Multimedia: Moonlight Sonata - Hidden Citizens
Imágenes vívidas y llamativas desembocan sobre mis ojos como una avalancha de nieve deseosa de aplastar mis esperanzas de tener un momento sosegado.
Las llamas consumen a la distancia el lugar al que presuntamente se supone que iríamos. La solemne mansión, estratificada en enormes torres de concreto cubiertas de un color parecido a la madera barnizada se hienden como si fuesen frágiles cristales que, al ser pisoteados por un gigante, no resisten tales embestidas y caen como soldados deshonrados y derrotados. Es una hipnotizante mezcla de poder y destrucción lo que presencio. Por un lado, observo la opulencia de una edificación que nada tiene que envidiarle a los magnos palacios europeos de la antigüedad, mientras que por el otro observo cómo el fuego emula lo que un iceberg hizo con el Titanic, y acaba con mi "no-tan-humilde-morada".
—Vladi, la casa se quema —El punzante sonido de la voz de Karen me exaspera. Ella es como un zancudo que no deja de picarte y zumbar a tu alrededor.
No me digas, Karen, casi ni se nota que una casa de más de cinco pisos se quema. De no avisarnos, ni nos daríamos cuenta.
—Sí, querida, tranquilízate.
—No puedo, Vladi. Ahí esta nuestra colección de muñecas de porcelana. Allí tenemos los recuerdos de nuestra boda. Mi vestido de novia... —se defendió levantando las manos—. Oh, Dios, todo está allí.
—Karen, ¿me harías el gran favor de callarte ya? —expreso sin asco.
—Aninka, cuando te cases con Nikolav entenderás lo importante que es para una mujer su vestido de novia —No sé qué me desespera más, si el hecho de tener que seguir soportándola o el infantilismo frívolo con el que ella actúa.
Karen me observa como si creyera que acaba de revelarme una verdad que cambiará toda mi vida.
—Tu tonto vestido de novia no es lo más importante en este momento. ¿Acaso estás tan ciega como para no ver cómo la casa se quema? —contesto frustrada—. A saber si hay alguien tratando de matarnos —musito en voz baja, no creo que me hayan escuchado.
—Rowith, da la vuelta, cambiaremos de ruta —ordena mi padre, llevándose una mano a la cabeza. El hombre de ojos avellanos baja la mirada y la sostiene unos segundos observando a un punto muerto. Es como si estuviese convenciéndose a sí mismo de que en algún momento los ataques cesarán.
—Lo siento. —revelo con voz pasmosa y apenas perceptible.
—No es culpa tuya, mi niña. A veces sólo somos culpables de estar en el lugar y momento equivocado —acota dándome un medio abrazo que, aunque suene inverosímil, resulta reconfortante. Sin embargo, noto en su mirada algo que no logro interpretar.
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La Red Prohibida ©
Teen FictionVanessa Murphy decide entrar a la parte turbia de internet, sin imaginar que esto la llevará a perder mucho más que su cordura. Seis meses después de haber entrado a la zona oscura de la red, pierde sus recuerdos y despierta en un horrible lugar. V...