puso frente a mí.

Yo había empezado a hiperventilar y aunque esta vez no estaba llorando notaba como mis ojos estaban aguados. No iba a llorar más por Pablo, me negaba, pero algo dentro de mí no pensaba lo mismo.

−    ¿Quieres contarme qué te pasó con Pablo? Tuvo que ser algo muy chungo. –intentó distraerme, pero no fue el mejor tema para hacerlo.

Mis manos empezaron a temblar, pero Dan las atrapó rápidamente entre las suyas y respiró fuerte para que yo le escuchara, mi respiración comenzó a tomar la misma velocidad que la suya, más calmada.

− Ya está. –susurró Dan cuando yo me calmé. –Laura está durmiendo en lo que supongo que es la habitación de invitados, se ha duchado y se ha puesto un pijama tuyo, ¿vale? Hemos merendado tortitas, pero no te preocupes he fregado todo.

1. Desde la ansiedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora