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AIDEN

La cara me arde, la palma de su mano sigue en mi cara ya que la rojez no se quita ni con hielo.

No tuve tiempo de explicar y ver que se sintió herida a través de su mirada me hizo sentir aún peor. Pero debía hacerlo, es mi trabajo unirme a Samantha ya que según la evidencia de la cercanía de esta con Bruno en ámbitos sexuales, laborales, amistosos me permitirá acabar con el operativo pronto y tener respuestas sobre el paradero de Mía.

Muchas veces debes hacer cosas desagradables para obtener lo que deseas y este es mi caso.

- Es una maldita. - Se queja Samantha con una bolsa de hielo en su rostro.

- No, no lo es. – Sentencio. – Deberías tener respeto por ella y no hablar así a sus espaldas.

- ¿Por qué la defiendes? - Refunfuña. - Ni que fuera una maldita reina para que todos le rindan pleitesía.

- Porque tiene razón, yo no sabía absolutamente nada de unas supuestas reglas sobre relaciones y en ningún momento las mencionaste. No quiero que me echen de acá por esto, necesito el dinero. - Miento.

Yo soy culpable en acercarme a Samantha, pero esta se me abalanzó a besarme sin oportunidad de refutar y el alejarla habría sido peor.

Ella no dice nada y se levanta molesta a hablar con su amiga, Genevieve. Me quedo sentado un rato en la cocina con el hielo en la cara. Subo las escaleras en silencio y tratando de no llamar la atención, no quiero que me vean cerca de su dormitorio.

Acerco mi oreja a la puerta, oigo unos sollozos y decido dejarla tranquila. Siento una presión en el pecho al escucharla de esa forma, no obstante debo actuar como si nada, así la lastimaré menos.

Me gusta, en realidad me gusta, pero puede poner en peligro todo si le comento la situación y no cierra la boca. Necesito estar seguro de que estoy tratando con una persona de confiar a ojo cerrado.

Me marcho a mi habitación y estropeo la puerta al tirarla. Se supone que lo que más evitaría serían los problemas y veme aquí matándome la cabeza por una mujer que no debería gustarme. Sería mi distracción, mi perdición y no lograría nada de lo que me prometí antes de llegar a este lugar.

Samantha no era la mejor opción, pero he notado comportamientos que seguro me acercarán a lo que necesito. Podría hacer que se enamore de mí, tardaría tiempo y seguramente me ganaría el odio de Grace.

"A MÍ esposo". Que remarcara la palabra me tiene con un sabor amargo en la boca, odié que lo nombrara como si fuera su única protección cuando es todo lo contrario.

No sé si siento rabia o decepción, pues no sé qué sea peor....

GRACE

Los días pasan y he divagado en mi mente el discurso que convencerá a Bruno de poner todo bajo mi control. Sueno como una niña desesperada buscando su aprobación, pero controlar las cosas o sentir que lo hago, aleja mi mente de distracciones que no le aportan nada bueno.

Suspiro, reparo que el vestido negro que uso en estos momentos esté en un perfecto estado, me aplico más perfume y detallo mis labios con el labial rojo que me hace resaltar y que hace parte de mí, pues es mi color predilecto de toda la vida, mi cabello rubio lo echo hacia atrás y dejo que unas ondas caigan sueltas.

Camino hasta su estudio, por el pasillo veo a varios de los seguidores del mal y ruedo los ojos con fastidio cuando cuchichean cosas que creen no oigo.

- Hablar mal de su jefa también está prohibido en las reglas. - Les recuerdo caminando erguida y ellos se callan y se largan de ahí con nerviosismo.

Toco la puerta y me indica que siga.

- Hola, mi amor. - Saludo y él sonríe levantándose de su escritorio viniendo hacia mí.

Tiene un traje azul oscuro que le favorece a su cuerpo.

- Hola, mi querida. - Me toma de la mano y me hace dar una vuelta. - Estás preciosa hoy, muy radiante. Digna esposa mía.

Finjo que su comentario me agrada.

- Claro, amor. - Él se sienta en un mueble y yo llego a sentarme en sus piernas. Le empiezo a desabrochar la corbata.

- Grace, ahorita tengo... - Lo beso suavemente y él me corresponde. - Está bien, algo rápido.

- Quería hablarte de algo. - Va subiendo sus manos por mis piernas, les está dando un suave masaje.

- Cuéntame. - Reparte mordiscos por mi cuello.

- Es sobre la regla de no tener relaciones entre tus empleados.

- Ya te he dicho que no los llames así... - Para de darme besos. – son mis seguidores, nuestra familia.

Tan solo el hecho de que considere que esta basura que existe es una familia, me genera repulsión.

Yo reacciono ante su pausa y estiro mi mano hasta su pantalón, subo lentamente hasta sentir su abultado miembro.

- Lo siento. El caso es que Samantha y el nuevo han estado juntos. - Él se tensiona sobre mí y algo me huele a sospecha. - Ya sabes cuáles son las reglas, quiero que las hagas respetar o que al menos me des la potestad de hacerlo.

- No la puedo despedir... - Confiesa subiendo sus manos a mis muslos.

- ¿Por qué?

Mete su mano por debajo de mi vestido hasta llegar a mi ropa interior. La corre y empieza a magrear mi parte, pequeñas vibraciones me erizan la piel.

- ¿Es tu amante? - Pregunto al ver que no responde y me levanta bruscamente.

- ¿Cómo tienes el descaro de venir a decirme esa barbaridad? ¿Crees que me rebajaría a su nivel? - Suelta con asco. - No tengo que darte las razones para que sepas por qué no la puedo echar a la calle. Confórmate con saber que no se puede.

Hago una mueca de dolor, odio cuando me habla así, sus palabras solo destilan veneno y peligro.

- No tienes por qué contestarme de ese modo cuando te pregunto por ella, eso da más que decir y dudar. - Me suelto a llorar para darle más drama a la situación y tapo mi rostro para evitar que me vea.

Él se queda de pie unos momentos, pero se rinde y se agacha, alzándome el mentón, obligándome a mirarlo.

- Lo siento, amor. - Trata de justificarse y sé que es la señal para llorar aún más, así que no me inhibo y trato de sacar todo excusándome en esta tontería. - No sabía que te afectaría tanto mi tono, creo que es porque me amas mucho y tienes miedo de perderme. Yo también temo perderte.

- Claro que no te quiero perder. - Hago un puchero y él sonríe tontamente. - Por eso no puedo imaginarte con otra mujer que no sea yo.

- Hagamos algo, ¿vale? - Pregunta y yo asiento esperando su respuesta. - Tendrás el control sobre las chicas, harás que cumplan las reglas que consideres necesarias. Incluso Samantha y si ocasiona problemas me lo dirás y lo resolveremos juntos.

Mis labios se desvían en una sonora sonrisa de victoria, lo abrazo y él atrapa mis labios.

Tras una hora de sexo, me largo de su despacho caminando aún con más imponencia sobre los demás. ¿Debería sentirme orgullosa de esto? Claro que no, pero no soy la única persona que comete cientos de errores en razón a sobrevivir así que nadie tiene la potestad de juzgarme.

Todos somos unos corruptos de alma, unos más que otros, pero al fin y al cabo nadie se escapa de la oscuridad disfrazada de control.

Bad Captive | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora