11. Tu rostro en la oscuridad II

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Inspirado en Don't Look Down de Hidden Citizens

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Después de cenar decido recorrer en compañía de papá la mansión. Es enorme, cuenta con ascensores especiales para desplazarse del séptimo piso al primero. También posee de escaleras eléctricas para moverse entre pisos cortos. Es una casa de paredes altas teñidas de blanco, con ventanales de mármol tallado. En la parte frontal dispone de una serie de habitaciones que están depositadas una sobre la otra de manera que forman una pirámide.

Un jardín con llamativos rosales, tulipanes y amapolas rodea la imponente edificación, dándole un aire primaveral a la aparente pirámide de marfil. Una piscina con luces interiores y olas artificiales se agolpa al frente de los terrenos de la casa. Me cuesta creer que crecí en un lugar así.

—Háblame sobre mamá —pido rompiendo el silencio que nos cubre al caminar.

—Svetlana, tu madre, era el horizonte en mi vida. La conocí en uno de sus conciertos. Yo era su más grande fanático, la rescaté de una horda de fans enloquecidos que la perseguían. Nunca supo que fui yo quien contrató a esos fanáticos enloquecidos —Él sonríe ante el recuerdo y veo que realmente la amaba, incluso era capaz de hacer locuras por ella—. Cuando la veía interpretar alguna canción, me quedaba embelesado disfrutándola. Tu madre era algo así como un arte celestial. Su voz y toda ella representaban para mí la belleza del mundo. La amé como a nadie y aún lo hago —explica y puedo jurar que he visto cómo una lágrima se resbalaba por su mejilla—. Cuando decidió dejar su carrera para dedicarse a lo que ambos teníamos, me sentí mal. Ella adoraba cantar, pero aún así decidió que amarme era lo único que le importaba. Poco después naciste tú y mi felicidad se completó. Cuando murió... —hace una pausa, suspira  continúa—... decidí huir. Llegar a casa y ver que Svetlana ya no estaba junto a mí, era algo que no lograba soportar y no quería que tú crecieras viendo a tu padre sumido en la amargura. Ella me pidió que intentara ser feliz y llenarte a ti de eso, así que nos mudamos a Boston y, aunque haya pasado el tiempo, Svetlana sigue siendo mi horizonte —dice y puedo notar el brillo en su mirada cuando habla de ella—. Me casé con Karen porque su entusiasmo siempre me recordó a la chispa que tu madre tenía. Sí, ya sé lo que estarás pensando, fue egoísta casarme con ella porque me recordaba a alguien más, y ahora me arrepiento. —Me siento mal al escucharlo decir todo eso. Esta vez no veo al poderoso hombre de negocios, veo a un hombre vulnerable que, a pesar de tenerlo todo, siempre parece quedarse vacío.

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