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Joaquín:

Todo era un borrón a mi alrededor, y no podía moverme. Estaba rodeado de paredes blancas y luces fluorescentes brillantes. Podía decir que había algo alojado en mi boca, y mi cuerpo no era mío. Era como un sueño del que no podía despertar.

Vi a mamá y papá flotando sobre mí... y luego a Emilio. Y de repente, no importaba si estaba soñando porque sólo era agradable verlo de nuevo. Sin embargo, no tenía la energía para hablar. No tenía la energía para hacer nada más que echar un vistazo alrededor, cuando noté a una mujer en uniforme azul con una vía intravenosa junto a mí.

El hospital. Estaba en un hospital, pero no podía entender por qué estaba allí, y no tenía la fuerza para tratar de descifrarlo. El tiempo también era difícil de discernir. Cerré los ojos por lo que pareció un momento antes de abrirlos de nuevo y notar a mamá, papá y a Emilio vistiendo ropa diferente. Sucedió algunas veces, pero no pensé en nada. ¿No era extraño si realmente estaba soñando?

Abrí mis ojos y Emilio se cierne sobre mí, susurrando:
-Vamos, mi Ninja. Vuelve a mí.

Y mientras cerraba los ojos, los abrí de nuevo y tenía once años. Brady me empujó al suelo. Noté que estaba en mi bata blanca de karate y él también. Lucía con orgullo su cinturón rojo mientras yo tenía mi amarillo. Me miró antes de ponerse en posición.

-Levántate -dijo.
-Ya ganaste. ¿No podemos jugar a otra cosa?
-No, Joaco. Vamos a seguir adelante hasta que tengas esto.
-¡Eres mucho más grande que yo! No es justo.
-La vida no es justa a veces. Ahora levántate.

Crucé los brazos y sacudí la cabeza. Se acercó a mí y se puso de rodillas, apoyando sus manos en mis hombros y mirándome a los ojos. Su flequillo color marrón arenoso se curvó sobre su frente y sus centelleante ojos verdes brillaron con la luz que venía de la ventana detrás de nosotros.

-Joaco, estoy tratando de ayudarte.

Me alcanzó una poderosa conciencia. No era un niño, y Brady no estaba vivo. Estaba soñando. Debo haberlo estado. Pero este no era el tipo de sueño que usualmente tenía de él. Nunca fueron sueños agradables que me llevarían de vuelta a mi infancia. Solo las pesadillas llenas de culpa y tristeza.

-¿Brady? -dije-. Te echo de menos.
-También te extraño. Pero parece que te está yendo bien sin mí.
-No, no lo está. No lo hacemos, Brady. Nuestra vida no es lo mismo sin ti.

Él frunció el ceño y sonrió.

-¿De qué estás hablando? Todavía estoy cerca. Me visitas todo el tiempo.
-No es lo mismo, y lo sabes.

Cuando sentí que las lágrimas caían, envolvió sus brazos a mi alrededor y me abrazó. Aunque sabía que era un sueño, el momento parecía tan real, y me sentí tan encantado de estar cerca de él otra vez.

-Entiendo -dijo-. Pero sabes que no puedo volver. Todavía tienes una hermosa vida por delante.
-Lo siento mucho, Brady. Debería haber estado allí cuando sucedió. Si lo hubiera estado, estarías bien. No habría dejado que te hiciera daño.

Se apartó y me miró a los ojos de nuevo.

-No podemos cambiar lo que pasó. Y no fue tu culpa. Todo lo que tienes que hacer es hacerle frente a la vida y amar a los que te rodean.

Mientras pronunciaba esas palabras, solté:

-Conocí a un chico.

-Lo sé, y sé que lo amas. Y estoy tan feliz por ti. Tú, mamá, papá y Emilio merecen toda la felicidad del mundo. Aprecia los momentos que tengan juntos. Aprecia cada momento, Joaco. Sé que has tenido dificultades para abrir tu corazón por mi culpa, pero puedes hacerlo ahora. Te amo tanto. Siempre supiste eso, pero necesito que me escuches y te levantes...

E N T R O P I A - EMILIACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora