LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”
YOLANDA ME CONTÓ….
CAPÍTULO DIEZ.
Mientras esperaban al señor rey. Luisa y los jóvenes platicaron de la procedencia y cuál era su destino, hasta que a las diez cuarenta de la mañana, arribó una camioneta de color negra de doble cabina, de nombre destructor del camino
4x4, que se detuvo junto al árbol alzando un poco de polvo, al detenerse enseguida se bajó un hombre moreno de barba y bigote, con una tejana en su cabeza, media como uno noventa de estatura, tenía puesta una camisa roja a cuadros, sus botas lo alzaban otros cinco centímetros más.
Yolanda lo miró sintió un golpe en su estómago, pensando:
— ¡Dios mío! A de tener una vergota enorme y gruesa, me desbarataría todo mi bizcochito. ¿Cuánto le medirá? Esos brazos tan fuertes para que me estruje, poniéndome en cuatro patas jodiéndome detrás toda mi papayita, abriéndome con sus manos mis nalgas, jodiéndome con su enorme garrote todo mi goloso fundillito.... —
—Buenos días, mi nombre es Aarón. ¿Alguien de ustedes me llamo para vernos aquí? —
Al escucharlo le rompió sus morbosos pensamientos a Yolanda. Jorge se acercó a él, le extendió la mano saludándolo con una sonrisa en su rostro. Le contestó:
—Yo lo llamé, y ya lo estábamos esperando señor Aarón. —
Aarón miró a las dos mujeres que se pusieron de pie para saludarlo, bueno para uno sesenta y cinco que median las mujeres, el señor Aarón bajo la vista, mirándoles sus grandes senos que se le antojaron al mirar sus hermosos cuerpos de las mujeres.
Ya en otras ocasiones Aarón les proponía hacer desmadre a las mujeres que llegaban a él, terminando cogiéndose a las muchachas, antes de que se cruzaran la frontera y se fueran para siempre de su casa y de su vida.
Pero, tenía que ver primero si estas mujeres eran jaladoras para el desmadre, o eran como otras mujeres, que según muy decentes las pinches mojigatas de mierda, esperaría el
momento para lanzarles los perros, por ahora solo les expresó:
—Me da gusto conocerlas, ahora suban a la camioneta y vamos a mi casa, tenemos que ponernos de acuerdo como será el "salto", suban señoritas por favor. —
Abrió la puerta trasera, subieron de inmediato las mujeres a la camioneta, claro Aarón como los otros cuatro jóvenes, en silencio solo veían saboreándose las ricas nalgas, cuando abordaron la camioneta, a espaldas de ellas se miraron unos a otros aprobando el par de deliciosos culitos.
A las once de la mañana estaban en la casa del pollero, abrió Aarón la puerta de su casa, e invito a pasar a las dos
damas y a los cuatro jóvenes.
—Siéntanse como en su casa, estarán aquí por unas horas o máximo un día, en lo que checo mis conectes para "brincarlos" al otro lado lo más rápido posible. —
—Gracias. —
Dijeron cada uno de ellos, mientras que Yolanda miraba la casita, había una sala con una chimenea, una cocina, un pequeño comedor, un baño y dos recámaras, todo se miraba
muy limpio y ordenado.
— ¿Desean agua? ¿Algo de comer? Siéntense. —
Luisa miró alrededor de la casa y se disculpó:
— ¿Sentarme? Tenemos casi veinticuatro horas sentadas. No lo creo, pero gracias. —
Aarón sonrió mirando a cada uno de ellos, les señaló:
— ¿Que pendejo soy? ¿Verdad? Pero… iré al pueblo les traeré unos pollos a la leña para comer, y checaré la línea para saber cada cuando los migras hacen recorrido, mientras ustedes siéntanse como en su casa. ¡Ah! y cruzarán de a dos por turno cuando llegue el momento, pónganse de acuerdo quien se ira primero. —
—Está bien señor Aarón, lo platicaremos en lo que usted
regresa. —
Contestó Jorge muy atento, mirando a sus compañeros y a las dos mujeres. Luisa se acercó muy discretamente a Yolanda, le comento en voz baja: —
Tengo que usar el baño, ya me hizo efecto el refresco y me anda de lo demás. —
Yolanda pensó que era el momento correcto de echar andar un plan, para poder cogerse a los jóvenes, ya que todo lo que recordó en el camino la tenía sumamente caliente, ya era hora de conseguir una buena vergota que la hiciera derramarse, en ese momento tenía ya cinco garrotes disponibles para gozar.
¿Porque no ahora? Este es el momento. Aquí y ahora. Así
que le contestó a su madre:
—Ya oíste al señor Aarón, siéntete como en tu casa, tomate tú tiempo mamá usa todo lo que hay aquí. Disculpe señor. ¿Puede mi madre usar su baño? —
— ¡Claro! Pase seño, pase con confianza, use todo lo que hay en esta casa. —
—Gracias, con permiso. —
Agradeció Luisa caminando despacio hacia el baño. Yolanda miró a todos los hombres, que sin disimular miraban moverse las nalgas de su madre en esos pantalones ajustados, hasta que cerró la puerta del baño, así que Yolanda aprovechó esos valiosos minutos sin su madre, enfrente de
todos los jóvenes se acercó a el señor Aarón.
Sin que se lo esperara, se desabrochó su blusa enseñándole sus dos grandes senos que estaban aprisionados en ese estorboso brasier, con sus manos mantuvo abierta la blusa para los ojos de Aarón, quien abría los párpados enormes no creyendo lo que miraba enfrente de él.
Yolanda volteó su cara mirando la puerta del baño, y con voz baja le comentó:
—Estoy caliente… muy caliente… necesito verga. —
Soltó su blusa, enseguida con su mano izquierda le agarró la mano al pollero, con la derecha se levantó la faldita café, mostrándole todo su bizcochito peludo, puesto que en el restaurant había tirado su tanguita, ya no traía
nada debajo de la falda, los ojos se le acabaron de saltar al Aarón al mirar
ese delicioso bizcocho peludito, tragaba saliva, totalmente mudo, no podía creer que esta mujer fuera tan puta.
Mientras los jóvenes como perros la rodearon sin poder creer lo que veían y escuchaban de esta chica, quien le siguió colocando la mano de Aarón en su mojado bizcochito, en voz baja le expresó:
—Estoy bien mojada y necesito una buena vergota entre mis nalgas, así que llévese a mi madre por una hora, y todos podrán joderme mi fundillito... se los prometo, todos ustedes, me cogerán mi panochita, se los mamaré a cada uno. —
Aarón sintió brincar de nuevo su pantalón, la joven estaba bien calientita y mojada de su papayita, le introducía el dedo medio en la peluda panochita.
Yolanda más le acercaba las blancas chichotas a su cuerpo. Jorge con sus manos se atrevió a levantarle la faldita por detrás, enseguida con su mano le acaricio las nalgas, ella no protesto al sentir la mano lujuriosa acariciarle de lleno sus nalgas, solo se inclinó un poco parándole más las nalgas, dándoselas a probar.
Mientras que el señor Aarón con su mano le seguía acariciando todo el bizcochito.
Ella soltó su faldita de enfrente, que al caer enseguida le cubrió su caliente bizcochito, mientras Aarón con su mano continuaba acariciándoselo debajo de la faldita.
Yolanda con su mano le agarró la reata que ya estaba bien tiesa, masajeándosela encima del pantalón. Continúo diciendo:
—Llévesela o no podrá abrirme de piernas y gozar de mi bizcochito, disfrutará de unas mamadas de mi boquita. ¿No le gustaría derramarse en mis labios? Ver cómo me trago toda su leche. O ¿Prefiere venirse adentro de mi apretado fundillito? Lo ordenaré como ninguna puta jamás lo ha hecho. Se lo dejo en sus manos… ayúdenme o mejor dicho ayúdenos por favor. —
El señor Aarón acariciando ese bizcochito, seguía enmudecido por lo que escuchaba, sin encontrar
palabras para responder, mientras Yolanda miraba desesperada hacia la puerta del baño, rogando que no saliera su madre.
Juan a su derecha estiro la mano le acariciaba uno de sus grandes senos, lo sentía suave, calientito y delicioso, agarrándole el pezón con la yema de sus dedos.
Rigo a su izquierda con su mano le acariciaba el otro seno junto con la mano de Juan. Aarón le seguía acariciando también el bizcochito.
Pablo entre la bola a su derecha con sus manos le acariciaba el bizcochito, peleando con la mano de Aarón, y a la misma vez ahora le acariciaba las nalgas chocando con las manos de Jorge.
Quien la acariciaba con lujuria, el cabrón ya le separaba las nalgas buscando con sus dedos el pequeño fundillito de Yolanda. Hasta que Aarón pudo hablar diciendo:
—La distraigo por una hora, y yo. ¿A qué hora me mamaras mi tranca mamacita? —
—Déjela a mi madre en algún lugar y se regresa, en cuanto llegue don Aarón, que ellos lo dejen cogerme las nalgas, y terminando se va rápido por ella, usted sabrá donde la deja ese es su problema. —
—Creo que ya te entendí, y se adónde entretenerla mientras te jodo las pinches nalgas. —
—Sí, pero para que yo pueda quedarme sola, deme su protección y hágales pedo a ellos enfrente de mi madre, que no me toquen, así estará más tranquila mi madre de dejarme
aquí, usted la deja en un lugar y se regresa para que me deshaga todo mi fundillito, o ¿No se le antoja sodomizarme hasta deslecharse en mí? ¡Eh! ¿No le gusta mi cuerpo? —
Preguntando esto, ella se dio la vuelta quitando a Jorge de su espalda, se agachó sin flexionar las piernas, enseguida se levantó la cabrona la faldita, se colocó sus dos manos una en cada nalga, sin que Aarón lo esperara se las abrió enseñándole todo su pequeño fundillito, rosita escondido entre las dos nalgas.
Aarón se paseó la lengua por los labios tragando saliva, su vergota quería ya salirse del pantalón, y entrar en ese delicioso culito, que a gritos pedía garrote, solo pudo estirar la mano derecha acariciándole las nalgas de la joven poniéndole su dedo medio en el pequeño fundillito.
En ese momento escucharon jalar el agua de la taza del baño, desesperada y de prisa Yolanda se enderezó preguntándole:
— ¿Te gusta mi cuerpo? ¿Quieren cogerme todos
juntos? —
Al unísono todos los perros dijeron:
— ¡¡Sí!! —
Yolanda se puso su dedo índice en la boca en señal de que se callaran todos, en voz baja antes que saliera su madre del baño les comentó: — ¡Shu! Llévese a mi madre, sáquela de la casa, si quiere gozar de mi bizcochito. —
Enseguida Yolanda caminó con pasos apresurados, hacia el garrafón de agua que estaba en la cocina, se sirvió un vaso con agua. En ese momento se abrió la puerta del baño, enseguida salía Luisa, estaba agitando sus manos con un poco de agua en estas,mirando para todos lados buscando en donde estaba su hija.
De inmediato Aarón con una cara seria le expresó: —Señora, estoy necesitando que alguien me acompañe, para revisar la línea y a los pinches migras, es muy importan-
te checar sus rondines y traer algo de comer para todos. —
—Pues, llévese alguno de ellos. —
Contestó Luisa sin titubear señalando a los jóvenes, miró a su hija sola en la cocina, bebiendo agua mirando por la ventana hacia la calle, como si no hubiera escuchado la propuesta de Aarón.
—Bueno señora, miré, acercarse a la línea adonde yo voy, es mejor ir un hombre y una mujer, porque cuando estos cabrones ven a dos hombres, los migras se acercan más y a veces hacen muchas preguntas, si usted o su hija van conmigo creerán que es mi hija o usted mi esposa, y ellos creen, vaya… que es algo más familiar y se me facilita más mi trabajo. —
—Bueno, vamos las dos con usted, y checamos su llamada "línea". —
—El cuarto en donde yo espió es muy chico, si alguien se queda en la camioneta los migras se detienen a investigar, ahora estamos hablando de que yo quiero que usted y su hija
se van a cruzar primero la frontera, y ellos esperaran su turno para pasar, yo necesito de toda su ayuda. —
— ¿Porque no va solo? Así no le estorbamos. —
—Porque yo le daré un radio, y en lo que checo a los migras en una distancia prudente, usted me notifica si están pasando por ese punto. —
Yolanda sabía que era muy difícil deshacerse de su madre, porque según ella quería protegerla de todo. Luisa miró a su hija y volteó a ver a los jóvenes, quienes mostraban una sonrisa que no podían esconder, y le miraban todo su cuerpo a Yolanda sin disimular su pinche lujuria.
Luisa se quedó muy pensativa, no era pendeja estaba entendiendo enseguida toda esta la situación que se armó a su espalda.
Sabía muy bien que ella estorbaba en la casa, para que su hija se los tirará a todos, ahora muy triste sonrió mirando nuevamente a su hija, sí, sabía perfectamente lo que harían
en su ausencia, Yolanda necesitaba sexo, sexo y más sexo, era una enferma sexual, una mujer ninfómana.
Al verla tan callada y pensativa Yolanda le propuso:
—Si quieres, yo acompaño al señor Aarón mamá, veo la línea que dice, y tú te quedas con ellos, no te preocupes por mí. —
Con esta propuesta. Aarón no perdía nada, si se llevaba con él a Yolanda, así se la iba a coger a solas, si lo acompañaba Luisa, él se regresaría a cogerse a Yolanda junto con los
cuatro jóvenes, como sea él se chingaría esas deliciosas y juveniles nalgas que pedían a gritos el garrote, o quizá por allá le proponga a la madre, y esta fuera igual de puta que la hija, quizá la hipócrita solo por el momento se hacia la decente enfrente de todos, pero en silencio deseaba que la abrieran de bizcochito.
Después del silencio y de estarlo pensarlo, Luisa con trabajos dibujo una sonrisa en su cara, movió la cabeza afirmando, miró al pollero respondiéndole:
—Voy con usted señor Aarón, y tu hija quédate aquí en la casa estarás más segura. —
Sin disimular todos los jóvenes sonrieron, juntos estaban muy emocionados ante lo que la madre dijo, pero, Aarón se tragó su sonrisa, muy serio les expresó:
—La chica se queda en mi casa, y no quiero por ningún motivo que nadie le falte al respeto a la jovencita. ¡Ya me oyeron cabrones! —
—Sí, no se preocupe, ni quien le quiera hacer algo. —
Contestó Jorge. Quien volteó a verla poniendo una cara seria, pero ya quería correr agarrarle otra vez las nalgas y con su dedo medio buscarle ese delicioso fundillito.
—Se los advierto a todos cabrones, escúchenme bien, aquí en mi tierra el que venga hacerme una chingadera, lo regreso a su pinche pueblo en silla de ruedas de la madriza que le daré, me respetan a la muchachita. ¿Entendieron cabrones? —
Todos alzaron las manos y no se movieron de su lugar. Juan le comentó:
—No queremos problemas, nosotros solo nos vamos al otro lado señor. —
—Pues más les vale, que no estoy jugando, jovencita en un momento regresamos, cualquier falta de respeto me lo dices, y te juro que no les quedaran ganas de nunca faltarle al
respeto a una dama. —
Después de este teatro, se dio la vuelta Aarón muy serio caminó hasta la puerta, la abrió y de forma caballerosa hizo un ademán para que pasara Luisa.
—Regreso pronto hija, no tardamos. —
Ha como pudo le sonrió su madre, enseguida le dio la espalda tragándose toda su amargura, sabiendo lo que pasaría en su ausencia, los cuatro jóvenes como pinches perros en celo, ya desesperados le miraban las nalgas a Yolanda.
Aarón miró a la joven haciendo una señal con la mano de ahorita regreso, cerrando la puerta detrás de él.
Los jóvenes le brindaron una mirada de complicidad a Yolanda, ya esperaban que se desvistiera, ella urgiéndole esas vergas, enseguida caminó muy sexi hacia ellos, se puso en frente de los hombres, de inmediato se dio la vuelta dándoles la espalda, se agachó y con sus manos se levantó la faldita, de inmediato con sus dos manos se abrió las nalgas mostrándoles su goloso fundillito.
Los cuatro jóvenes como pinches perros, de prisa colocaron las manos manoseándole las nalgas, otro ya le manoseaba todo el mojado bizcochito, otro se colocó a un lado acariciándole las chichotas y las nalgas.
De repente se escuchó abrirse la cerradura de la puerta, se asustó Yolanda enderezándose rápido, la faldita se bajó sola cubriendo sus nalgas y su bizcochito, dio con prisa cuatro pasos al frente tratándose
de alejar de los jóvenes.
Se abrió la puerta por completo, era Aarón que entraba a la casa, enseguida emparejo la puerta, ahora a pasos apresurados caminó hasta donde estaba Yolanda, se detuvo enfrente de ella, diciéndole:
—En veinte minutos regreso, dejaré a tu madre en algún lugar, usen la recámara no vaya a ser que
regresemos antes y ustedes estén bien entretenidos en medio de mi casa cogiendo. ¿Entendiste? Usa la recámara de la derecha. —
—Está bien, estaremos en esa recámara para coger. —
Contestó Yolanda con una sonrisa, mientras el pollero con sus manos, le agarró con lujuria su bizcochito manoseándole también los senos.
Ella deprisa se desabotono su blusita se desabrochó su brasier de enfrente, dejándole ver sus dos grandes senos de carne firme, mostrándole sus pezones rositas.
Aarón de inmediato con sus manos le agarró ambos senos, se los estrujo con lujuria y después se retiró mirándola, antes de salir agarró unos binoculares que estaban sobre la mesa, diciendo:
—Regreso en veinte minutos, diviértanse pinches ojetes calenturientos. —
Abrió la puerta saliendo de la casa cerrando con llave la puerta. Yolanda ahora se acercó a la ventana de la cocina, viendo retirarse la camioneta destructor del camino 4x4, con
su madre abordo, dejando una polvadera detrás de ellos.
Volteó su cara mirando hacia la recámara, enseguida caminó muy sensual pasando en medio de los cuatro jóvenes. Quienes estaban bien lujuriosos, ya con una erección entre las piernas, caminaron como manada de perros, detrás de ella admirando las nalguitas que se comerían.
Yolanda se quitó las zapatillas aflojándose la faldita, que enseguida cayó al piso, dejándoles ver de lleno sus blancas nalgas, se dio la vuelta enseñándoles todo su peludo bizcochito.
Ahora con una sonrisa se quitó la blusa, enseguida tiro el brasier en una esquina, miraba como los cuatro jóvenes todos emocionados y alegres se quitaban con torpeza su ropa,
tirándola en el piso de una forma desesperada.
Yolanda observó uno por uno. Jorge que era blanco, delgado y el más alto, con una erección entre las piernas de no menos de once pulgadas de largo, miró a Pablo que era moreno medio gordo, de uno setenta de estatura y con una gorda vergota de diez pulgadas de largo.
Rigo media como uno sesenta y cinco de estatura, moreno, gordo con una vergota erecta de ocho pulgadas.
Y Juan que media como uno sesenta y cinco de estatura, era moreno claro, medio gordo, tenía una erección entre sus piernas muy desesperado, ya se masajeaba con sus manos su gruesa vergota de nueve pulgadas de larga, con una gran sonrisa Yolanda miró a cada uno, pensando cómo usar las cuatro vergotas a la vez.
Así que con voz sexi y con su mano
derecha se fue señalando cada parte de su cuerpo, diciéndoles:
—Tranquilos chicos, miren aquí tienen mis dos chichotas, mi bizcochito, mi apretado fundillito y mi boquita, que les mamara por un buen rato sus gruesos garrotes. —
Los cuatro jóvenes se acercaron a manosearla, con lujuria le acariciaban todo el cuerpo, en ese momento manos entraban y salían de sus nalgas, de su bizcochito, de sus grandes senos manoseándole los pezones comenzaría la orgía.Está historia continuará....
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las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....
Художественная прозаDespués del libro negocio redondo violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. Ahora solo quedan las cartas de "EL CLUB 69 DE ARIES". En donde las personas dan su punto de vista, haciendo una nueva novela llena de erotismo y de lujuria, "Yol...