Prólogo

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Helado, los días en el infierno no eran ardientes como la gente solía pensar; en especial los religiosos que catalogaban el reino de Satanás como un ardor eterno. Agares se mantenía al margen como cualquier otro demonio frente a la legión de Astaroth, pero no estaba ahí por el gran líder demoníaco; su razón era el hijo de ese líder, Valtiel.

Seguía cada movimiento entre las sombras, admiraba a ese ser desde que lo había visto en su nombramiento como el príncipe de la legión; el desinterés que Valtiel le tenía al trono era lo que más le fascinaba a Agares además de su crueldad para torturar almas. Incluso cuando se fue del reino junto con otros demonios a crear el caos, Agares estaba en primera fila para causarlo con él aunque esté no estuviese interesado. Transcurrieron décadas obscuras en el infierno pero a Agares no le importaba, siempre y cuando pudiera estar cerca de Valtiel sentía que podía hacer lo que fuese.

—Agares... —murmuró Valtiel—. ¿Serías capaz de entregarme tu absoluta lealtad, pasando por encima la que le tenías a mi padre?

—Haré cualquier cosa que me pidas. —Soltó con admiración llegando a la excitación, escuchar su nombre de la voz de Valtiel por primera vez le provocó un éxtasis aún mayor que el que sentía al torturar almas—. Incluso si es entregarte mi eternidad. —Aseguro él, indudablemente cegado por la admiración.

—Hmm... ¿Cómo puedo creer en tus palabras? —cuestionó con desdén en su voz—. Te creeré cuando hagas algo verdaderamente valioso y arriesgado por mí.

El moreno arqueó las cejas expectante.

—Sólo dímelo Valtiel... —Esperaba ansioso la respuesta, remojaba y mordía su labio inferior.

Valtiel rió divertido, observando entretenido el brillo en los ojos esmeralda de Agares.

—Quiero que des caza a un ángel, arranques y me traigas sus alas junto con el collar —le ordenó.

—Eso... Es muy arriesgado, Valtiel... —La expresión de Agares había cambiado a preocupación.

—Estas en lo correcto, es mucho para ti; de acuerdo, no lo hagas —musitó el demonio de ojos rojos—. Pero ni se te ocurra acercarte a mí por el resto de tu maldita existencia. —concluyó con una voz firme y amenazadora.

—Pero... ¿Qué hay de mí? ¿Qué ocurrirá si me atrapan? —Inquirió el moreno con temor, no quería verse débil.

—Te he dicho mis términos, tómalos o lárgate. Y no te molestes en regresar a la legión, una vez que sales ya no puedes volver a entrar. —Se giró.

Agares miró al suelo dubitativo y fue cuando se dió cuenta por medio de una sonrisa que su admiración por Valtiel era mayor, era una obsesión enfermiza y determinada que lo obligaban a hacer lo que fuese por ese demonio.

—Lo haré... —rió un poco haciendo voltear a Valtiel—. Lo haré absolutamente por ti.

El hijo de Astaroth le devolvió la sonrisa aunque no fuera la misma sensación, le desagradaba Agares pero sin duda iba a ser un espectáculo digno de ver.

Llegando a los límites del infierno notaron a un ser celestial que surcaba el cielo con sus hermosas alas irizadas de gran tamaño, observaba con lanza en mano el territorio infernal pero aún no notaba la presencia de los que iban a arrebatarle lo que más amaba.

—Bien, hazlo y te volverás mi mano derecha —le susurró Valtiel al oído provocando que se estremeciera.

El moreno salió a la vista del arcángel y con un gesto con la mano ocasionó que un gran rayo escarlata impactara al celestial que caía al suelo a gran velocidad. Agares comenzó a caminar dónde había caído aquel ángel, sin mirar atrás materializó una gran daga en su mano y al estar a punto de clavarle el filo en la espalda una gran luz iluminó el cielo, a la vez que más arcángeles con espadas y lanzas llegaban a al lugar.

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