24.

76 8 9
                                    

¿El temor nos hace débiles o evita futuros daños?

Bueno, jamás he encontrado respuesta a ello. Solo sé que el temor te impide actuar de la forma en que quisieras, pero también impide que te hagas daño.

No soy estratega, solo sé actuar de la forma en que quiero que otros me perciban con tal de no tener cuestionamientos absurdos. Pero incluso el actuar queda nulo con la evidente preocupación que muestra mi lenguaje corporal.

Más de cincuenta hombres han rodeado la mansión, los veo patrullando por todos lados y el pánico por Aiden me invade el sistema nervioso.

Bruno maneja siempre un perfil bajo, entre menos hombres sepan de los problemas que tiene, para él es mucho mejor.

Siempre quiere demostrar que tiene todo bajo control, igual que yo. Quizá en eso seamos idénticos. No sé con seguridad si los hombres armados que ha traído sean suficientes para combatir a Aiden y los demás pertenecientes a la investigación, es decir, trabaja para el gobierno y sospecho que Bruno no ha sopesado el nivel de todo esto. Supongo que ha concluido que Aiden es de todo, menos el hombre que le arruinará el fruto que ha construido por años a punta de sufrimiento ajeno.

Me ha ignorado desde que he puesto los pies en la mansión, solo nos saludamos antes de llegar Samantha a revolotear sobre el secuestro de su hermana y el instinto de mi corazón no cree ni una pizca en todo su teatro.

Sin embargo, parece que Aiden le creyó y se arriesgó por voluntad propia a negociar por ella.

Lo único que he vito ha sido a los demás trabajadores organizando mi fiesta de cumpleaños, es ilógico que después de tantas sospechas lo siga ejecutando.

He intentado acercarme para distraer a Bruno, por si se trata de algún plan suyo y de su amante, pero no me ha permitido ni dirigirle la palabra. Parece molesto conmigo, dolido y no sé qué tan peligroso sea en ese estado, pero no me importa, debo hacer algo si no quiero volverme loca esperando a que mi hombre se encuentre sano y salvo.

Ya han pasado tres horas desde que han preparado la decoración para mi fiesta de cumpleaños. Estoy en mi habitación con los nervios a flor de piel mientras trato de entrar en un vestido rojo largo, ceñido a mi cuerpo y de mangas largas con encaje.

Cuando termino de arreglarme, bajo las escaleras para dirigirme al gran salón. El ver a tantos hombres armados me causa nauseas, pero trato de verme neutral, como si ni me inmutara por su presencia.

Todos se acercan a abrazarme mientras me felicitan por un año más de vida y yo solo quiero respuestas pronto. Bruno se acerca a mí con cautela y me da un largo beso en los labios, de esos besos con sabor a amargo, como si él supiera algo que yo no.

Me rasco el cuello con fuerza, siento como arde y enrojece esa zona, pero no puedo controlarme. Los nervios me van a matar.

Samantha se acerca y me regala una sonrisa de total hipocresía mientras me mira de pies a cabeza como si fuera inferior a su lado.

— ¿Algún problema, querida? – Me cruzo de brazos y le cuestiono con evidente molestia.

— Yo no tengo ninguno, pero tú pronto lo tendrás. – Me mira con desdén.

Palidezco y veo como se ensancha su sonrisa mientras gira sobre sus talones y se dirige al puesto donde se encuentra Bruno. Le susurra algo al oído y lo lleva agarrado de la mano con un gran descaro.

Él no opone resistencia y empieza a temblarme el cuerpo. Me quedo estática en mi lugar decidiendo cómo reaccionar pero si soy sincera, mi mente está en blanco.

Como puedo camino hasta su despacho, con miedo de ser interceptada en algún pasillo o que alguno de sus hombres me agarre a la fuerza.

Suspiro tomando el valor suficiente para abrir la puerta de su despacho y no toco, pero la escena descarada que observo me hace girar la cabeza a otro lado. Samantha y Bruno están teniendo sexo de forma descarada frente a mí.

Bad Captive | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora