VEINTISIETE

1.5K 261 61
                                    

Estaba caliente.

Todo mi cuerpo estaba caliente y se sentía jodidamente bien, pero me obligué a mi misma a salir de la inconsciencia.

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue la pared blanca, luego la cortina marrón y por último los ojos de Saint.

—Hablas dormida.

Sus palabras me parecieron lejanas, pero las entendí.

—¿Qué dije? —pregunté resignada, ya sabía aquella cualidad mía.

—Primero dijiste "no me quiero casar", luego algo como "llorar es para débiles" y lo último que escuché fue "te voy a cortar los huevos Armin".

Apreté mis ojos fuertemente y enfoqué mejor su rostro, parecía divertido, pero más allá se podía ver un deje de preocupación en su mirada.

—Lamento todo esto.

—No tienes por qué...

—No —lo interrumpí—. Yo... es decir... nosotros... ni siquiera somos amigos y vine hasta aquí... tú de seguro...

Sus manos acariciaron mi cabello deteniendo los vergonzosos balbuceos que salían de mis labios.

—No te preocupes, Black. No me molestaste para nada, has pasado todo el día durmiendo.

Sentí un sabor amargo en mi boca así que me levanté

—¿Puedo usar el baño?

Caminé hasta la puerta que parecía ser el baño luego de verlo asentir y entré, me lavé el rostro con agua y jabón, y luego la boca con un enjuague bucal que había en el estante arriba del lavamanos. Cuando ya estuve lista, salí y encontré al ministro en la misma posición, pero esta vez mis ojos divisaron en la mesita de noche un plato con frutas cortadas.

—Supuse que tenías hambre —habló sin mirarme.

—Estoy bien.

—Deberías comer algo —insistió.

Acorté la distancia y me senté a su lado.

—¿Qué hora es?

—Las siete, ¿por qué? ¿tienes que irte? —su voz traslucía algo, pero no podía saber el qué.

Negué.

Realmente no tenía que hacerlo, no quería ver a Axel, no tenía que llegar a casa, nadie me esperaba y no tenía a dónde ir más allá de eso.

Mi mente me recordó dónde estaba y con quién, así que mi idea de seguir allí se fue por un camino sin retorno.

—No... yo sí tengo que irme, debo... tengo... ¡clientes!

No tenía clientes el día de hoy.

—No creo que ellos te paguen mejor que yo así que puedes quedarte aquí.

Lo miré, lo miré por mucho tiempo y... llegué a una conclusión.

Saint Ozturk, a pesar de tener un aura prepotente, poderosa y peligrosa, nunca me había intimidado.

Coloqué mis manos en sus mejillas.

—Gracias por todo lo que has hecho —susurré con una pequeña sonrisa en mis labios—. Lamento todo esto...

Saint no pronunció palabra, se acercó y presionó sus labios en mi frente, en un beso cálido y protector. Yo lo miré varios segundos, sintiendo una sensación indescriptible en mi pecho, y me acerqué de igual forma, presionando mis labios en su frente; al separarme me di cuenta de lo cerca que estábamos y de la calidez que había entre nuestros cuerpos, era placentero y recorfortante.

Una Mujer Bien Pagada ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora