✒Las Serafini son la cosa más rara del mundo. Algunos los llaman amplificadores por su extenso poder mágico.
Suelen venderlos y tienen gran valor, su cabello, su sangre y sus huesos son lo que más vale.
Hubo una rebelión, todos los Serafini capturad...
El plan lo iban a llevar a cabo antes de la cena, Kaz no me hizo preguntas, pero se que en algún momento me a hacerme hablar y no voy a tener el coraje de evadir el tema, pero a decir verdad. Tampoco yo se que me pasa, y tengo miedo de que sea algo realmente malo.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El performance de Hwaxin terminó para bien, y en ese momento ya podia quitarse el horrible vestido. Estaba oscuro así que tenía que actuar rápido, se tenía que reunir con Jesper para el escape rápido. Aunque sonaba mala idea, ambos sabían escapar de cualquier situación.
Pero antes de tan siquiera poder llegar a Jesper, un par de guardias la detuvieron.
—¿Serafini?—dijo este. Ella se paralizó. —Tiene que acompañarnos—
—¿Porqué?—pregunto dando un paso atrás.
Quisieron llevarla a la fuerza, pero ninguno pudo tocarla, Hwaxin estaba a punto de romperle la muñeca a uno hasta que la voz de un hombre la hizo detenerse.
—Yo me encargo, caballeros—dijo el hombre alto con barba, ojos oscuros. No tenía que ser adivida para saber que era el general Kirigan.
Hwaxin lo soltó viendo al hombre. Esa era una buena excusa para llegar tarde.
—Los Serafini se ven bien de dorado—alago Kirigan yendo hacia ella. —Te vi bailar representando a la invocadora del sol. Buen trabajo—
—¿Que quiere?—pregunto cortante y tratando de sonar lo más grosera posible, pero su voz melodiosa no cooperaba con ella.
—Eres la hija de Quing, supongo—comento. Hwaxin siguió dando pasos hacia atrás.
—No—mintió. Su madre era Quing Brigga.
—¿Porqué me mientes?—Hwaxin se detuvo. Y lo vio. —No tengas miedo de mi, eres única en tu especie, al igual que yo, no tengo intención de esclavizarte—
—Te vez como si quisieras—
—Muchos me tienen miedo, señorita... —dijo, pero antes de que Hwaxin contestara sonrió. —Sin mentiras por favor—Hwaxin trató de articular una sonrisa pero no pudo.
—Brigga—contestó.
—Entonces, si eres la hija de Quing—dijo victorioso.
—Eso no tiene importancia—
—Claro que lo tiene... conocí a tu madre, era una completa revolucionaria—parecía esperar alguna reacción por parte de la Serafini, pero ella no hizo nada. —Fue una pena que decidiera morir, para que los de la nueva generación tuvieran una oportunidad. Creo que se sentiría muy decepcionada de ver a su hija esclavizada de nuevo—