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Joaquín:

Me gustó que Emilio me viera con mi vieja bata de karate y mi cinturón.

Era un momento de mi vida del que me sentía muy orgulloso. Pensé que era un poco sonso para un tipo de treinta y tantos años estar tan orgulloso de algo tan tonto, pero esa parte de mi vida siempre sería especial para mí, especialmente por cómo me recordaba a Brady.

La mirada de Emilio vagó como si sus pensamientos estuvieran en otra parte.

—¿En qué estás pensando? —le pregunté. Él no respondió antes que yo dijera—: ¿Tu madre y tu padre?

Era una suposición, pero podía entender por qué pensaba en ellos cuando hablaba de mi hermano, considerando que sus padres definitivamente me recordaban mi propia situación con Brady.

Sus ojos se abrieron como si estuviera sorprendido y luego asintió.

—Supongo que cuando la gente que amas se va demasiado prontono puedes evitar preguntarte si están mirando desde algún lugar, si les gustaría la vida que ven.
—No creo que tengas nada de qué preocuparte, Emilio —dije, tratando de relajarlo—. Teniendo en cuenta que te has construido a ti mismo, estoy seguro que están muy orgullosos. Sólo espero que mientras miren, sepan cuándo tienen que dar la espalda.

Se rió y me alegré de haberlo sacado de su serio estado.

—Estoy seguro que lo hacen —agregó.

Cuando lo miré a los ojos, sentí una conexión, mucho más profunda de lo que había sentido cuando empezamos a hablar acerca de las personas que perdimos. Parecía ser producto de todas las cosas que
habíamos compartido: el dolor, la diversión, las risas.
Lo besé y él me besó de vuelta. Con cada beso era como si nos estuviésemos conociendo cada vez mejor. Más sobre la vida del otro, más sobre el cuerpo del otro.

Había algo en mí que me hacía sentir como si debiera haber estado levantando mis defensas, pero resistí el impulso, algo que era fácil de hacer cuando mis labios se entrelazaban con los de Emilio.

—Joaco —La voz de papá vino desde atrás de nosotros y tan pronto como nos giramos, llegó a la parte superior de las escaleras y se detuvo, mirándonos—. No te olvides de nuestras reglas. No hay puertas cerradas
con llave. —Una sonrisa se apoderó de su cara mientras aparentemente se enorgullecía de su broma.
—Y aquí estabas culpando a mamá por ser la razón por la que no traigo personas —bromeé.

Papá se acercó y puso un brazo sobre el hombro de Emilio.

—Bueno, no voy a dejarte acaparar a tu nuevo amigo toda la tarde. Vamos, Emilio. Tengo algunos amigos que quiero que conozcas. ¿Ves algo de fútbol?
—Un poco.
—¿Eres fan de los Raiders?
—Eh… más fan de los Rams
—Oh, gracias a Dios. Siempre dije: Puedo vivir teniendo un hijo bisexual, pero un fanático de los Raiders es otra historia. —Se volvió hacia mí cuando llegó a las escaleras—. Es una broma. Sabes que te amo, Joaco.

Esa era una de las cosas maravillosas de mis padres. No había dos personas que podría imaginarme siendo más generosos con su amor, tan dispuestos a decirme lo mucho que se preocupaban por mí y apoyaban mis decisiones en la vida en cualquier momento dado. Sabía que Brady sentía lo mismo por ellos cuando estaba vivo, considerando que habían sido así cuando ambos éramos pequeños.

Pero desde que mi hermano falleció, los recordatorios y las demostraciones de amor de papá y mamá se habían intensificado al igual que las mías, debido a que todos
sabíamos cuán rápido podríamos perder a las personas que nos importaban.

Regresé mi mirada a la foto de Brady y yo luchando.
Tan agradable como era el recordatorio de su memoria, con ella venía la vivida imagen de él acostado en una cama de hospital.

E N T R O P I A - EMILIACODonde viven las historias. Descúbrelo ahora