Capítulo 2

209 20 2
                                    

—Bueno, es hora de que me vaya. Deséame suerte—. Se despidió Jace al mismo tiempo que levantaba sus trastos y los colocaba en el fregadero.

—¿Quieres que te lleve? Llegarás más rápido—. Respondió Valtiel dándole un sorbo a su café.

—Me sigue dando miedo tu motocicleta, además que pensaran mis alumnos si me ven llegando en una motocicleta con...— se detuvo y miró a otro lado.

—¿Con? ¿Te avergüenzo?—. Inquirió el demonio— ¿Te da miedo que te vean llegar conmigo?—.

—No es eso… Es sólo que no quiero darles un mal ejemplo. Además no sé cómo vaya a tomarlo la administración si saben de ti—. Jace se cruzó de brazos viendo a Valtiel con inseguridad.

—Lo entiendo...—. Valtiel dejó su café en la mesa y después de un par de segundos se levantó.— No tengo más remedio que ignorarte y llevarte—.

—¡¿Qué?! Pero te acabo de decir que...—. Fue interrumpido.

—¿Qué va a ser de ti si dependes de lo que digan los demás Jace? Además no tendrás problema con la administración, borraré su memoria si te llegan a ver conmigo— aseguró.

—En verdad necesito el trabajo Val—. Suplicó Jace con la mirada.

—Y yo te necesito a ti. ¿Crees que después de no verte por mucho tiempo voy a permitir que te vayas y me dejes solo durante diez horas?—. Valtiel se mostraba reacio a la idea.

—No...—. Musitó el ahora profesor.

—Bien, entonces te llevaré y fin de la conversación—. Concluyó el demonio.

Ambos salieron de su casa de Jace, la motocicleta se encontraba a un costado de la cochera y se mantenía en un perfecto estado a pesar de los años. Valtiel se subió para colocarse el casco y le extendió a Jace el suyo antes de encender el vehículo.

—Perdón...—. Le susurró Jace.

—Olvidalo, se te hará tarde—. Ambos partieron de la casa.

El tiempo que transcurría para ellos era el mismo que compartían otros seres celestiales e infernales fuera de una gran iglesia. Terminaban la reunión que Agares había solicitado, Azrael y Raziel seguían dentro de la iglesia contemplando el interior con detalle mientras charlaban.

—¿Confías en Agares?—. Le pregunto Raziel a Azrael.

—No, como confiaría en un ser demoníaco como él. Ni siquiera deberíamos estar hablando con ellos, son una amenaza—. Comentó el arcángel de ojos azules.

—¿Entonces por qué lo ayudamos con su plan?—. Inquirió Raziel.

—Porque nos está ayudando a cazar a Valtiel, en cuanto termine con él lo vamos a desvanecer junto con Belia y así regresaremos sin que nadie se haya enterado—. Respondió el rubio.

— No bajemos la guardia, si esos dos nos llegan a quitar los collares seremos desterrados del paraíso—. Advirtió el arcángel de los ojos grises.

Los dos se pusieron de pie y extendieron unas grandes alas plateadas para alzarse hacia el cielo, antes de que pudiese tocar el techo de la iglesia estos se volvieron un polvo aperlado que brillaba entre los pocos rayos del sol. Por otro lado, los demonios estaban afuera del recinto fumando un cigarrillo.

—¿Qué opinas?—. Le preguntó Belia a Agares.

—Son unos idiotas pero son útiles, si tan sólo tuviera uno de sus malditos collares podría acelerar mi venganza e incluso matar a esos dos—. Agares miraba al cielo con resentimiento.

—Te recuerdo que esos idiotas te perdonaron la existencia, de no ser así ya estarías en el limbo—. El demonio de apariencia más joven se rió un poco.

—¿Acaso viniste conmigo sólo para burlarte? Tú eras el idiota que estaba aprisionado por esos dos incluso antes de que yo los conociera, dime ¿Porqué viniste?—.  El demonio de ojos verdes lanzó el cigarrillo al suelo y se cruzó de brazos esperando una respuesta del rubio.

—Tengo mis motivos...— Belia apartó la mirada.

—Mientras no arruines mi venganza todo estará bien, ahora debo de encontrar a ese par de bastardos—. Musitó Agares haciendo una marca alrededor del lugar donde estaba situado.

Con el índice fue formando una figura en el suelo hasta terminar, el trazo despedía un humo oscuro que poco a poco se fue extendiendo hasta quedar una gran mancha negra.

—Daré un vistazo, si ves que alguien nos observa, deshazte de él de inmediato—. Le ordenó el moreno.

Agares se arrodilló y como si se tratase de un charco de agua hundió la cabeza en aquella mancha que lucía como petróleo. Bastaron unos minutos para que nuevamente sacara la cabeza del suelo.

—¿Notaste algo?—. Cuestionó Belia quien seguía mirando los alrededores.

Hubo un silencio, Agares recuperaba el aliento algo agitado mientras la mancha se evaporaba lentamente.

—L-Los… Los localicé; no están lejos de aquí—. Se puso de pie y comenzó a caminar sin expresión hacia la avenida.

PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora