ELLA ES PAULINA.... LA DIOSA.

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LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”

YOLANDA ME CONTÓ….

CAPÍTULO SIETE.

— ¡Hija!... ¡Hija! ¡Despierta! Tu credencial, los militares están checando a todos los pasajeros del autobús. —
—Mande. ¿Quién? ¿Qué? —
Entre dormida regreso Yolanda de sus húmedos recuerdos, enseguida miró por la ventanilla, ya estaba clareando el día, en el pasillo había seis militares bien armados, checando papeles y procedencias de los pasajeros, con una cara de seria una mujer militar se acercó al asiento de ellas.
La mujer era alta, como de uno ochenta de estatura, de piel blanca, sus ojos verdes, tenía una nariz fina, con el cabello güero amarrado, con una gorra verde puesta, que con
autoridad les preguntó:
— ¿Adónde va señora? Su credencial por favor, necesitamos que se identifiquen. —
—Vamos a ciudad acuña, a… visitar unos familiares, mi hija cumplió veintiún años, y sus tíos quieren hacerle una fiesta en familia. —
—Tu credencial señorita. —
Expresó en tono de mando, mirando la cara de Yolanda, con mucha seriedad recibió la credencial checando los datos, entonces le indicó:
—Tiene cuatro meses que cumplió veintiuno. Mmmm. Yolanda Cuevas del Castillo, no me diga que apenas le harán fiesta. —
Luisa miró nerviosa a la militar contestándole:
—Sus tíos apenas nos acaban de mandar el dinero y si, apenas la van a festejar, es más fácil que vengamos dos a que nos visiten veinte personas…. es más barato para ellos. —
La militar las miró muy seria expresando: —Ustedes se van a brincar la frontera. ¿Verdad? Señora… Luisa Cuevas del Castillo. Mmmm ustedes. ¿Son hermanas? —
—Ella es mi hija oficial, soy madre soltera, por eso le puse mis apellidos. —
Yolanda miró a la oficial, que era muy parecida a una amiga que conoció con Marisol, le sostuvo la mirada como queriendo que la reconociera, pero no, no era la que Yolanda pensaba.
Los militares checaron todo el autobús, entonces se bajaron dejándolo seguir su marcha.
Yolanda volteó a ver a los muchachos, quienes tenían cara de asustados, tal parecía que también se brincaría a los Estados Unidos como ilegales.
— ¿Nos pararan nuevamente mamá? —
—Que yo sepa en una hora… o más tardar hora y media, llegamos a nuestro destino… a ciudad Acuña. —
—Si checan los militares y descubren que eres ilegal, quiero decir si no eres mexicano. ¿Qué? ¿Qué te hacen? —
—Te bajan del autobús y enseguida te deportan a tu país
de origen. —
— ¿Es lo que nos espera cuando crucemos al otro lado? A Estados Unidos, porque seremos ilegales. —
Al escuchar este comentario. Luisa trato de sonreír queriéndole dar le algo de seguridad, ahora le contestó: —No te preocupes hija, todo está arreglado, yo te protegeré ahora
estamos juntas. —
Yolanda se le quedo mirando, como dudando de que su madre pudiera hacer algo por ella, así que le contestó: —Eso espero mamá, no me gustaría sufrir por tu necedad que me cure de algo que no tengo, yo estoy bien, estoy dejando a todos mis amigos y amigas de mi barrio y todo por tu culpa. —
—Habíamos acordado no pelear más por esta decisión, ¿Está bien? —
Yolanda no dijo más para no contradecirla, miró en silencio a su madre, volteando su cara hacia la ventanilla mirando el paisaje,
enseguida cerró los ojos pensando en esa militar, quien le hizo recordar a su amiga Paulina, la llamada "la diosa" ¿Cómo olvidarla? ¿Cómo olvidar una mujer como ella?
En la vida sexual que ya llevaba Yolanda, tenía a diario en su casa de seis a siete cabrones, que la buscaban después de clase para cogérsela, sin contar los que pasaban a surtir algo.
El problema ahora era, que su madre Luisa descansaba el sábado llegando a su casa al medio día, y estaba todo el domingo en casa.
Yolanda pedía permiso el sábado en la tarde para visitar a su amiga Marisol, era la manera de joder su bizcochito en el día, para que su madre no se enterara de su vida sexual tan activa que llevaba, porque en la noche en su habitación Yolanda se encerraba poniendo seguro en su puerta, se
masturbaba su papayita con sus gruesos consoladores, de dos o tres
veces en la noche, hasta quedarse dormida quedando muy satisfecha por el momento, ese fuego ya la consumía.
Ahora en sábado, era cerca de las dos de la tarde cuando Yolanda salió de su casa, tenía puesto un pantalón de mezclilla azul bien ajustado, una blusa negra que mostraba parte
de sus dos blancos senos, caminaba contoneándose todo su hermoso cuerpo por la banqueta.
Enseguida se encontró a su vecino don Alfonso, quien barría su banqueta para variar, lo saludo como si nunca se la cogiera, o solo hubiera amistad entre ellos, muy seria le saludo diciéndole: —Buenas tardes don Alfonso. —
—Buenas tardes jovencita. ¿Adónde vas Yolanda? —
—A casa de Marisol, hoy mi madre está en casa, me quiero distraer un poco. —
Don Alfonso agarrando su escoba, disimuladamente se acercó diciéndole en voz baja.
—Te veo el lunes a las tres, toma para que te diviertas mi niña. —
Le dio la mano como si solo la saludara, colocándole doscientos pesos en la mano de Yolanda, quien sonrió enseguida al recibirlos.
Don Alfonso le dio la espalda como si ella solo lo saludara metiéndose a su casa, sabía que el lunes le comería una o dos veces esas deliciosas nalgas, disfrutando también de esa boquita de mamadora y de su fundillito.
—Gracias, lo estaré esperando. —
Contestó en voz baja dándole una sonrisa, la joven seguía caminando, meneando su delicioso culito, sintiéndose ahora la dueña de la situación, al principio Yolanda no sabía ni cómo atraer a Alfredo, pero muy pronto Yolanda aprendió,
que con sus nalgas se podría conseguir todos los hombres del mundo, y muchas cosas que tanto quería tener.
Ahora ella pensaba de esta forma, cada cabrón que entraba a su casa para cogérsela le daba algo, desde comida hasta dinero y algún buen regalo, ahora hasta Alfredo se tuvo que mochar con ella, o el delicioso fundillito y su boquita de mamadora ya no la iba a gozar, ya había ahorrado un buen dinero, su mamá le daba para pagar “algo” y Yolanda pues con sus nalgas pagaba las cuentas y algunas cosas de la casa.
—Sí, esto ahora es… al son que te toque tú bailas, o vete a chingar a tu madre, son mis nalgas, es mi panocha, es mi boca, y yo sabré quien me goza, aquí… ¡Solo mando yo! —
En cuatro meses Yolanda lo descubrió, desde que tuvo su experiencia lesbiana con Marisol. Quien aparte de abrir le las piernas, le acabo de abrir también los ojos, diciéndole:
—Yolanda con tu cuerpo lo consigues todo, no lo regales, disfruta la puta vida y gana mucho dinero, no seas pendeja las nalgas valen dinero, mucho dinero. —
Desde el día que ella pudo obtener el tanque de gas gratis, gracias a su cuerpo, ahora cuando tenía relaciones sexuales con Alfredo, antes de cogérsela la tenía que llevar a comer
comprarle una minifalda que ella quería. Si, ahora su pensar había cambiado.
—Aquí… solo mando yo. —
Yolanda llegó hasta a la casa de su amiga Marisol, tocando la puerta toc…. toc…. toc…. Esperando a que la recibieran, después de dos minutos de espera se abrió la puerta.
Yolanda alzó la vista mirando a una güera de ojos verdes, sus labios pintados de rojo, nariz afilada y una sonrisa contagiosa, de uno ochenta de estatura, pelo lacio dorado que era largo hasta la cintura, con solo un top negro que sostenía un par de enormes y blancos senos, una cinturita delgada
un short muy cortito mostrando unas piernas firmes, y en medio de ellas se le dibujaba una deliciosa "Y" sí, un delicioso bizcocho para ser mujer.
Yolanda se quedó muda, más bien pendeja ante la belleza de la desconocida, quien le preguntó:
—Dime. ¿A quién buscas niña? —
Al escuchar como la llamó. Yolanda muy seria la miró de nuevo de abajo para arriba, deteniéndose un poco en el bizcochito, en los dos grandes senos y en la hermosa cara, la joven quizá tenía ya veinte años, era muy bonita, hasta que le contestó: —Busco a Marisol... Marisol es mi amiga. —
—Déjame ver si esta… “niña”. —
Se dio la vuelta dejando la puerta entreabierta. Yolanda miraba que el short le apretaba, porque tenía unas grandes y deliciosas nalgas, solo de ver esas deliciosas nalgas a Yolanda
se mojó de su bizcochito, se comenzó a morder las uñas, tal vez de nervios, esperando ver a su amiga, hasta que se abrió de nuevo toda la puerta y...
— ¡Hola! ¡Pendeja! —
Ahí estaba Marisol con una gran sonrisa, sí, su amante secreta, la morena gordita la miraba hacia abajo, cubriendo todo su cuerpo solo con una playera blanca extragrande, que le llegaba hasta los muslos.
Al mirarla Yolanda le sonrió protestando le gritó:
— ¡Soy niña!... ¡Niña! ¡Me caga la pinche madre que me digan así! ¡Lo sabes bien pendeja! —
Sonrió Marisol ante las protestas de su amiga, contestándole: —Por eso le dije que te llamara así, porque te caga niña. Bueno, vamos entra muñeca, te presento a una amiga, ella es Paulina.... "la diosa". —
— ¿La diosa? Ya lo creo, es muy hermosa. ¡Sí que es toda una diosa! —
Expresó Yolanda mirándola de nuevo, atrapada por los hermosos ojos verdes y sus dos grandes y firmes senos, que ya le daban ganas de comenzar a mamárselos y acariciarlos.
—Gracias “niña”, solo hago mis ejercicios. —
Ignorando como la llamó. Yolanda le preguntó:  — ¿Eres modelo Paulina? —
Espero la respuesta sosteniendo la mirada, mordiéndose el labio inferior, como saboreándose toda esa deliciosa carne, esa boquita.
— ¡Le atinaste! Y te seré muy sincera, mis nalgas me han abierto muchas puertas, y las puertas me han abierto mucho las nalgas, pero todo tiene su recompensa cariño. —
— ¡Guau! Dijo el perro cuando se sorprendió al ver el hueso ja jajá, y… dime diosa. ¿Qué debo hacer para dar las nalgas y tener tu profesión? Mira mi cuerpo, no está para la chingada… y me gustaría saber… ¿Qué puerta abrir? Y ¿Dónde abrir me dé nalgas? o ¿Cómo dijiste?… me abres las nalgas y te abro la puerta… —
Paulina río al escuchar esto de Yolanda. —Ja jajá… me abres las nalgas y te abro la puerta… ja jaja
eres muy graciosa ja jajá, pero también muy bonita. ¿Lo sabias muñequita? —
—Bueno, yo no sabía que Marisol a sus quince años tuviera amigas tan hermosas. —
—Gracias Yolanda. Marisol me ha hablado mucho de ti, dice Yolanda esto, Yolanda aquello, Yolanda me hizo, que Yolanda… Yolanda, me dice y me presume la chismosa que
fue ella la primera en enseñarte a coger con otra mujer. —
Al escuchar esto. Yolanda giró un poco mirando a su amiga Marisol preguntándole:
— ¿Eso dijiste de mí? Eres una pinche mentirosa. —
Marisol con una cara seria levantó el brazo derecho, y con el dedo índice señalo a Paulina, diciéndole muy orgullosa:
—Yolanda. Paulina es mi amiga, aunque no me lo creas, me ha cogido y yo ya se la he mamado, hasta que se viene en mi boca. ¿Cómo no conectarla contigo, si tú eres mi mejor amante? Paulina me dijo, iré al distrito Federal, te visitaré el sábado, así que me dije a mi misma, mi misma le hablo a mi amante Yolanda, para que ella conozca una diosa en carne y hueso. —
—Bueno es más carne, porque no le veo ningún hueso, pero… ¿A todas tus amigas les cuentas con quien te tiras
Marisol? —
Preguntó Yolanda con cara de asombro, enseguida puso una sonrisa en su cara. Marisol ahora le comentó: —Solo tengo una pregunta sencilla para ti Yolanda. —
—Dispara amor, soy todo oídos. —
Contestó con una sonrisa bajando su mirada, viendo fijamente el bizcochito de Paulina, que era cubierto por ese pequeño short que mostraba una “Y” entre sus hermosas piernas. —
— ¿Te gustaría mamarle su bizcochito a la diosa? —
Vaya que se tiraban, pero a matar, aunque Yolanda cogía con desconocidos, en este momento estaba enfrente de su mejor amiga y amante, que era Marisol, a quien amaba y no quería que se enojara con ella, así que levantó la vista volteó
su cara mirándola a la cara, respondiéndole:
—Si tú no te enojas Marisol, desearía lamerle su par de nalgas, todo su fundillito, y toda su panochita, te lo juro. Quiero mamarle las tetas… son enormes. —
— ¿Enojarme? ¿Yo? ¿No nos cogimos juntas al pendejo de Alfredo? Y no se suponía que era mío, era solo mi novio y te lo compartí. ¿No? ¿No acaso te visita todas las tardes a tu casa y te coge tu bizcochito? ¿Te la hecho de pedo por eso? Por coger con él. —
Yolanda espero diez segundos antes de contestar, fue una sorpresa que Marisol supiera que Alfredo la visitaba en su casa, con cara de a caray, le preguntó:
— ¿Él te dijo que me visita? .... Porque él, es todo tu yo, y si voy a tener problemas contigo, por el pinche Alfredo, que la verdad no vale madre el pendejo, le diré que no me visite más en mi casa, sabes, prefiero tu amistad amiga, y que tú me cojas en mi casa, hombres hay muchos, créeme hay a montones en mi vida, cualquiera quiere comer mi culo. —
Marisol rio ante la contestación de Yolanda, miró a Paulina preguntando: — ¿Hombres hay muchos? ¡Claro que los hay! Pues busca más hombres Yolanda, si ese pendejo de Alfredo ya no te llena, pero a Paulina le dije que le presentaría a mi amante de planta, porque tú sabes muy bien Yolanda, que tengo otras mujeres que les gusta que les mame el bizcochito, pero tú... tú eres muy especial para mí. —
—Pues si no te molesta Marisol, aquí estoy y mis nalgas desean saber qué especial tiene tu amiga, siempre estoy caliente y deseosa por coger. Tú lo sabes bien mi amor. —
Se acercó Paulina a Yolanda. Quien, a esa edad, solo media uno sesenta de estatura, la agarró con suavidad de su cara levantándole el rostro. Paulina se inclinó besándola en los labios, metiéndole su lengua entre sus dientes, despacio fue bajando las manos acariciándole las nalgas, que estaban bien entalladas por el pantalón.
Paulina media uno ochenta de estatura, era más alta que Marisol, que media uno setenta y dos de estatura, pero aquí la estatura no impedía una buena cogida entre mujer y mujer, enseguida le soltó los labios, colocándole la cara de Yolanda entre sus grandes senos, bajándose con su mano izquierda el top negro, dejándoselas al aire libre.
Eran dos grandes bolas de carne, con unos pezones grandes rosas, que
se veían mamables, mordisqueables.
Yolanda no lo pensó dos veces, abrió su boca comenzando a mamar y lamer cada uno de los pezones, mamándoselos con lujuria.
Mientras hacía esto Paulina, con sus dos manos le desabrochó la blusita negra y el brasier, dejándole también libres los dos grandes senos de su nueva amante, acariciándole con sus dos manos muy suavemente sus grandes senos, repegándosela más a su cuerpo caliente.
—Desabróchate el pantalón y quítatelo querida. —
Le pidió la diosa, diciéndoselo al oído. Enseguida Yolanda se inclinó, le colocó su lengua en el cuello, lamiéndoselo, bajando despacio por uno de sus senos, hasta detenerse en un pezón, mientras se lo chupaba, muy obediente bajó sus dos manos desabrochándose su pantalón, se lo fue bajando despacito, viéndose su blanca piel de sus piernas.
Enseguida se quitó las zapatillas, juntando un pie con otro
sacándoselas de sus pies, aventándolas a los lados, después
empezó a deslizar su pantalón quedando en su pura tanguita
negra.
Yolanda separó su boca de chuparle su pezón a la diosa, enderezándose mostrándole orgullosa su cuerpo, ahora Paulina se inclinaba chupándole el pezón, se fue hincando acariciándole el cuerpo, agarrándole las nalgas que eran firmes y duras, siguió con su lengua lamiéndole los senos, con sus dientes los mordisqueaba después se las lamia.
Mientras sus manos bajaban muy despacio la tanguita negra, dejando ver el bizcochito peludo de Yolanda, enseguida Paulina se agachó más hundiendo su boca en la papayita,
aspirando el delicioso aroma de sexo. Yolanda levantó una pierna, abriéndose su papayita para recibir una buena mamada de bizcochito.
Paulina lamia y mamaba una y otra vez la panochita acariciándole las nalgas, hasta que después de dos minutos le expresó: —Acuéstate aquí en la alfombra. —
Sin más, Yolanda enseguida le obedeció, puso las nalgas en la alfombra separando las piernas, dejando bien abierto todo su bizcochito. Paulina de rodillas parando sus nalgas volvió a hundir su cara entre las piernas, lamiendo toda la papayita, haciendo retorcer de placer a Yolanda.
Quien ya desesperada se acariciaba con sus manos sus senos y sus
pezones, gimiendo de puro placer al sentir esa lengua.
— ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Hasta que después de un rato, de lamer bizcochito Paulina alzó la cara toda llena de saliva y jugo vaginal, la joven le propuso: — ¿Me lamerías mi bizcochito Yolanda? —
Yolanda la miró directo a los ojos, en diez segundos con una sonrisa le contestó: —Acuéstate "diosa", ahora es mi turno, yo te demostraré lo que me gusta hacer con un buen bizcochito en mi cara. —
Paulina con sus dos manos y con mucha delicadeza se bajó el short, enseñando su bizcochito que estaba bien rasurado, enseguida se acostó en la alfombra, abriendo las piernas de par en par, ahora Yolanda admiró la panochita que mamaria, sin pensarlo dos veces le metió la lengua en la papayita, desde abajo hasta llegar al clítoris chupándolo con sus labios, sacándole enseguida unos quejidos de placer.
— ¡Ah! Eres ¡Ah! Una ¡Ah! Experta. ¡Lame! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda aprisionó con la boca el clítoris, y dentro de su boca le daba de vueltas con la lengua, dándole de ligeros jaloncitos, produciéndole con esto unos deliciosos escalofríos de pies a cabeza a Paulina.
— ¿Te lo chupo rico mi reina? —
Preguntó sonriendo con su cara llena de saliva, sin esperar la respuesta, enseguida Yolanda volvió a adueñarse de la deliciosa papayita, bailando su lengua en el clítoris, haciendo
retorcer de placer a su amante en turno.
— ¡Ah! Eres divina ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Marisol miraba a sus dos amigas cogerse, disfrutando el hermoso panorama que tenía enfrente de ella.
La diosa acostada entre cerrando los ojos, quejándose de placer ante tan
ricas mamadas, mientras con su mano se acariciaba sus enormes senos, con las piernas bien abiertas mostrando todo su bizcochito, y su pequeño fundillito que sentía entrar la
lengua de su amante.
Mientras Yolanda hincada paraba sus nalgas, con sus piernas un poco separadas, mostrando su bizcochito entre abierto adornado de sus vellitos castaños, se agachaba lamiéndole a la diosa toda su papayita, desde el fundillito hasta atrapar nuevamente el clítoris con sus labios, una y otra vez con su boca lo succionaba, volviendo loca de placer a su amante, quien continuaba quejándose:
— ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! —
Después de admirar esto, no se contuvo Marisol al ver a su amiga Yolanda, con sus manos le acaricio esas nalgas que tantas veces habían sido ya de ella, le tocó el bizcochito que estaba bien mojado, tratando de masturbarla en esa posición.
Marisol con una mano le separo una de las nalgas de Yolanda, se chupo su dedo gordo de la mano derecha, metiéndoselo en el fundillito, mientras que sus demás dedos le acariciaban suavemente toda la mojada papayita.
Sí, esto era de sacar placer entre todas, después de unos minutos de lamer y masturbar los bizcochitos. Marisol le saco el dedo del fundillito y su mano del bizcochito, se dio la vuelta caminando unos pasos al sillón, se inclinó a recoger algo, de inmediato se dio otra vez la vuelta, al regresar en las manos tenía cuatro enormes consoladores listos para sacar placer de sus cuerpos, así que les comentó:
—Levántense ya mis putitas, y vámonos a la cama, miren lo que tengo para ustedes, par de putas insaciables. —
Al escucharla se detuvo Yolanda de lamer el bizcochito, levantó su cara batida de saliva, volteó su cara para ver a Marisol, tenía en su mano y sostenidos por su brazo derecho
dos grandes consoladores de dos cabezas, de unas treinta pulgadas de largo, uno grueso y el otro consolador
era extremadamente grueso, en la otra mano tenía dos consoladores más, solo que estos de una sola cabeza, eran largos y gruesos, ahora los acomodaba y sostenía con las dos manos los cuatro consoladores, era todo un buffet de placer para ellas, sus bizcochitos sufrirían de placer extremo.
Al verlos no se esperarían ni un minuto más.
—Levántate Paulina, vamos a la cama para divertirnos un poco más. —
Comentó con una sonrisa Marisol, caminando hacia su recámara. Yolanda se puso de pie, enseguida extendió su mano derecha para ayudar a ponerse de pie a la diosa, juntas y totalmente desnudas fueron caminando detrás siguiendo a Marisol.
Quien se paró enfrente de la cama, puso los consoladores encima de esta, volteó su cara para ver a la pareja.
Enseguida se quitó su playera extra grande, quedando completamente desnuda ante ellas, mirando sus dos amigas sus grandes senos morenos, adornados por sus dos grandes
pezones cafés obscuros, su peludo negro que le adornaba su
panochita en medio de las piernas, dueña de una gordura que ya no podía esconder sin su playera.
Yolanda la miró sorprendida, porque abajo ya no traía nada puesto Marisol. Quien le preguntó: — ¿Qué? ¿No te
cae el veinte Yolanda? ¿De porque ella tenía solo un top y un short? No te lo imaginas, ¿Porque esta sin su tanguita y yo solo tenía esta playera? —
— ¿Ya se cogieron entre ustedes cabronas? —
Marisol con una sonrisa le contestó: —Tú llegaste tarde, pero la diosa también es insaciable como tú, siempre tiene la panocha caliente, y hoy te dará la cogida de tu vida cabrona, hoy sentirás como la primera vez en tu panochita, espero
que lo disfrutes pinche putita insaciable. —
Después de decir esto, con una sonrisa acerco Marisol sus labios besando a Yolanda en la boca, acariciándole con sus manos los blancos y grandes senos, bajando su mano derecha acariciándole el delicioso y mojado bizcochito.
—Ven acá Yolanda, me acostaré y tú deja tus nalgas bien paradas en la orilla de la cama, ahora lámeme todo mi peludito hasta que me venga en tu boca, deja que la diosa te deshaga tu bizcochito, que buena falta te hace mi putita. —
Después de ordenar esto. Marisol se acostó en medio de la cama, abriendo de inmediato sus piernas de par en par, esperando esa deliciosa lengüita que casi a diario le hacía gemir de placer.
Yolanda se arrodillo en la cama con sus piernas un poco separadas, se inclinó a mamar el bizcochito de su amante, en esa posición sus grandes nalgas le quedaron bien paradas, su bizcochito se le veía semi abierto esperando una cogida de esa desconocida.
Mientras Paulina detrás de ella, se inclinó acercando su cara lamiéndole el bizcochito a Yolanda, con sus manos le abrió las nalgas encontrando el pequeño fundillito, que tenía una aureola rosita en medio de estas, lo lamio de forma golosa, hundía su cara entre las dos nalgas, mamándole el bizcochito y chupando el fundillito una y otra vez.
Después de un minuto le soltó las nalgas, dándole una nalgada, ahora de la cama agarró un consolador que era largo y grueso, enseguida se lo metió muy despacio en el bizcochito, quejándose Yolanda al sentirse penetrada por este:
— ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! ¡Dame! ¡Ah! ¡Ah! —
La diosa muy suavemente le masturbaba todo el bizcochito, con su mano izquierda le abría una nalga, se inclinaba acercando su cara, lamiéndole todo su pequeño fundillito, soltando saliva embarrándola en el consolador
cuando lo sacaba por completo, la gruesa cabeza se lubricaba con la
saliva, enseguida se lo volvía a hundir en la panochita, eran como siete u ocho pulgadas de puro placer.
Mientras Yolanda se quejaba ante estas deliciosas metidas y lamidas de bizcochito, ella continuaba lamiéndole la papayita a Marisol, quien le acariciaba el cabello al sentir las deliciosas lamidas en todo su goloso bizcochito.
Después de varios minutos de estar metiéndole y sacándole de su panochita este grueso consolador, la diosa le comentó: 
—Ya estas lista para lo que sigue Yolanda, sentirás que te cogen por primera vez cabroncita. —
Al decir esto, Paulina le sacó por completo el grueso consolador de su bizcochito, quedándole los labios vaginales entreabiertos escurriendo de placer, ahora Paulina agarró el
consolador que era extremadamente
grueso, de unas treinta pulgadas de largo y de doble cabeza, si era para dos lesbianas sumamente calientes y atrevidas, abrió Paulina su boca lamiéndolo, solo chupaba la enorme punta ensalivándolo.
Era tan enorme que no le cabía todo en la boca, pero el bizcochito de Yolanda se lo tenía que tragar a como diera lugar, así que después de mojarlo y escupirle en la cabeza, se
lo puso en la entrada de la panochita, rosándole los vellitos tocando los labios vaginales, colocando la gruesa
cabezota, lo frotaba en toda la caliente papayita, hasta que Paulina le expresó:
—Separa más tus piernas Yolanda, porque tu bizcochito se tragara un monstruo muy cabezón, y muy largo… esto te va hacer llorar de placer pinche putita en celo. —
Yolanda sin saber lo que venía, le obedeció si dejar de lamer el bizcochito de Marisol, separó más sus piernas dejando bien abierta su papayita, esperando al intruso que entraría en ella.
— ¿Así está bien o abro más mis piernas? —
Preguntó, pues quería que la diosa se la cogiera sin ninguna protesta.
—Así está bien querida, siente como te rosa este gigante en tu bizcochito. —
Comentó Paulina tallándole la panochita con el consolador, hasta que le colocó de nuevo la enorme cabezota, comenzando a empujar muy despacio, los labios vaginales se empezaron abrir de forma alarmante,
recibiendo la gruesa cabeza, abriéndose más, más y más, hasta que entro por completo la pura punta del enorme consolador, haciéndola
aullar de placer:
— ¡Ah! ¡No mames cabrona! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Es muy grueso! ¡Ah! ¡Me duele mi panochita! ¡Ah! ¡Ah! —
Al escuchar esto. Ahí se detuvo la diosa por un momento, sabía muy bien lo que le metía en el bizcochito, ya estaba bien abierta la papayita tragando el enorme consolador.
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Es muy grueso! ¡Ah! —
Dejo de mamar la panochita Yolanda, cuando se abrió más de lo acostumbrado su panochita, sintiendo como cuando la florearon por primera vez, abrió los ojos enormes
y la boca tomando aire, asimilando el dolor o el placer que entraba en su mojado bizcochito.
Marisol miraba sus gestos que hacía Yolanda, toda su caliente panochita se le estaba llenando con el enorme consolador.
Marisol le expresó:
—Tú puedes cabrona, hace media hora yo lo tuve adentro de mi bizcochito y Paulina en el suyo, y fue muy delicioso vamos. ¡Trágatelo pinche perra! ¡Tú puedes! ¡Trágatelo pinche puta! —
Paulina con ambas manos mantenía la enorme punta adentro del mojado bizcochito, hasta que decidió comenzar a menearlo muy despacio, metiéndole una pulgada más.
Yolanda sintió entrarle un poco más, apretando con fuerza las manos en la colcha, sentía como se deslizaba el extremo consolador hacia adentro de su papayita, sintió detenerse por un momento y enseguida sintió el jalón, quedando la punta otra vez de la entrada de su panochita.
— ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Ah! ¡Cuánto placer! ¡Ah! ¡Ah! —
Gritó Yolanda, agitando despacio su cara de derecha a izquierda, mientras abría la boca tomando su aire, volteando los ojos casi poniéndolos en blanco, sintiendo su bizcochito
retacado de puro placer.
La diosa levantó la mano derecha
dándole una nalgada, que fue tan fuerte que trono en la recámara, dejándole la mano marcada en la blanca nalga.
En el ardor que sintió Yolanda, Paulina le hundía entre las nalgas la extrema tranca de hule, eran cinco pulgadas que se abría paso en la estrecha vagina, para detenerse otra vez y en diez segundos volvía a retroceder.
Yolanda sentía su bizcochito como apretaba el intruso, que no paraba de entrar y retroceder una y otra vez, masturbándola por dentro, la sensación que sentía era delirante y
exquisita, llegando cada nueva metida de garrote más y más adentro de su golosa papayita.
Ya le hundían nueve pulgadas del extremo consolador, a cada nueva metida sus nalgas tronaban con una nueva nalgada que le daba la diosa.
Tenía ya muchas marcas rojas en
sus blancas nalgas, pero la experiencia era deliciosa, entre
más le entraba la vergota más se le despertaba su lujuria, queriendo ser saciada por completo, la torturaba al grado de llorar de placer, brotándole lágrimas que escurrían por sus
mejillas, cada segundo se desesperaba al sentir tanto placer entre sus piernas que escurría de placer, sintiendo reventar toda su vagina por este intruso.
Yolanda abría la boca agarrando su aire, entre cerraba los ojos de los que le seguían escurriendo sus lágrimas, que eran de dolor y de lujuria, apretaba sus manos con mucha fuerza le punzaban las nalgas de tantas nalgadas que recibía de la
diosa.
Quien durante varios minutos le talló la gruesa tranca en ese delicado orificio de placer que estaba abierto de una forma alarmante, Yolanda tenía su cuerpo caliente y sudoroso, por esta deliciosa masturbada que le daban.
—Te sacaré todo el consolador y veré tu bizcochito como esta de abierto. —
Comentó Paulina, que al decir esto, agarró el consolador con sus dos manos, lo jaló muy despacio, quedo casi de fuera la gruesa punta que mantenía abierta la papayita, lo jaló
liberándolo por completo, sonando en el cuarto un "pop".
Como si hubieran destapado una botella de sidra, dejándole todo el bizcochito muy alarmantemente abierto, escuchándose un grito en la habitación:
— ¡Ay! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Que placer! ¡Ah! —
Yolanda aclarándose la voz seguía gritando: 
— ¡Que placer! ¡Ah! ¡Mi papayita! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejó Yolanda que enseguida sin perder la posición en la que se encontraba, ahora paso su mano derecha en medio de sus piernas, con sus dedos se agarró su bizcochito, que chorreaba de puro placer, pudo meter cuatro dedos en este tocándose con la palma de su mano, enseguida sintió un toque eléctrico que la hizo brincar involuntariamente.
Tenía bien sensible toda su papayita, no lo podía creer como se metía toda su mano en su bizcochito. Ahora sí, ya le campaneaba la panochita, y su clítoris estaba grande, muy hinchado, rojizo insoportable al tacto.
—Te la voy a meter otra vez en tu bizcochito, pero ahora yo me meteré la otra punta y te cogeré como mi pinche perra que eres, te voy a deshacer todo tu puto bizcochito cabrona, vas a llorar de placer putita.
¡Síguele lamiendo la papayita a Marisol! ¡Ella también quiere un buen orgasmo cabrona! ¡Anda obedece! ¡Pinche puta insaciable! —
Ordenó Paulina con una voz de mando.
Yolanda quitó su mano de su papayita, y se la colocó en el bizcochito de Marisol para seguirla masturbando.
Quien continuaba acostada con las piernas elevadas y bien abiertas, esperaba otras buenas mamadas de bizcochito, por esa boquita que tenía tanta experiencia mamando papayita, separo Yolanda con sus manos la peluda panochita.
Pero, esta vez agarró de la cama un consolador grueso de una sola cabeza, y se lo introdujo a Marisol en su goloso bizcochito, dándole unos lengüetazos y unas buenas mamadas de panochita, masturbando a su amiga de manera deliciosa.
Yolanda todavía mantenía sus nalgas bien paradas, esperaba que una vez más le enterrará Paulina, el extremo
consolador en su bizcochito.
Así que la diosa muy golosamente lamio la punta del grueso consolador, saboreando los jugos vaginales de Yolanda.
Después le colocó otra vez la gruesa punta en el bizcochito, y antes que los labios vaginales se comenzaran a encoger, empujó el extremo consolador, que con más facilidad entro en la mojada papayita, metiéndole muy despacio sin
detenerse hasta meterle diez pulgadas del consolador, ahora dejando
de mamar Yolanda el bizcochito de Marisol, haciéndola gritar de puro placer, sí, de placer extremo:
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Mi panochita! ¡Ah! ¡Ah! ¡Se me revienta! ¡Ah! ¡Ah! —
Gritó de gusto Yolanda, pero esta vez se agachó a lamer con gula el bizcochito de Marisol, su lengua lamia el clítoris mientras su mano derecha sin detenerse le metía y le sacaba
el consolador, haciéndola retorcer de placer a su amiga Marisol, dando caderazos en su boca, desesperada ya se apretaba con su mano derecha una de sus chichotas, y con la mano
izquierda le acariciaba el cabello castaño de Yolanda.
Ahora la diosa, con sus dos manos le jaló el consolador, dejando nada más la enorme punta dentro del bizcochito, dándole otra vez con su mano derecha una fuerte nalgada
que retumbo de nuevo en la recámara.
Volviéndole a hundir el consolador, entrándole ahora hasta once pulgadas de extremo placer gritando:
— ¡Pinche puta insaciable te lo estás
devorando todo! —
— ¡Ay! —
Gritó de dolor pues sus nalgas ya estaban muy rojas y sensibles de tantas nalgadas, bajando sus nalgas al sentir la nalgada. Pero enseguida grito con autoridad Paulina.
— ¡Parame bien las pinches nalgas cabrona! ¡Te estoy deshaciendo tu pinche bizcochito, pendeja! ¡Parame tus putas nalgas! ¡Ahora! —
Gritándole esto, le dio otra fuerte nalgada, haciéndola gritar:
— ¡Ay! ¡Mis nalgas! ¡Ya no! ¡Ya no! —
— ¡Cállate pinche puta! ¡Parame bien las pinches nalgas, y sigue chupando el bizcocho! ¡Obedéceme puta! —
Yolanda se intimido con la diosa, junto un poco sus piernas parando más sus nalgas como Paulina le pidió, se agachó enseguida lamiéndole el bizcochito a Marisol.
— ¡Así me gusta cabrona! ¡Que seas obediente! ¡Pinche puta rebelde! ¡Te chingaré pendeja! —
Ahora la diosa veía las nalgas paradas de Yolanda, su bizcochito estaba bien abierto, tragándose el enorme consolador, la diosa con sus dos manos le separo las nalgas se agacho un poco acercando su rostro, dándole una buena mamada en el pequeño fundillito, lamiéndolo todo tratando
de meter su lengua, dejándoselo bien lamido y mamado, se hizo para atrás admirando el pequeño fundillito rosita, entonces le expresó: —Esta mamada es por ser obediente cabrona, sabe delicioso tu culito Yolanda. —
Yolanda la escuchó, pero no dejó ni un momento de lamer el bizcochito. Marisol ya se retorcía mucho con esa lengua que bailaba en su clítoris, tenía tanta experiencia Yolanda mamando papayita, que le sacaba muchos quejidos de placer a su amante:
— ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! —
La diosa con ambas manos agarró la otra punta del extremo consolador, colocándoselo en la boca, la lamio varias veces tratando de lubricarlo, para ella lo bueno apenas venia
en camino, mientras con su saliva lubricaba la gruesa cabezota, miraba a Yolanda que no paraba de lamer y masturbar el bizcochito de Marisol.
Quien desesperada cerraba ya los
ojos y con las manos se estrujaba las chichotas, como buscando su caliente culminación.
—Ahora es mi turno cabrona, te voy a deshacer tu bizcochito, pinche putita. —
La diosa se colocó la otra punta del extremo consolador, su bizcochito, enseguida se le abrió tragándose semejante calibre, sin ninguna dificultad para ella, sin detenerse se metió diez pulgadas de un solo putazo, quejándose de placer la
muy puta a cada pulgada que se tragaba su conchita.
— ¡Ah! ¡Me entra bien rico! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Se me abrió delicioso! ¡Ah! ¡Ah! ¡Soy toda una puta! ¡Ah! —
Ya ensartada Paulina se detuvo por un momento, le colocó sus dos manos en las caderas de Yolanda, aunque esta
estaba hincada en la cama, Paulina de pie estaba a la altura de las nalgas, casi dieciséis enormes pulgadas estaban de fuera.
Sí, las conectaban ese extremo consolador, una mujer de la otra, y la cogida apenas comenzaba.
Paulina empezó a caderear manoseando las nalgas de Yolanda, cada empujón que le daba, media pulgada desaparecía en uno u otro bizcochito, pero las dos perras aullaban de puro placer.
— ¡Dame! ¡Ah! ¡Dame más! ¡Ah! —
— ¡Que ricas nalgas tienes! ¡Ah! ¡Me entra más! ¡Ah! —
Algunas veces soltaba la cadera Paulina para dar de fuertes nalgadas a Yolanda. Quien al tener trece pulgadas de extrema vergota en su papayita, dejo de mamar el bizcochito de Marisol, colocó los codos sobre la cama entreabría su boca y apretaba sus manos en la colcha, los ojos los tenía entreabiertos con deliciosos escalofríos recorriendo su cuerpo explotando dos orgasmos en uno.
Pero entre más le entraba esa extrema vergota, más se le
despertaba su lujuria en su cuerpo, que riendo ser saciada por completo, entre tantos amantes y sexo que había tenido, nunca sintió tan retacado su bizcochito como ahora, ya estaba los ojos en blanco, estaba trabada escuchando a la virgen con su voz suave y apacible, que le decía:
—Ya ves hija, lo que te pasa por andar de puta. —
Marisol con su mano se tuvo que agarrar su consolador, y masturbarse ella misma, porque ahora Yolanda estaba trabada volando de placer, tragándose su extremo consolador entre las piernas que seguían escurriendo.
— ¡Vamos! ¡Perra! ¡Vamos! Son como cuatro pulgadas que nos quedan, solo cuatro. ¡Ah! ¡Que placer! ¡Ah! ¡Ah! —
Gritaba quejándose la diosa, quien ya le temblaban las piernas, pero no paraba de caderear ni un momento, dándole con su mano de fuertes nalgadas a Yolanda.
Quien gritó al sentir otro delicioso escalofrió recorrer todo su cuerpo, la muy puta estallaba otro caliente orgasmo, estando bien ensartada, llegaba nuevamente al clímax.
