VEINTE

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—¡Axel! ¡Axel! —grité mientras corría por los pasillos del edificio— ¡Axel! ¡Axel!

Varios hombres corrían detrás de mí, preguntando una y otra vez qué sucedía, pero ellos no lo entenderían, yo necesitaba a Axel. Había llegado el momento de confesarme.

—¡Mackenzie! —llamaron a mi espalda, giré y miré a mi mejor amigo caminar a paso apresurado hasta mí— ¡¿Qué pasa?!

—¡La tienen, Axel! ¡Los alemanes la tienen! —grité, a un lado de mi mejor amigo apareció Majo, con una mueca de preocupación y vergüenza.

Saqué mi celular del bolsillo de mi chandal y le mostré el mensaje que me llegó luego de haberse colgado la llamada, como una muestra de que lo que había escuchado era real e iba en serio, Axel leyó, y cuando Majo se acercó para leer igual, la detuve.

—Está escrito en alemán —murmuré suavemente, yo realmente no la culpaba de nada—. Dice que ellos tienen a Yoce y hablan de una deuda... yo solo le debo a la mafia alemana.

—¿Qué mierda debes, Mackenzie? —exclamó Axel con el ceño tan fruncido que podía hacerse pasar por enojado, pero en realidad estaba preocupado.

—Hablemos —susurré. Él suspiró derrotado y le pidió a todos que se retiraran. Majo le dió una mirada significativa y luego de apretar sus dedos en el hombro de mi amigo, en un apretón mostrando apoyo, se perdió en los otros tantos pasillos.

Las paredes de cemento quedaron vigilantes, como las únicas testigos de mi revelación, hacían silencio esperando que una palabra saliese de mis labios. El suelo se mantuvo quieto, como siempre, pero estaba segura de que si llegase a temblar o un terremoto invadiera la ciudad entera, se mantendría quieto, obligandóme a confesar lo que llevaba años haciéndome sentir miserable.

—¿Qué sucede, Macki? —preguntó Axel, llenando el espacio con su voz suave, pero masculina, había optado por usar un deje susurrante, queriendo trasmitir apoyo, confianza o cualquier cosa para hacerme hablar sin inmutarme.

Al recordar todo lo que viví, lágrimas empezaron a esparcirse por mis mejillas, queriendo invadir cada espacio de mi rostro.

Afinqué mi espalda de la pared y me deslicé por ella hasta quedar sentada en el reluciente piso de tablas, me había rapado un poco por las abolladuras, pero no me dolió tanto como el escozor que invadió mi pecho. Axel se sentó a mi lado y colocó una mano en mi rodilla, esperando paciente a que hablara.

—Me habían dado cuatro años en la prisión —comencé, la garganta me picaba y ardía por todo los gritos y sollozos que salieron de ella el día de hoy—. Tú lo sabías, todos lo sabían... pero encontré una forma, algo que me iba a ayudar en muchas cosas hasta mi muerte o hasta que mi cuerpo se mantuviera presentable... me empecé a prostituir luego de un año en aquel infierno legal, mis clientes eran los policías... sé que pensarás que alguno me obligó o me hizo daño, pero nunca pasó, hice buenas amistades.

Me reía mientras contaba el agridulce recuerdo, Axel estaba callado y no apartaba su mirada de la casi interminable pared de cemento.

—Luego de un año más lo logré, había enganchado a suficientes policías como para que me ayudaran a escapar de aquel lugar... no pude ir en busca de Yoce —murmuré—. ¿Qué haría? No tenía dinero, estaba huyendo, era una mujer inmadura de casi veinte años así que no me acerqué a ustedes y comencé a buscar algo que me proporcionara suficiente dinero para poder huir junto a Yoce... ¿Qué crees? El mejor trabajo para una mujer joven que trataba de evitar a los policías era de stripper y prostituta... fui las dos.

Afinqué mi cabeza de la pared y miré el techo pintado de blanco.

»También estaba vender sustancias, asesina a sueldo, muchas más, pero en aquel bar me ofrecían lugar para dormir. Me experimenté y fui una de las mejores en menos de un año, pero eso fue lo peor que me pudo pasar —más lágrimas se deslizaron por mi rostro tratando de mostrar al mundo lo cansadas que estaban de ser retenidas por mis párpados—; Armin, él me pidió, parecía de mucho dinero y todos querían, por alguna razón desconocida para mí, atenderlo, y me sentí afortunada, así que acepté... todo estuvo bien, increíblemente bien, siempre pedía estar conmigo, hasta que se quedó dormido a mi lado un día y una maleta negra relució en la habitación donde predominaba el rojo. Solo por curiosidad la abrí.

Mi cara se arrugó al no estar conforme con las lágrimas silenciosas que salían de mis ojos, parecía una niña que le contaba a su padre como se cayó de la bicicleta por ir a una velocidad inadecuada, pero con lágrimas en los ojos por la culpabilidad.

»Había mucho dinero y... también un pendrive, ni siquiera conté los billetes... no podía... vi la luz ¿Sabes? Vi a Yoce correr tranquilamente por la sala de una gran casa, la ví estudiar y sonreír nuevamente, ví a mi hermana ser feliz y eso no tenía precio, no tenía nada que pensar. Tomé la maleta y ya vestida salí de allí, como toda una ladrona profesional llegué hasta la casa de la tía de Yoce sin ser descubierta. Estuve por irme cuando me acordé de ti, te fui a ver y ya sabes, me diste el collar, pero no podía decirte nada, Axel.

—Sí... sí podías —me interrumpió, su voz estaba quebrada, cuando lo miré, sus ojos estaban rojos y húmedos.

—Sí, por supuesto —murmuré sarcástica— ¡No se trataba de confianza, Axel! ¡Era amor! Carajo, te amaba y te amo con todo mi ser, que me costaba y me cuesta meterte en esta mierda. Me escapé, sí, logré llegar hasta acá, todo estaba muy bien, perfecto, gasté parte del dinero, pero varios meses, quizás seis, me llegó la primera amenaza y fue una personal... y ni siquiera era por el dinero, era por el pendrive, uno que nunca revisé.

Volví mi vista hacia el frente y hablé mientras recordaba:

»Devuélveme lo que me pertenece, no quieres que tu hermana sea una puta como tú. Rápidamente devolví el dinero que me quedaba y con ello el pendrive; era mucho, seguía siendo mucho dinero, pero ellos sabían que no era la cantidad exacta, me dieron un plazo. Un año. Fueron considerados —me reí con amargura— y... tampoco me creyeron cuando les dije que no vi lo que había en el pendrive. Ni siquiera con cuatro empleos pude conseguir cubrir un dos porciento en seis meses, así que cogiendo coraje los busqué y pedí extender el plazo, ellos aceptaron a cambio de que pagara un veinte porciento ese año. Empecé a hacer lo que mejor me salía, prostituirme, también era lo que mejor pagaban. Me seguían a todos lados y me amenazaban constantemente para que dijera lo que vi en el pendrive. Tenía esta... presión de conseguir el dinero y de no parecer sospechosa y que me pegaran un tiro.

Suspiré tranquilamente, las lágrimas seguían bajando, pero ésta vez más silenciosas.

»Ellos no aparecieron ese año, no supe porqué hasta que un día me enteré de que la policía federal me estaba buscando a mí... y a ellos, la BKA pensaba que yo sabía dónde estaba una supuesta droga, una droga que ellos tenían que comprar ese día que los robé. ¿Puedes creer? Tenía el dinero de las toneladas de Cocaína que aquellos mafiosos querían comprar.

»Me enteré que los policías ni siquiera me buscaron por haber escapado de la cárcel, sí, estaba entre la lista de fugitivos, pero pude haber caminado libremente frente a ellos y no me arrestarían, pero me metí en un lío mayor; además tampoco sabían nada de un pendrive. Tranquilamente viví dos años, no me preocupaba la policía y menos la mafia, ya que se encontraban huyendo, así que me salí de esos trabajos, me mudé y empecé a estudiar como una chica normal en la universidad, Yoce ya estaba estudiando entonces, ella no se enteró de nada hasta que alguien dejó una nota en nuestra puerta y ella la encontró. La mafia había regresado y buscaban su dinero, de manera idiota ya lo había gastado, además...  él quería verme personalmente para felicitarme porque ya sabía que no le había dicho nada a la policía, pero aún quedaba la deuda de por medio.

Axel me miró incrédulo.

»Tuve que acostarme con todos ellos, Axel, para que el plazo fuera indefinido —el corazón se me apretó, causando un dolor casi asfixiante—. Eran veinte escoltas, seis amigos, sus dos socios, su hermano de diecisiete años y él. Y también estaba el chico que limpiaba el jardín y el que limpiaba la piscina... cuando finalicé me fui directo al hospital, pasé dos semanas allí, todos me preguntaban si había sido violada, hasta habían llamado a la policía, pero para ese momento mi nombre ya no era Mackenzie Blackstone y mi rostro había cambiado considerablemente, podía estar tranquila, pero la policía ya no era mi principal problema.


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¿Impresiones?

Están culpando a Majo de todo ¿Verdad?

GRACIAS POR VOTAR, SE LES QUIERE.

Una Mujer Bien Pagada ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora