Damian
-Cállate Cloé, no estoy de ánimos para tus tonterías-, le gruñí a la loca.
-Ni yo para las tuyas-, respondió y se sentó a mi lado.
-¿Qué quieres?-, dije ya exasperado.
-Hacerte compañía y molestarte. ¡Amo molestarte!-
La miré incrédulo y me di media vuelta, no pensaba seguir escuchándola, ¿por qué no le podía haber gustado otro y estar así de lunática con él? ¡Rayos! ¿Es que no podía largarse? No. Se tenía que acercar corriendo a mi lado.
-¡Para!-
- Pero ¿por qué te molestas?-, pregunta riendo.
De repente si no le respondo se va a ir. No quería estar con esa, es mejor estar solo que mal acompañado, estaba molesto y lo único que quería en ese momento era matar a alguien. Si ella se iba, yo iba a estar muy feliz. Decidí ignorarla, yo quería encontrar ese lugar en donde estaba seguro que seguía viviendo. Con cada paso que daba escuchaba que las ramas crujían y mientras más avanzaba, más reconocía el lugar, muchos momentos vinieron a mi cabeza.
Sabía que aquel lugar no estaba muy lejos, no sería muy difícil encontrar una casa que estuviera en medio de muchos árboles, digo, era la única casa. Además, aunque hubieran muchas esta se distinguía por el símbolo tan peculiar que tenía; dos astas decoradas con flores y algunos espejos pequeños. El lugar rústico que tenía apariencia de casa era tan particular de ella, echa a madera, desgastada y con algunas hojas alrededor.
Me acerqué y toqué dos veces para esperar que me abrieran la puerta. Pero sabía que nadie vendría a abrírmela si es que Cloé seguía a mi lado, tenía que desaparecerla como sea. Estaba harto de sus tontos juegos, de todo lo que había causado por su locura.
-Vete-, gruño molesto.
-¿Qué? ¡Tú no me mandas!-, chilla.
-¡¿Puedes largarte?! ¡Vete! Ya has fregado todo por hoy. Vete-, juraba que si se quedaba más enloquecería, no entendía la loca.
Me maldijo y yo rodé los ojos. Ya había hecho mucho desastre por hoy, debía estar agradecida de que estaba siendo paciente con ella y no tenía su corazón en las manos pero no le aseguraba que esto durase por mucho tiempo, es más, creo que ya había llegado a mi límite.
-¡Suéltame!-, grita
-¿No te ha quedado claro?-
La solté y ella se sobó repetidas veces la mano. Me mató con la mirada y luego desapareció, más rara no podía ser. Toqué unas veces más con insistencia al ver que nadie me abría hasta que se abrió la puerta y apareció una pequeña señora con un bastón examinándome con la mirada , vi que en su rostro se esbozó una hermosa sonrisa y se acercó a mí para abrazarme.
-¿Cuándo pensabas volver a venir?-, me regañó.
-Ya estoy aquí-, traté de evadir la pregunta y el hecho de que me sentía culpable por haberla olvidado por un buen tiempo.
-Y me alegra, hace tiempo que no te veía, temía de que algo te hubiera pasado. Tú sabes muy bien cómo las malas lenguas hablan y tergiversan las cosas-, habló y reí. No podía creer que siguiera creyendo en lo que los demás dijesen aunque ya muchas veces le hubiera dicho que no lo hiciese, que yo era un sobreviviente de todo.
-Lo sé-, digo y me rasco la nuca.
-Y bueno, ¿a qué has venido?-, dice yendo directo al grano. Río y niego divertido.
-Necesito de tu ayuda. ¿Qué quiere decir que tengas algo en los ojos?-
-¿Qué?-
-Me refiero a que tiene como una mancha dorada en los ojos que dura unos breves segundos antes de que vuelva a pestañear-.
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Soy Suya
VampirosLo que sucede es lo único que pudo haber sucedido. No importa cuántas veces se prometa, se seguirá cometiendo los mismos errores y no, no es una decisión propia. ¿Solo la buscaba para hacerla sufrir? Eso creía él, pero el tiempo juzgaría aquello. ...