Cap. 20

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El retumbar de los cañones despertó a Percyval. No podía saber si era de día o de noche, pero suponía que debía ser de noche ya que acordó con Delia navegar él de día y ella de noche (controlando el timón).
El problema de los cañones es que su visión quedaba sumamente reducida, pues el ruido que hacían le impedía ver las vibraciones de sonido que normalmente le indicarían dónde estaba el suelo, o dónde estaba la silla. Por ésto mismo, a dos pasos de la cama ya se había golpeado el pie con la pata de la silla. Maldijo para sus adentros y, a tientas, llegó hasta la puerta. Decidió entonces ver qué era todo lo que estaba pasando, y con un rápido barrido de vista, escuchó/vió cómo una especie de bola (supuso que sería una bala de cañón) chocaba contra un objeto grande de madera que también producía un estrepitoso ruido, entre gritos de ira, declaraciones de guerra y más cañones.
Con todo ésto viéndolo desde la puerta de su camarote, y sin poder ver sin embargo lo que tenía más cerca, decidió que lo mejor sería quedarse en cama, y ver si conseguía dormir mientras echaba de vez en cuando una miradita a la batalla.

Sin embargo, su compañera de timón, Delia, no estaba tan calmada. El mar embravecido agitaba el barco de proa a popa, y el barco enemigo se ocultaba entre la niebla, dejándose ver solo cada vez que disparaba o recibía una bala, y el fuego iluminaba su silueta.
El timón casi iba por su cuenta de lado a lado, y la ligereza innata de Delia no ayudaba a la labor de sujetarlo firmemente.
Mike la ayudó, y con dos zarpas de color negro, agarró con fuerza el timón. Delia, mientras, tomó posición en los cañones...

Tras varios minutos, tal vez horas, la batalla había cesado. El humo y los restos de madera que el sol iluminaba de madrugada así lo indicaban. Exhaustos, y ya oficialmente parte de la tripulación, los alumnos del "turno de noche" se dirigieron a sus camarotes, mientras les deseaban suerte a los somnolientos alumnos del "turno de día" con la limpieza que tendrían que hacer de cachos de madera, tela de las velas rota, etc. Sería, para éstos últimos, un día muy largo...

Eirin, después de realizar sus tareas, se fue a investigar el barco. Su aparente gran tamaño exterior no era producto de un efecto óptico, pues por dentro era igual de grande. Después de ver un par de camarotes (el de Zac, y el de Blake) se decidió a leer algún libro de la biblioteca, en el salón.
Tras haber ojeado un par de tomos, y leer el título de otros tantos, se decantó por uno en específico. Éste era mágico, pues tan solo contenía tres partes, portada; una hoja que cambiaba de texto e ilustraciones según se moviera de un lado al otro; y contraportada. La primera estaba formada de cuero, al igual que la última, y ambas tenían decoraciones con corales de colores. Y en la portada, escrito en letras doradas grandes, el título: «Oceanédia».

Lo guardó para más tarde, con la esperanza de leerlo al llegar la noche y cenar todos juntos (desayunar para el turno de noche). Y, con un suspiro y un pequeño libro de aventuras, se subió a una hamaca que estaba enganchada por sus dos extremos a las paredes del salón, colgando en su centro.

Mientras, Jack observaba el mar azul. De vez en cuando un pájaro se posaba en las redes más altas, y en los nudos más altos de los cabos.
Él estaba (se había teletransportado) en la cima del barco, en donde se ataba una de las velas. Allí podía ver el mar con claridad, y también a los pájaros que se posaban allí arriba. El sol se ocultaba en el fondo, y poco a poco el océano se iba quedando en la penumbra. Sin embargo, antes de que los últimos rayos más rojizos del sol se perdieran en el horizonte, el agua del océano empezó a iluminarse en diversos colores. Azules, rosas y naranjas, a gran velocidad se movían por el agua.

Con voz estruendosa, el Capitán llamó a cenar/desayunar a la tripulación (los alumnos). Siempre cenaban en cubierta, y el espectáculo de luces, tema sobre el que el Capitán estaba sospechosamente callado, era algo demasiado hermoso como para perdérselo.
Mientras cenaban, Jack preguntó lo que sus compañeros dudaban desde hacía rato.

-¿Qué es todo eso?

-Sirenas. -Respondió el Capitán-

-¿Sirenas? -replicó Mantis- ¿Eso no son leyendas?

-Las leyendas, querida grumete, son historias muy verídicas aquí. -Contestó el Capitán- Pero, no creo que sean las mismas sirenas que vosotros os imagináis.

-¿Por qué dice eso? -preguntó Alloy-

-Bueno... Os explicaré, pero más les vale a mis marineros nocturnos estar bien despiertos cuando acabe, o limpian la cubierta hasta que refleje el sol del amanecer.

Los alumnos asintieron.
El Capitán hizo memoria por un segundo.

-Las sirenas, -comenzó- son en efecto mitad mujeres mitad pez, así como los centauros son mitad humanos mitad caballos. Pero las sirenas, por cierto, de gran y terrible hermosura, lo que tienen de belleza, lo pierden de personalidad. Puedes y podrás cuando quieras, hablar con una sin peligro, y podrás ser su amigo si así lo deseas. Pero su cerebro, es el de un animal. Un cazador. Y su táctica es, mostrarse más humanas de lo que realmente son. Te cantarán, te susurran, y sabe Dios que por muy mujer deseosa de hombre que seas, no hay alma masculina o femenina que no haya sucumbido a sus cortejos. -Hizo una pausa, para observar a su tripulación espectante, iluminada de colores y con las barriga llena-  Y su personalidad, oh, su personalidad. Serán malas. Muy, muy malas. Pero necesitarás más. Te insultaran, de una manera tan dulce, tan tímida, tan inocente. Y entonces, cuando menos te lo esperes, estarás en el fondo.

-¿En el fondo? -Interrumpió Mike-

-Sí, en el fondo. No en la arena. No en el fondo marino con corales y algas, no. Si no en "El Fondo". Con mayúsculas y todo, grumete. Allí no hay más luz que la suya. No hay más sonidos que su voz. No hay más olor que su peste y la de los cadáveres de sus anteriores víctimas. Y no hay más comida que tú. -Sentenció en tono solemne, aunque un poco teatral-

-¿Sin escapatoria? -Volvió a romper el silencio Mike-

-Bueno... -el Capitán parecía incómodo- hay algo que aún no os he contado de nuestro querido enemigo, Waves. Él es el hijo de un marinero solitario, Bill "el descalzo", y una sirena con demasiado buen corazón y buen gusto gastronómico. Se cuenta que ella se enamoró de Bill al verlo solo y desamparado por el mar, en un bote, silbando. Y él, al oír su melodía respondida por la sirena, actuó sin pensar y se dejó llevar por ella... -Hizo una pausa dramática- y nada más se sabe con certeza. Sólo se sabe que, tiempo después, 16 años nada menos, el mar escupió a un muchacho maltrecho que se decía tenía branquias en el pescuezo.

-Waves... -susurró Blake-

-El mismísimo Diablo, mejor dicho. Pero sí, estás en lo cierto chico, ése muchacho era y sigue siendo, Keylor Waves.

Y con un gesto de brazo, y un alzar repentino de las velas, el Capitán dió fin a la tertulia y la tripulación se fue a sus respectivos puestos, o a sus respectivas camas.


Y hasta aquí el capítulo de hoy ♥️

Siento la tardanza, pero la inspiración me tarda en volver.
Igualmente, espero, como siempre, que os haya gustado ☺️✨




Pd: En el siguiente capítulo (seguirá la historia, tranquil@s) habrá imágenes también.
Ninguna es una imagen mía o de mi autoría, son sacadas de Pinterest de diversos usuarios, y por lo tanto no sé quién es el autor verídico de dichas imágenes.

Mis respetos hacia ellos, y mis más sinceras gracias por crear tales majestuosidades de imágenes, para mi gusto al menos.

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