— ¡Me! ¡Ah! ¡Mi Dios! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Mi panochita! ¡Ah! —
La diosa con sus dos manos, le acariciaba las enrojecidas nalgas de Yolanda, todavía le daba de caderazos sin detenerse, en menos de treinta segundos, también sintió un calor
recorrer todo su cuerpo, explotando en su saturado bizcochito, ya se derramaba estando conectada por el enorme y extremo consolador con Yolanda.
La diosa retorcía los ojos y entreabría la boca, Paulina caminaba descalza entre las nubes, escuchando la dulce voz de la virgencita que le decía:
—Gózalo hija, gózalo, pero no
entraras al cielo, las putas se quedaran en el infierno. —
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Me! ¡Vengo! ¡Ah! —
Ante tales gritos. Marisol miraba a Yolanda ya con la cara al rojo vivo, los ojos perdidos y su cuerpo brincando por sus interminables orgasmos, viniéndose una y otra vez, haciendo
gestos y con ambas manos apretaba la colcha con fuerza.
Mientras Marisol con su mano derecha se metía y se sacaba el consolador, masturbándose todo el bizcochito, con su otra mano se apretaba con fuerza uno de sus pezones, ahora bajó las piernas,
enseguida las apretó muy fuerte, sintiendo un delicioso calor invadir todo su cuerpo, alcanzando en ese
momento su éxtasis, uniendo sus gritos al de sus dos amigas.
— ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda comenzaba a reaccionar abriendo sus ojos, al ver a Marisol venirse le colocó su boca en el bizcochito, mientras Marisol con su mano derecha no dejaba de meter y sacar su consolador.
Yolanda con su lengua le lamia el clítoris, haciendo más intensa su culminación, las tres putas se derramaban juntas, era tan delicioso venirse una y otra vez.
Ahora la diosa daba de brincos involuntarios que le producían placer, con ambas manos le acariciaba las nalgas a Yolanda, ponía un dedo en el fundillito dándole de vueltas,
acariciándoselo.
—Sácalo… sácalo de mi… bizcochito. —
Expresó débilmente Yolanda, sentía bien saturado su bizcochito, ya su cara estaba al rojo vivo, aún temblaba todo su cuerpo, bajó su mano derecha para tocar su bizcochito, se tocó su clítoris con la yema de su dedo,
enseguida dio un fuerte brinco involuntario, sintió un fuerte toque eléctrico que la cimbró de pies a cabeza, tenía su clítoris muy salido y
de color rojo intenso, muy sensible e insoportable al tacto.
La diosa muy despacio se empezó a hacer para atrás, sacándose el extremo consolador de su panochita, le señaló: —Nos… nos faltaron cuatro… cuatro pulgadas del consolador. —
Cuando Paulina se sacó por completo el consolador de su bizcochito. Yolanda volteó su cara para mirarla, esta papayita estaba alarmantemente abierta, toda guanga y bien colgada.
Tal parecía que ya no encontraría un hombre con un garrote con ese grosor para satisfacerla sexualmente.
Yolanda al mirarlo, se imaginó que su pequeño bizcochito también quedo igual de desecho por ese extremo consolador, después de esta descomunal cogida con su nueva amante.
La diosa con sus dos manos ahora jaló con cuidado sacando cada enorme pulgada del consolador, liberándole toda la panochita de Yolanda.
— ¡Ah! ¡Despacio! ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejó Yolanda al sentir salir cada gruesa pulgada liberando su papayita.
Sí, estaba también ya bien grande dilatado y muy colgados sus labios vaginales, ya le punzaba su bizco-
chito, después de esta deliciosa violación, se colocó su mano
tratando de sobárselo, pero solo brincó de nuevo al sentir ese delicioso toque eléctrico entre sus piernas, todo su bizcochito estaba muy sensible al tacto, después de esta deliciosa venida en donde subí a las nubes una y otra vez.
— ¡Oh! ¡Mi Dios! Sí que estaba muy grueso, ¡Oh! Cuanto placer sentí en mi cuerpo. —
Se quejó Yolanda. Marisol mirando su cara de dolor y placer, le expresó:
—Es delicioso, te digo que nosotras ya nos habíamos ensartado antes de que llegaras, nos venimos unidas bien delicioso, la diosa es toda una maravilla en la cama, es una pinche puta hecha y derecha. —
Cuando terminó de decir estas palabras, Paulina se arrodilló en la cama, besándole sus labios callando sus palabras, después le colocó su abierto bizcochito en la cara a Marisol, esta puta sin protesta, ni pensarlo dos veces se lo comenzó a
lamer con mucha gula, haciéndola brincar de forma involuntaria y quejarse de placer a su amante:
— ¡Ah! ¡Así! ¡Chúpamelo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Voy a alcanzar otro orgasmo! ¡Así! ¡Ah! ¡No te detengas! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda miraba a su amiga y a la diosa disfrutar de sus cuerpos, ahora Yolanda se inclinó colocando sus labios en el derramado bizcochito de Marisol, con su mano derecha estaba meneándole despacio el consolador, que todavía tenía bien ensartado en su goloso bizcochito, dándole con su lengua unas lamidas en su clítoris,
mirando como también brincaba ante lo sensible que lo tenía, las tres chicas se seguían brindando caricias sin ver fin a su calentura…

Gracias por su voto, los invito a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad tituladas:
LAS BRUJAS DE LA MONTAÑA las bestias del infierno. (Terror)
LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas. (Terror)
THE SALEM TOUR SIN FRONTERAS. Drogas, sexo y rock pop. (Erótica)
NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. (Erótica)
LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.” “La sirvienta” y “una máscara para la sociedad.” (Erótica)
LA TRILOGÍA DE AMANDA MORTON.
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA.
LA SALVACIÓN DE LA TIERRA.
LOS GUERREROS DE YUTZI.
(Fantasía y acción)

Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.

davidarellano400 (Wattpad)


las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora