Damian
Con paso lento me acerqué a la temblorosa niña que yacía al frente mío, su sonrisa nerviosa, sus dientes chirriantes y su cuerpo ligeramente pálido me indicaba que estaba nerviosa. Me acerqué a ella y con suma delicadeza y le aparté el cabello de la oreja.
-Nada de lo que estás pensando va a suceder-. Le dije con sutileza al oído, oí como botaba un suspiro pero después cómo se contraía al sentir que jalaba el lóbulo de su oreja.
La cargué y la llevé a su cuarto. Le desabroché la blusa y el pantalón, dejándola en ropa interior. Ella se tapó de inmediato pero yo quité sus manos.
-Tranquila, solo quiero atender a mi reciente invitada-. Dije y pude sentir que se relajaba.
Busqué en los cajones ropa interior y una pijama. Le di la vuelta y desabroché su sostén, le puse el polo y luego la volví a girar. Le bajé la ropa interior y le puse uno nuevo. Acomodé el short de pijama de una forma para que ella sólo tuviese que meter su pies y yo pudiera subirlo.
Levanté mi mirada y la vi roja de la vergüenza. No lo entendía, en realidad sí pero ni que no conociera la anatomía femenina, más bien creo que me la sabía de memoria y la de ella no sería una excepción. La acosté en la cama y la tapé.
-Buenas noches-.
-Buenas noches, descansa-. Me dijo con una sonrisa tímida. Si creía que siempre sería así, pues estaba equivocada. Si supiera lo que le pasaría mañana, ya no tendría ese descaro de hablarme como quiere. Niña igualada. Le apagué la luz y me fui a mi cuarto. Me senté en la mesa para planear lo que haría mañana.
***
Vi la hora, siete con dieciséis, hora perfecta para comenzar con mi tortura y darle el lugar que se merecía, la de sumisa. Tenía que comprender que el que mandaba aquí era yo y ella era una simple humana, inservible.
Fui a su cuarto y ahí estaba ella durmiendo. Sería una verdadera desgracia despertarla. La tomé entre mis brazos y me dirigí hasta el patio trasero. Ahí la senté en la silla que estaba en medio del jardín y la amarré. No se despertaba tenía el sueño pesado.
-Niña despierta-, le dije y nada, ¿estaría muerta? La agarré de los cachetes y la zarandeé. Se despertó asustada y con la mirada sorprendida.
-¿Qué estoy haciendo aquí?-. Me dijo. Podía oler el miedo, se sentía a kilómetros.
-Mira niña, las preguntas las hago yo, tú te callas y respondes ¿entendido?-, le dije y ella sólo atinó a asentir-. ¿Por qué crees que estás aquí?-
-Creo que porque me odias-.
-Estás en lo correcto pero no sólo por eso, la venganza es algo delicioso y eso es lo que busco, tú vas a pagar por todo el daño causado-.
-Y ¿qué se supone que he hecho?-
-Tus padres mataron a los míos y el dolor que sentí no será nada comparado con lo que vas a sentir tú. Eres tan inútil, lo mejor es que nadie reclamará o te buscará, no tienes amigos, ¿creías que no lo sabía? Al único que tienes es a mí, te conozco de toda la vida y no sabes cómo me he reído con tu patética vida-, dije satisfecho y ella bajó la cabeza, estaba llorando, podía escuchar sus sollozos que aunque tratase de que fuesen silenciosos no lo lograba.
-Tú no me conoces y aunque digas que mi vida es patética, la tuya es más porque te detienes en eso, yo no tengo la culpa de lo que haya pasado, ni si quiera he conocido a los míos-. Me dijo con cierto enojo en su cara. La miré ahora más furioso y le propiné una cachetada, aunque fuera por las malas aprendería qué es el respeto.
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Soy Suya
VampireLo que sucede es lo único que pudo haber sucedido. No importa cuántas veces se prometa, se seguirá cometiendo los mismos errores y no, no es una decisión propia. ¿Solo la buscaba para hacerla sufrir? Eso creía él, pero el tiempo juzgaría aquello. ...