04. Confusión

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Seis meses después

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Seis meses después


Un olor nauseabundo capta mis cavidades nasales. Es un aroma a podredumbre, a carroña desesperadamente insoportable. Es como si alguien hubiera colocado un cadáver sobre mí y decidiera dejarlo allí, para que su asquerosa esencia me acompañara en este momento.

Mis ojos permanecen cerrados como cajas fuertes que albergan joyas valiosas, y mi cuerpo se recuesta sobre una superficie muy dura, pétrea y cansinamente sólida.

El mutismo envuelve mi ambiente como un espectro que se niega a desaparecer y que parece danzar de forma discreta con el olor visceral.

No siento deseos de abrir los ojos, si el sitio en el que me encuentro luce tal cual huele, lo mejor es permanecer en la feliz cobardía.

Mis muñecas pican y al moverlas una sensación de escozor las cubre, como si algo hubiese enroscado algún afilado alambre contra ellas y las hubiese lacerado al hacerlo.

Intento moverme, pero mi cuerpo pesa tanto que parece que mi masa corpórea es demasiado amplia para ser deslizada con facilidad.

¿Tan gorda estoy?

Ahueco en mi mente, tratando de conocer por qué estoy en una situación tan mórbidamente preocupante. Pero buscar en mis recuerdos es como tocar la puerta de una casa vacía, nada obtengo al indagar en mí misma.

Presiono mis párpados intentando recordar algo pero, una vez más, mis memorias se alejan de mí. Presiono nuevamente  un pinchazo en el franco derecho de mi cabeza es lo único que recibo.

Mi subconsciente manifiesta de forma directa que si sigo forzando mis recuerdos, recibiré dolor en respuesta. Es frustrante, insólito e incluso injusto.

¿Cómo fue que acabé en esta situación?

¿Cuánto tiempo llevo dormida?

¿Cuál es mi nombre?

¿Tengo una familia que espera mi llegada?

Abro los ojos, me levanto con dificultad y lo que veo a mi alrededor me deja sin aliento.

Entrecierro mis ojos intentando que todo el horror desaparezca. Escaneo la habitación, tratando de encontrar una salida. Una llave que me ayude a escapar del averno y me devuelva a una realidad en la que todo esté bien.

Estoy en una especie de departamento ocupado por una pila de cadáveres desperdigados sobre el suelo. El olor es asfixiante y provoca que mi estómago dé varias vueltas.

Observo atónita el revoltijo de brazos mutilados, piernas a medio cortar, cabezas cuyas cuencas permanecen vacías, pies tasajeados y cuerpos calcinados con obvias e irrisorias señales de tortura. La sangre y las cucarachas se mueven de un lado a otro, haciendo que mi asco se acreciente.

La Red Prohibida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora