Epílogo

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«Desperté en la oscuridad sin dejarte de pensar sigue tu huella en mi almohada. Veo tu rostro frente a mí siento que aún estás aquí, todo mi cuerpo te extraña. Puedo ver tu sombra en la luna cuando mi memoria te alumbra. Ya están desgastadas todas las palabras lo que queda entre tú y yo no le alcanza al corazón y desde mi pecho suena tu recuerdo. Todo lo que fue de los dos son ecos de amor»

Ecos de amor - Jesse y Joy

La noche estaba tranquila. El viento era cálido y despacio, acariciando las ramas de los árboles, arbustos y pequeñas flores. Algunas aves nocturnas danzaban por el cielo oscuro que solo estaba iluminado por las estrellas y el resplandor de la luna llena.

Mary quién se encontraba dormida, se removió en la cama y poco a poco abrió los ojos. Se giró hacia un lado a la vez que dejaba caer su mano sobre la cama, y así, pudo percatarse que estaba sola. Por un momento creyó que aquel sueño había sido real y que, al abrir los ojos, él estaría ahí con ella, pero no fue así. Suspiró y cerró los ojos, por un momento, pero el llanto de su bebé la hizo levantarse de forma rápida tomando su varita.

Se dirigió hasta el cuarto de su pequeño y camino hasta la cuna. Allí, se encontraba un pequeño de cabello castaño y ojos verdes; era el fiel retrato de su padre. Lo tomó entre sus brazos a la vez que depositaba un beso sobre su pequeña cabeza. Comenzó arrullarlo y tarareándole una melodía de cuna, a la vez que, hacia un encantamiento para producir burbujas, las mismas que a él le gustaban.

Sonrió con nostalgia al recordarlo, camino hacia la ventana de la habitación de su pequeño y fijó su mirada en la luna llena. Aquella luna siempre le traería recuerdos, mas ahora después de lo ocurrido. Hace un año se había producido la batalla de Hogwarts, en donde Lord Voldemort había sido derrotado por Harry, el hijo de su mejor amiga junto a uno de los chicos más revoltosos que Hogwarts había tenido.

En la batalla habían muerto muchas personas, pero lo más doloroso de aquel día, fue la muerte de él; de su amor, compañero, amigo, amante. Remus Lupin había sido todo aquello para ella y a pesar de haber transcurrido un año de su perdida, ella seguía recordándolo.

En cada luna llena, recordaba su rostro a tal punto que llegaba a creer que podría volver a verlo junto a ella. Dejó escapar algunas lágrimas, pero las limpió rápidamente con la manga de su pijama y fijo su mirada en su bebé. Aquel niño le devolvió la mirada y permaneció por varios minutos observando a su madre, como dándole a entender que la comprendía y que siempre estaría con ella.

Mary se sentó en la silla mecedora que estaba junto a la ventana fijo su mirada por un momento al paisaje nocturno y la volvió a fijar en su pequeño, quien comenzaba a bostezar y a cerrar sus pequeños ojos lentamente.

—Te prometo que serás el niño más amado—le susurró Mary—junto a tu padre, nos encargaremos de ello.

Su bebé ante aquellas palabras se acomodó en los brazos de su madre y durmió profundamente. Macdonald no podía dejar de observarlo, nunca creyó que después de tanto acontecimiento triste, la vida le regalaría una felicidad eterna, ser madre.

La puerta de entrada se abrió y unos pasos comenzaron a caminar, hasta dirigirse al dormitorio principal, y al no ver a la rubia, la llamo. Mary ni siquiera se inmuto, sabía perfectamente quién era. El hombre se dirigió al cuarto del pequeño, y se quedó observando desde el alfeizar de la puerta, como ella mecía al pequeño sin dejar de observo con una sonrisa.

—¿Cómo están las personas que más amo? —preguntó John sonriendo, aun desde el alfeizar.

—Bien, solo había despertado—respondió Mary.

John Mcgregor caminó hasta donde se encontraba la rubia. Tomo el rostro de ella entre sus manos y la besó de forma dulce, para luego observar a su pequeño y depositarle un beso en la coronilla.

—Pensé que no te vería hasta mañana—dijo ella, entregándole al pequeño John a Mcgregor

—La misión terminó antes de lo esperado. Ya los mortífagos que quedan son los menos, y por sí solos...No son una gran amenaza—respondió él, a la vez que depositaba al pequeño en su cuna y se giraba a ella.

—Vaya. Me alegro escuchar eso—sonrió y se acercó a Mcgregor, rodeándolo el cuello de él, para besarlo.

—Iré a la cama...Estoy muerto.

—Yo te veo vivo—rio despacio. John solo enarco una ceja

—Que gracioso Ja-ja-ja—ironizo él para luego mover la cabeza de lado a lado.

—Pero antes...Deberías darte una ducha—respondió ella, dando un paso atrás y observándolo con la luz de la luna reflejando la mitad del cuerpo de él—No pienso dormir así contigo, John.

—¡Por Merlín, mujer!—exclamó, recibiendo una mirada amenazadora por parte de ella—Lo siento. Estoy cansado, solo quiero dormir y tu solo te preocupas por mi aspecto. Agradece que estoy vivo.

Mary reprimió una risa y tomo de la mano de Mcgregor guiándolo hasta el cuarto principal que compartían. Lo poso frente al espejo de cuerpo completo que se encontraba a un costado del armario, y encendió la luz. John observo su propio reflejo dando un pequeño salto hacia atrás. Tenía varios rasmillones en el rostro, sangre seca a un costado de su mejilla, un ojo morado y... la ropa, si no fuera por su capa característica que utilizan los aurores, hubiera pasado por algún vago.

—Tienes razón, iré a ducharme antes de dormir—respondió con una sonrisa, dirigiéndose al baño.

Mary se quedó sola en el cuarto y su mente rápidamente le trajo recuerdos de Remus. Siempre, en las últimas lunas llenas, desde hace un año que lo recuerda y nunca dejará de hacerlo.

Se dirigió a la cama y se acostó bajo las frazadas, y aun con su varita en mano, hizo aparecer algunas burbujas a la vez que algunas lágrimas comenzaban rodar por su pálida mejilla. A pesar de que, con Remus, nunca pudieron retomar del todo su relación, ella seguía amándolo como la primera vez y sabía que Remus, también siguió sintiendo lo mismo por ella, hasta su último día; no por ello aquella noche en la batalla de Hogwarts, Remus envió un patronus corpóreo hacia ella. Patronus que solo unos pocos habían visto, sus amigos, Lily y ella.

—Aún te sigo extrañando, Remus—murmuro para sí misma, sin dejar de hacer burbujas con su varita—Lo peor, es que sé que no te volveré a ver.

Las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, a la vez que ella dejaba su varita a un costado y abrazaba sus piernas. Siguió llorando en silencio con su rostro escondido, hasta que sintió que un costado de la cama se hundía un poco, para luego sentir que unos brazos la atraían hacia la persona.

Mary se dejó acurrucar por John. Inspiro hondamente y su fragancia inundo sus sentidos. Era una fragancia agradable, pero no era la de Remus.

—Tranquila...—murmuró Mcgregor acariciando el cabello de ella—Yo seguiré contigo, pase lo que pase.

Mary se alejó un poco de él y poso su mirada azul en la verde de John. Él la miraba con una pequeña sonrisa. Su pelo aún estaba mojado y pequeñas gotas se deslizaban por su rostro hasta perderse por su barbilla.

—Gracias...—dijo con voz casi inaudible—a veces creo que no te merezco, John—sonrió con nostalgia.

—No digas eso. Tu mereces más que nadie ser feliz, Mary. Y yo me encargaré de ello—le sonrió para luego besar de forma delicada sus labios.—Además, tenemos un bebé juntos, el cual lleva mi nombre gracias a ti.

Mary lo observó con una pequeña sonrisa, le acarició el rostro y John ante aquella caricia, cerró los ojos a la vez que Mary acercaba su rostro y posaba sus labios en los de él. Era un beso tranquilo y lleno de afecto, pero no de amor por parte de la rubia. Ella aún no podía amar del todo a John.

Si tan solo supiera que el nombre del pequeño, no era por él, sino que del único hombre que ha amado en toda su vida y que hasta ese último momento de vida pensó en ella, enviando su Patronus corpóreo, con un solo mensaje: te amo.

El pequeño John lleva ese nombre solo por Remus John Lupin. 







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Patronus-Los recuerdos de R.J.Lupin [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora