Cuando la boca de Tarik devora la mía los pecados capitales se apoderan de mis sentidos de una manera tan mística, tan fantástica y a la vez tan esperada, que no intento siquiera detener el torrente de sensaciones que le confieren a mi cuerpo un pedazo de celestial locura. En este momento, mi fisonomía es recorrida por corrientes tan mágicas que es como si mi mente fuese una montaña solitaria olvidada por Dios, y el calor de Tarik fuese la luz plateada que me acompaña en una noche turbia, opaca y cetrina.
En estos momentos soy lujuria, una tan poderosa y elevada que se siente como si el diablo me hubiese cedido el trono del infierno. Sobre mis labios, mi cuerpo y mi mente se posa la incandescente sensación de que las llamas del inframundo son mis fieles sirvientes y me queman hasta colmarme de placer.
Todo a mi alrededor palidece y se congela ante el vívido encanto de un hombre que también me llena de avaricia, mi segundo pecado capital. Un candor que me incita a olvidarme de todo a mi alrededor y concentrarme en el oro carnoso que es para mí Tarik. Él es un tesoro que conseguiré a toda costa, sin importar cuántos asesinos rodeen mi espíritu.
También forjo ira, siendo este vapor interior mi pecado número tres, constatándose en una rabia espumosa y grotesca que me haría atacar como sabueso rabioso a todo aquel que trate de dañar al portento de músculos y dureza que me empotra contra la pared pétrea.
Este hombre que me aloca haciéndome sentir vulnerable pone mi felicidad a merced de algo tan delicioso, como el emboque de sus labios divinos estrellándose contra los míos. Él me atrapa, me enciende y me sepulta en las fauces de un deseo tan desesperado como el de un vampiro sediento de sangre.
Siento gula, cumpliendo así mi cuarto pecado, ya que no puedo saciar con este beso el hambre sostenida que la danza de nuestras lenguas ejerce sobre mí. Esto es algo que va aún más allá de lo palpable. Algo que se extiende sobre el cielo, iluminando mi universo, ese que en este momento no conoce más norte que aquel que me lleve a estar unida a Tarik.
La vanidad me arropa, llamándome pecadora capital por quinta ocasión, ya que me siento orgullosa de poder abracar en mí el dulce sabor malvado de un hombre tan melismoso y reservado que, por alguna razón que desconozco, siento que me pertenece. Me siento exaltada a los albores del cielo, elevada al infinito de su cuerpo acariciando el mío con unas manos férreas que me incrustan contra la pared, alterando mis hormonas a un punto en el que siento que en cualquier momento explotaré. Cuando sus labios me succionan, mi alma se siente impulsada a gobernar la Tierra. Cuando él me toca, siento que todo lo demás es indigno de acercarse a mí.
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La Red Prohibida ©
Teen FictionVanessa Murphy decide entrar a la parte turbia de internet, sin imaginar que esto la llevará a perder mucho más que su cordura. Seis meses después de haber entrado a la zona oscura de la red, pierde sus recuerdos y despierta en un horrible lugar. V...