08

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Joaquín:

Hetero era un maldito personaje.

Podía darle mierda por su actitud todo el día, pero maldita sea, era la forma en que sonreía y esa expresión arrogante que me hacía seguirlo. Y no era uno de esos tipos que estaban tan a la defensiva que no podía ser puesto en su lugar.

Demonios, parecía disfrutar de la diversión de darse cuenta que había sido superado tanto como de ganar. Conmigo, al menos, que era todo lo que importaba. Bueno, no todo lo que importaba, la manera en la
que empujó su polla dentro de mí como un profesional ciertamente tampoco me tenía corriendo en la otra dirección.

A pesar de lo tranquilo que me tome el ser gay, estoy seguro de que no salté al sexo anal con un hombre como si fuera una broma. Y lo que sentí con él esa noche después de Dave and Buster's seguro no se sentía como la suerte de un principiante. Él había dicho que había tenido sexo anal con mujeres antes, pero joder... esas fueron algunas mujeres con suerte.

Sin embargo, por muy sexy que fuera el sexo, no era porque él hubiera apretado mis botones de la manera correcta, el botón al que yo lo había dirigido, ya que había follado con un montón de tipos que podían
golpear mi próstata, pero había más que química con Emilio.

Tenía curiosidad por conocer el resto de su historia, sobre esta misteriosa abuela, su vida creciendo sin sus padres. Sabía que mi interés tenía algo que ver con perder a mi hermano, la manera en que él podía
relacionarse por su propia situación con su madre y su padre. Como dijo Emilio aquel día en el cementerio, de alguna manera, no parecía que la sociedad quisiera que habláramos de nuestras pérdidas. Que se suponía
que debíamos seguir adelante y fingir que las personas que amábamos nunca acontecieron, y eso nunca estuvo bien para mí, no con alguien que amaba, que estaba
grabado en mi memoria para siempre.

Aparqué mi auto en el camino de entrada fuera de la casa de mis padres. Al parecer mamá compró una nueva fuente para aves que colocó en medio de la cama de flores ante la ventana en voladizo. La fuente iba bien con el revestimiento de color crema de la casa, y tenía unos pocos pinzones que giraban alrededor de la superficie del agua.

Saqué algunas bolsas de comestibles de la parte trasera de mi auto y me dirigí al interior. Mamá me saludó en la entrada principal, con sus lentes de lectura y un libro de jardinería.

-Joaco, llegas justo a tiempo. Uberto y yo estábamos discutiendo este sistema de riego que quiere poner en el jardín. -Mientras hablaba, me llevó hacia la entrada de la cocina.
-¿No debería estar pensándolo él ya que es quién se ha retirado? -le pregunté, vigilando a través de mí periferia por un ataque furtivo al que papá era propenso de vez en cuando.

Tan pronto como entramos en la cocina, papá se acercó a mí, adoptando una postura de reloj de arena, pero cambiándola por un Ashi Barai. Pateó mi pie por debajo de mí y cuando recuperé el equilibrio, avanzó rápidamente y me golpeó el pecho, tirándome en el suelo de la cocina haciendo que dejara caer las bolsas de comestibles a mi lado.

-¡Maldita sea!
-No hay necesidad de maldecir, Joaquín -dijo mamá-. No es culpa de tu padre que tu defensa se haya debilitado.
Papá tomó mi mano y me ayudó a levantarme.
-Tenía comestibles -expliqué.

Papá recogió las bolsas, inspeccionándolas.

-Tienes tres bolsas de Doritos y una caja de mezcla para brownie.
-Está bien, cálmense, chicos y síganme al jardín para que podamos arreglar esto -dijo mamá.

Papá puso las bolsas sobre la mesa. Se había cortado el cabello desde la última vez que lo había visto, un estilo bastante corto a los lados y largo en la parte delantera. Mamá nos instó a seguirla al patio trasero, pasando la piscina, el jardín, entre el cobertizo y la colección de comederos de pájaros de papá, que estaban siendo devorados por fringílidos y carboneros. El jardín, enjaulado con una cerca de alambre, se había convertido en el proyecto favorito de papá desde que se había retirado de su trabajo como ingeniero civil hace seis años, cuando comenzó a vivir de su pensión y algunas buenas inversiones que había hecho cuando mi hermano y yo estábamos creciendo.

E N T R O P I A - EMILIACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora