7.

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— ¿No me vas a hablar? — Se queja rascándose el puente de la nariz.

Afortunada fui de que Bruno me permitiera quedarme y mi madre llamara a convencerlo de volver con ella. Creí que se le pasaría la mano o me llevaría a la mansión nuevamente para encerrarme por otro año más, sin posibilidad de ver a nadie más que a los empleados.

— Estoy recuperando la paciencia para no cortar tus pelotas. —Enarco una ceja y le entrego los platos del almuerzo. – No he olvidado que eres un imbécil.

Los recibe molesto y se marcha. Yo ruedo los ojos y suspiro frustrada. Al rato, vuelve con un postre de fresas que me hace relamerme los labios.

— ¿Y ahora? — Me lo entrega y yo lo recibo emocionada.

Doy la primera saboreada y siento que estoy en el paraíso.

— ¿Por qué tendría que hacerlo? — Sigo comiendo — ¿Acaso no puedes dormir porque estoy molesta contigo? ¿Qué mas da? Termina de joderme la vida.

—Lo sé, soy un imbécil. Pero no ha sido con mala intención, solo no supe que hacer.

—Lanzarte de un decimo piso. – Me encojo de hombros cuchareando las fresas.

Dramatizo y él reprime una risita.

— Vístete, paso por ti en un rato. — Sale dejándome con la palabra en la boca.

Agh, como jode.

A regañadientes me arreglo como puedo, no iría, pero la curiosidad me gana y quiero saber qué hará, la última vez terminamos con maletas llenas de dinero por su grandiosa idea de llevarme a un bar con ancianos jugando.

Son las cuatro y media de la tarde, por lo que trato de usar algo suelto y cómodo si llegamos a tardar mucho tiempo.

Ato mi cabello en una coleta alta y salgo al oír su voz afuera. Se queda observándome por unos minutos que parecen una eternidad y me remuevo incomoda.

— Vamos. — Él vuelve de su "shock" y carraspea asintiendo.

Sigue adelante guiándome hasta el coche. Subo al puesto de copiloto y conduce por un tiempo hasta llegar a un pequeño bosque. El ambiente está un poco nublado, pero supongo es por la altura, estamos algo lejos de la ciudad.

Para el coche y lo único que mis ojos captan son el color verde, de las praderas, los árboles y las pequeñas montañas.

Me abre la puerta y me bajo del auto. Él carga un morral, extendiéndome su mano para caminar junto a él. Dudo en tomarla, pero finalmente lo hago pues no conozco el camino y temo tropezar, caer y morir.

Caminamos durante una media hora y lo que mis ojos se encuentran me deja totalmente sorprendida y emocionada. Una laguna completamente rodeada de árboles, prado con flores a su alrededor, con agua cristalina color cerceta y una pequeña escalera de madera para llegar allí.

— Aiden... ¡Esto es magnífico! — No lo puedo creer. — ¿Cómo lo encontraste? ¿Ya conocías este lugar?

Él asiente con las mejillas sonrojadas y no puedo contener una enorme sonrisa.

— Esta es mi forma de decir "lo siento". —Se rasca la nuca.

Suelto una risita nerviosa.

— Pues equivócate todos los días.

— Lo haría solo por verte sonreír de esa forma. — Se escapa de sus labios y abre los ojos al darse cuenta de lo que acaba de decir. — Como una completa maniaca.

— Ajám...

Niego con la cabeza, lo que dijo provocó una sensación extraña en mi estómago. No lo pienso dos veces y bajo rápido por las escaleras, tirándome a la refrescante agua que me acoge en sus brazos.

Bad Captive | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora