Después de recoger nuestras maletas empezamos a buscar a Axel por todo el lugar, pero no lo veíamos.
—¿Buscan a alguien, señoritas?
Su voz grave y divertida nos hizo girar en nuestro propio eje. Mis ojos se abrieron grande y mi rostro se congeló.
—¿Qué mierdas le pasó a tu cabello? —pronunciamos Yoce y yo al unísono.
Axel alzó las manos sorprendido y nos miró perplejo.
—Leonardo me había dicho que estaban cambiadas, pero no pensé que tanto —llevó sus manos a los bolsillos y sonrió—. Tampoco es para exagerar, solo lo corté un poco por el trabajo. Y ninguna de ustedes puede decirme nada, ve Yoce, ya no tiene afro, mírate a ti —me señaló—, ahora eres rubia.
Pasé tímidamente mi mano por el cabello.
—No soy rubia —era champagne—, además ¿Qué trabajo ni que trabajo? Voy a matar a Leonardo, ya verá.
—¿Y si mejor me abrazan? —Axel hizo un puchero, ambas nos acercamos y como pudimos lo rodeamos— Las extrañé mucho.
—Y nosotras a ti.
Mi mejor amigo nos ayudó con las maletas y nos llevó hasta casa, todo estaba tranquilo, las calles me eran familiar y los sonidos eran los mismos, pero yo me sentía distinta.
Al entrar al apartamento todos los olores conocidos nos impregnaron. Yoce soltó todo y se lanzó al piso.
—No te das cuenta cuánto quieres algo hasta que lo pierdes.
Sus palabras eran bromistas, pero llevaron a mi mente hasta el hombre con fobias y anhelos. Me despedí de Axel que ya tenía que trabajar y arrastré mis maletas hasta mi habitación.
Tomé una ducha sin mojar mi cabello, salí del baño y después de secarme me coloqué un vestido beige de seda, unos tacones negros y me apliqué labial nada más porque ya no tenía ojeras que ocultar.
—Arregla tus cosas —le hablé a Yoce, que aún seguía en el suelo—, voy a ver qué se siente quedar como ridícula.
—Esa es mi hermana —su mano estaba extendida con el símbolo de "okey" formada en ella.
Tomé las llaves de mi viejo auto y salí de casa. Minutos después estaba frente a un gran edificio, "Ozturk company" decía el gran cartel que daba la bienvenida a aquella imponente empresa.
Caminé a paso seguro hasta llegar a la recepcionista.
—Buen día, ¿En qué puedo ayudarla? —su voz y su acento me dejaron embelesada.
—Hola, me gustaría hablar con Saint Ozturk.
Ella me miró sonriente.
—¿Tiene una cita? —negué— Me gustaría dejarte pasar, pero no puedo hacerlo si no tienes una cita.
—Vaya... yo quería darle una sorpresa entonces no puedo avisarle.
Ella me miró por unos segundos.
—¿Eres su novia? —no lo pensé mucho, asentí— Entonces no creo que se moleste si te dejo pasar. Si sucede algo malo tienes que decir que brincaste la seguridad y que te me escapaste, ¿Vale?
—Vale —asentí frenética—, te lo agradezco mucho.
—Ve —no quería preguntar dónde estaba Saint porque ahí sí que se daría cuenta de mi mentira—, en este momento está en el último piso.
Agradecí al cielo y me despedí de la recepcionista para subir por el ascensor.
Estaba nerviosa, jodidamente nerviosa.
Cuando las puertas se abrieron ví una sala más pequeña, pero con la mayoría de artefactos que había en la de abajo. También había una chica detrás de un escritorio, cuando alzó la mirada sonrió y me indicó que saliera del ascensor.
¿Todos eran tan amables? Aunque si eran empleados de Saint no me extrañaría en lo absoluto.
—Buen día ¿En qué te puedo ayudar?
—Vengo a ver a Saint Ozturk.
—¿Eres la novia? —la miré nerviosa y asentí— Mi compañera ya me informó que te dejó pasar. Ve.
Yo asentí varias veces y murmuré un "gracias" imperceptible.
Saber que Saint estaba detrás de esa puerta y que lo iba a ver nuevamente luego de un año me hizo contener la respiración. Estaba temblando, pero eso no me impidió alzar la mano y abrir la puerta.
No me fijé en nada más cuando entré, pues su cuerpo perfecto se encontraba detrás de un escritorio de vidrio, su vista estaba clavada en una computadora así que cuando entré no me miró, pero sí me escuchó caminar hasta él.
Lo miré por varios segundos, no había cambiado nada físicamente. Se veía más relajado y seguía igual de hermoso. Lo había extrañado mucho. Demasiado.
—¿Mucho trabajo, ministro? —alzó el rostro inmediatamente, su ceño estaba fruncido y su pecho empezó a subir y a bajar rápido, como el mío— Quizás está ocupado ¿Debería irme?
Él se quedó en silencio por varios segundos que parecieron eternos, mi corazón latía rápido en mi pecho y tenía mucho miedo de que todo haya terminado para nosotros, por eso cuando no recibí su respuesta actué indiferente.
Chisté.
—Creo que eso es un sí —sonreí tranquila «supuestamente yo» y me di la vuelta—. Hasta luego.
Abrí la puerta rápido, tratando de salir lo más pronto posible de allí y terminar con la humillación, pero su brazo pasó por encima del mío y la cerró con fuerza, sorprendiéndome
Me quedé quieta unos segundos hasta que cogí valor y me giré para mirarlo.
—Saint —pronuncié como saludo.
—Black —su voz sonó ahogada, pero fue melodía para mis oídos.
—Puedes llamarme Mackenzie, al fin y al cabo ese es mi nombre.
Él estaba confundido, pero luego de unos segundos sus ojos brillaron mucho y me miró enojado.
—¿Cómo pudiste irte luego de decirme por una carta que me amas? ¿Qué te sucede? —su mano seguía presionando la puerta detrás de mí así que estaba entre su cuerpo y la madera.
—Es una larga historia —fue lo que respondí.
Saint se separó de mí y agarró su cabello con fuerza.
—¡Carajo! Si no hubiese leído esa carta, en este momento te estaría odiando —se acercó nuevamente hasta mí y tomó mis mejillas entre sus manos—. No te vayas de nuevo.
Negué.
—No pienso hacerlo.
Él afincó su frente de la mía y cerró los ojos, su ceño estaba fruncido y su respiración agitada.
—Te extrañé mucho, mi amor.
Me acerqué un poco más a su rostro.
—Y yo a ti, Saint.
Sus suaves labios tocaron los míos, había necesidad en su beso, pero iba lento, disfrutando los segundo junto a mí como si temiera perderme.
Cuando se separó me miró con una sonrisa.
Lo que teníamos, sentíamos, seguía allí, se podía ver, palpar, sentir. Y respiré aliviada.
—¿Mackenzie? —preguntó confundido.
Asentí.
—Mackenzie Blackstone.
FIN
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Una Mujer Bien Pagada ✔️
RomanceElla se hace llamar "Black", destruirá cada uno de los conceptos basados en las actitudes de las mujeres que cobran por sus servicios... especiales. Damas de compañía. Enseñará a cada uno de sus clientes que el dinero no es más poderoso que ella. Q...