TÚ, Él, USTEDES ¿QUIEREN MI CUERPO?

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LAS CARTAS DE

“EL CLUB 69 DE ARIES.”

YOLANDA ME CONTÓ….

CAPÍTULO SEIS.

— ¡Hey! ¡Hija! ¿Estás bien? Estas temblando. —
Yolanda abrió los ojos interrumpiendo sus calientes pensamientos, miró hacia la ventanilla, ya estaba todo muy obscuro, el autobús seguía en marcha en la carretera, moviéndose
suavemente sumando más kilómetros.
Yolanda miró hacia el pasillo, la mayoría ya dormía, vio a su madre le comentó:
—Tengo un poco de frio. ¿Sabes qué hora es? —
Su madre checo el reloj, enseguida le contestaba: —Las cuatro treinta y seis, tienen el aire acondicionado muy bajo, ahora cúbrete tu cuerpo con esta manta. ¿Te sientes bien Yolanda? —
—Claro mamá, estoy bien, nada más que ya me cansé de estar sentada, ojalá falte poco para llegar, no he podido dormir casi nada, solo cierro los ojos y pienso y pienso. —
—Tal vez a las seis o a las siete de la mañana lleguemos a ciudad acuña, trata de descansar un poco. —
Yolanda se cubrió con la manta cerrando nuevamente los párpados, comenzó a recordar como su fuego fue creciendo hasta hacerlo incontrolable, pensando en cada situación que vivió, mientras su madre trabajaba cada día todo el día, ella seguía viviendo sola en su casa sin su madre, sin quien la cuidará y la guiara en su vida, por tal razón después de su escuela todo ese tiempo estaba abandonada al placer.
Alfredo ya la visitaba a diario, dándole su cogida como él le pidiera, pero para Yolanda ya no era suficiente solo él para ella, su calentura entre las piernas era extrema, quería y deseaba tener más y más acción sexual.
Un día llegó como siempre de la escuela, como de costumbre entrando a su casa gritó:
— ¡Ya llegue! ¡Ya estoy aquí! —
El silencio en su casa era el de siempre, así que Yolanda se desnudó tirando toda la ropa en el piso, enseguida se sentó en el sillón de sala, viendo sus películas pornográficas,
masturbándose su bizcochito con sus gruesos y largos consoladores que le regalo Marisol.
Yolanda se abría de piernas, metiéndose un consolador en su bizcochito y después otro consolador, recibió en sus entrañas ambos garrotes, despertándole toda su lujuria, mientras que su fundillito estaba trabado con un tercer consolador que era largo y grueso.
Derramándose la muy puta dos deliciosas veces temblando de puro placer.
— ¡Me vengo otra vez! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Pero, esta vez el fuego era más intenso, al terminar de masturbarse su panochita, se vistió sin ponerse nada abajo, solo se colocó su
minifalda negra que le resaltaba más su blanca piel, se puso una blusita negra, que le medio tapaba sus dos enormes senos que seguían hinchados por su venida.
Yolanda abrió la puerta asomándose a la calle, mirando enseguida para ambos lados, como buscando quien le comiera su bizcochito, pero solo vio a don Alfonso su vecino, quien media uno setenta y cinco de estatura, con cuarenta y ocho años, era de piel blanca y ya canoso, pero la lujuria entre las piernas era lujuria.
Yolanda necesitaba de un buen garrote, pero… ¡Ya! Y no lo pensó dos veces, la putita caminó hacia donde estaba su vecino, llego hasta él, sabía que siempre la saludaba con una
sonrisa.
Así que de forma muy amable le expresó: 
—Buenas tardes don Alonso. —
—Buenas tardes “niña”. ¿Cómo estás? —
Aunque le cagaba que así le dijeran, Yolanda no lo tomo como insulto, pues don Alfonso siempre le decía así.
—Bien, usted siempre limpiando su banqueta. —
Le comentó mirando para ambos lados de la calle, viendo que nadie pasaba, no encontrando a un mejor candidato.
—Sí, el aire siempre viene en esta dirección, y atora la basura en la orilla de mi casa. —
Ella miró el cierre del pantalón, pensando. ¿de qué tamaño lo tendría? ¿Estará grueso? para “comérselo” o “devorárselo” entre sus nalgas.
Después lo miró a la cara, diciéndole: —Oiga, necesito que me haga un favor muy grande. —
Él se detuvo de barrer, prestándole más atención a la joven preguntándole:
— ¿En qué te puedo servir? Dime Yolanda. —
—Bueno, es que estoy sola en mi casa, para variar, usted lo sabe, y necesito mover “mis cosas”, pero necesito de alguien que me ayude, creo que usted podría ayudarme en lo que necesito. —
— ¡Claro vamos! Enséñame lo que este en mis manos jovencita, lo haré con gusto. —
Ante la respuesta de su vecino. Yolanda se dio la vuelta con una sonrisa, comenzando a caminar de regreso a su casa, escuchó como su vecino colocaba su escoba en la pared, y enseguida escuchó los pasos de don Alfonso ir detrás de ella para ingresar en la casa.
Yolanda caminaba muy coqueta, mientras don Alfonso miraba de espaldas a la joven, esa minifalda negra que resaltaba las blancas piernotas y las nalgas, como se meneaban en esa faldita, pero don Alfonso conocía a su madre Luisa, era su vecina de más de diecisiete años, no le faltaría al respeto a esta joven que él mismo vio nacer y crecer, pero como todo hombre, solo admiraba el hermoso cuerpo juvenil de una hermosa mujer.
Entró Yolanda a su casa agarrando la puerta, haciendo un ademán de cortesía con la mano derecha, invitando a pasar a su vecino, para después cerrar la puerta detrás de él.
Alfonso espero a que la joven le dijera cual era el problema que ella tenía, la miró caminar muy sensual hacia la sala, precisamente rumbo al sillón que era de tres asientos, llegó hasta el sillón Yolanda.
Sin esperarlo el vecino, ella enseguida se arrodilló en el sillón, entreabrió las piernas agachándose sobre la codera, como buscando algo, dejando sus dos nalgas a la vista, al agacharse la minifalda negra no le cubrió nada, pero lo que abarca la palabra nada.
De inmediato don Alfonso abrió los ojos grandes, al mirar de lleno las blancas nalgotas, los deliciosos muslos y el bizcochito rosita adornado de sus vellitos castaños, estaba semi abierto invitándolo a joderla.
— ¡Oh! ¡Dios mío! ¿Qué haces Yolanda? —
Preguntó tragando saliva, fue como un golpe en la cabeza, volteaba para todos lados como si se tratara de una broma, pero el vecino ahora comenzó a caminar despacio, mirando cada vez más de cerca el delicioso manjar, sí, muy temeroso se acercó a ella, viendo más y más de cerca esas deliciosas nalgas juveniles.
Yolanda sin perder la postura, solo volteó su carita preguntándole con voz muy sensual:
— ¿No le gusta lo que ve? Me ayuda a mover “mis cositas”. —
A don Alfonso sus ojos se le querían salir de sus órbitas, por el delicioso panorama que tenía enfrente, ya su reata estaba, pero bien enderezada esperando atacar, pero era solo
una jovencita que conocía de toda su vida. ¿Qué hacer? ¿Qué putas hacer? Eran unas deliciosas nalgas.
—Perdóname… pero estas tan hermosa Yolanda. —
Comentó boquiabierto don Alfonso, estando a escasos centímetros de ella, temblando fue colocando sus frías manos en las nalgas de la jovencita,
estaban tibias despedían un fuerte olor a sexo, claro que después de dos buenas masturbadas de esa tarde su papayita estaba olorosa y muy mojada.
—Ayúdame a venirme, por favor don Alfonso. ¿Me ayudas? Te necesito… ¿Me ayudas? ¿Me darías tu garrote entre mis nalgas? —
Preguntó con voz melosa, para a completar el cuadro enseguida se colocó sus manos atrás agarrándose cada nalga, se las abrió mostrándole todo su pequeño fundillito, que estaba hundido en medio de las dos nalgas, le meneaba despacio las nalgas de derecha a izquierda, como vil puta en celo.
Don Alfonso miraba todo idiotizado.
— ¡Dios mío! No lo puedo creer, no… ¿No le dirás a nadie si te jodo las nalgas? —
—Méteme toda tu vergota y hazme venir, por favor, nadie se va a enterar de esto. —
Suplicó Yolanda, abriéndose con sus manos más las nalgas ofreciéndole todo el fundillito, volteando a mirarlo para escuchar el sí de él.
Sin más y hombre, en fin, con las manos temblorosas mirándolo ella, se desabrochó su cierre del pantalón, se desabrochó el cinturón, enseguida soltó su pantalón quitándose su estorboso calzón, dejando libre don Alfonso un grueso fierro de diez gruesas pulgadas.
A Yolanda le bailaron los ojos al ver el largo y grueso de ese garrote. Sin pensarlo más, Alfonso mirando esa caliente papayita que estaba semi abierta, se lo colocó en la mojada
entrada empujando despacio, abriéndose paso en el caliente
bizcochito, gritando de placer Yolanda al sentirse penetrada por ese grueso garrote.
— ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Húndela toda! ¡Húndemela! ¡Ah! —
Don Alonso se la atasco hasta donde las grandes nalgas le permitieron entrar, nueve pulgadas de gruesa reata tenía Yolanda en su bizcochito, la sintió más rica y gruesa que cuan-
do Alfredo la bombeaba, entre los gritos de gusto Yolanda soltó sus nalgas, agarrándose de la codera del sillón.
—Disfruta mi cuerpo. ¡Ah! ¡Que rica verga tienes! —
Mientras don Alfonso con sus dos manos la agarró de la caderita, le hundía entre las grandes nalgas la gruesa tranca, se la sacaba y se la metía con furia, empujando una y otra vez en esa papayita caliente,
bajaba sus manos y le acariciaba
las nalgas, que en esa posición se le miraban enormes, después él se recostaba en su espalda, manoseándole los suaves, grandes y juveniles senos, que siempre quiso agarrar.
Le manoseo despacio su estómago, bajando más sus manos acariciándole todos los vellos del bizcochito, para después soltarla, enderezarse completamente volviéndola agarrar de su caderita, para seguir empujando su grueso garrote en la apretada papayita, con las dos manos le habría las nalgas admiraba su pequeño fundillito rosita.
Ahora Yolanda entre más le entraba ese grueso garrote en su bizcochito, más se le despertaba su lujuria, que riendo ser saciada por completo, se arrebataba el fuego de su vientre, la
lujuria de la mujer no encontraba el límite, estaba muy mojada sintiendo ese delicioso mete y saca de su papayita, sintiendo como le manoseaban todo su cuerpo.
Don Alfonso nunca se imaginó, poder “comerse” ese rico cuerpo, que a diario solo pasaba lo saludaba y desaparecía de su vista, ahora esta deliciosa muchachita estaba hincada bien abierta de nalgas, y a gritos ya pedía más garrote, y digo a gritos, porque Yolanda gritaba y gemía desesperada de puro placer, como vil puta en celo.
— ¡Ah! ¡Así! ¡Empújame mi bizcochito! ¡Ah! ¡Ah! —
Después de siete minutos de estarla zarandeando en esta posición, Yolanda con sus manos desesperada se quitó su blusita, enseñándole por completo sus blancos senos, ador-
nados por sus pezones rositas.
Entonces le suplicó:
—Apriétame los pezones con tus dedos, y no pares de meterme tu garrote, casi me derramo… casi… —
Don Alfonso se inclinó en la espalda de ella, con ambas manos le acaricio de nuevo las dos chichotas, sus dedos se posaron en los deliciosos pezones, que eran grandes y ya estaban duros por su calentura, mientras su cadera continuaba moviéndose, metiéndole y sacándole parte de su garrote en el bizcochito, expresándole casi al oído:
—Puta insaciable, te lo devoraste todo y todavía quieres más, eres una diosa erótica Yolanda. —
—Disfruta de mi cuerpo, de mis nalgas. —
La puta sudaba ante tal cogida, con su garrote adentro ya se escurría de placer, durante varios minutos don Alfonso talló su gruesa tranca en ese delicado orificio de placer, sus cuerpos estaban calientes y sudorosos, entre los empujones
de sus nalgas, no pasaron otros dos minutos, cuando Yolanda sintió un calor invadir todo su cuerpo, gritando de placer:
— ¡Me! ¡Ah! ¡Así! ¡Ah! ¡Así! ¡Apriétame! —
Llegó al clímax, se derramaba la muy puta con nueve pulgadas de grueso garrote adentro de su bizcochito, el garrote entraba y salían sin detenerse ni un momento, ella solo entreabría la boca temblando todo su cuerpo,
tomando agitada su aire, sintiendo unos deliciosos escalofríos recorrer toda su vértebra, sacudiéndola este caliente orgasmo con sus ojos en
blanco, moviendo sus grandes nalgas de derecha a izquierda como queriéndolo tumbar.
— ¿Te gusta? ¿Te gusta la vergota cabrona? ¿Te gusta pinche puta? ¿La gozas perra? ¡Eh! ¡Que nalgas tienes! —
Preguntaba excitado don Alfonso, escuchando a la joven venirse mientras la zarandeaba.
Alfonso disfrutaba ese par de nalgas, sentía a plenitud el caliente y derramado bizcochito, como se contraía en su espasmo, hasta que terminó su orgasmo quedándose la joven muy quieta.
Yolanda volvió a la realidad, colocándose sus manos en cada nalga, se las separó mostrándole de nuevo su apretado fundillito, mientras don Alfonso detenía los empellones que
le daba en el derramado bizcochito,
escuchando a Yolanda decir:
—Dame en mi fundillito, está bien apretadito, déjame venir otra vez, si, y si quieres te vienes adentro de mi fundillito, o dime si quieres venirte en mi boquita. —
Al escuchar estas palabras, don Alfonso no creía lo que escuchaba, sintió más dura su reata, pero en su calentura admiró el pequeño fundillito rosita, se veía delicioso y apretadito, así que sacó su gruesa vergota del derramado bizcochito, la agitó con su mano derecha por un momento, colocándola en la entrada, empujo muy despacio una, dos y se abrió el pequeño fundillito recibiendo la gruesa y larga vergota no dejándolo cerrarse otra vez.
Yolanda sintió abrirse su culito, sintió un delicioso escalofrió, hizo un gesto abriendo la boca, si, si era más gruesa y grande esta vergota que la de Alfredo, pero la pinche puta solo grito de placer:
— ¡Ah! Es muy… ¡Gruesa! ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! ¡Se me abre! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! ¡Dame! —
Don Alfonso le quitó las manos a Yolanda, enseguida las nalgas se cerraron, ya tenía la joven la vergota bien adentro de su culito, ahora Alfonso con sus manos solo se agarró de la caderita, empezó con un suave mete y saca de garrote, pero a Yolanda entre más le entraba la vergota, más se le despertaba su lujuria.
Así que de nuevo empujo fuerte, tratándole de deshacer todo el pequeño fundillito, pues entre
más gritaba Yolanda, más se excitaba el señor.
— ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! ¡Que rico me lo trago! ¡Ah! —
Pero, aún en esta posición, las nalgas de la joven, no le permitían entras más de ocho gruesas pulgadas de garrote, en solo cinco minutos de estarla sodomizando, Yolanda ya
tenía el nuevo orgasmo en la puerta, ella misma desesperada con sus dedos se pellizcaba los pezones.
Mientras su vecino no paraba de joderle ese pequeño y apretado fundillito, en un interminable mete y saca de garrote, el culito ya no se podía cerrar, tallándole de una forma deliciosa su grueso garrote, sintió muy caliente el escalofrió viajaba anunciándole su culminación, en ese momento Yolanda sintió como le inundaban el fundillito de leche hirviendo, y don Alfonso se quejaba detrás de ella, bombeándole las nalgas sin detenerse descargando los huevos.
— ¡Oh! ¡Yolanda! ¡Me derramo! ¡En tu!… ¡Culo! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Pinche puta! ¡Ah! ¡Me derramo! ¡Ah! —
Yolanda con sus dedos se apretó sus pezones, y apretó su fundillito para darle más placer a su amante en turno, hasta que antes que se acabara de vaciarse don Alfonso. ¡Bum!
El delicioso clímax la abrazó, explotó otro grande y caliente orgasmo en el cuerpo de Yolanda, temblando la puta de pies a cabeza, entre los empujones de sus nalgas que no terminaban de zarandearla, gritando en la sala:
— ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Me! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda tenía su carita bien roja, y sus dos grandes senos estaban duros, su fundillito no paraba de tragarse toda la gruesa reata de don Alfonso, que seguía entrando y saliendo sin darle tregua a su culito, caminaba ella entre las nubes con mucho placer, con los ojos entre cerrados podía mirar a la misma virgen en el cielo, quien muy seria le preguntaba:
— ¿Te están culeando rico hija mía? ¿Te están deshaciendo tu fundillito? —
Yolanda entreabría la boca balbuceando, escuchando más voces detrás de ella:
— ¡Estas deliciosa! ¡Pinche escuincla! ¡Ah! Estas ¡Oh! ¡Pinche puta insaciable! —
Gritaba don Alfonso, con los ojos entre cerrados cadereando entre las grandes nalgas, hasta que paro totalmente sus metidas de garrote, con sus manos le acariciaba las nalgas, quedándose quieto, respiraba muy agitado, casi después de un minuto le sacó su derramada vergota, dejándole el pequeño fundillito bien abierto y lleno de leche caliente.
Temblándole hasta las piernas, volteó Alfonzo para todos lados del cuarto, con mucha prisa se subió los pantalones, saliendo casi corriendo de la casa, abrió y cerró la puerta
caminando sobre la banqueta hacia su casa, todavía temblándole las piernas de su venida, entro como niño travieso a su casa y ya no se volvió asomar a la calle en toda la tarde.
Yolanda escuchó cerrarse la puerta, seguía con los ojos cerrados, temblando en su caliente orgasmo, todavía con las nalgas bien paradas, se colocó sus dedos de su mano derecha en su fundillito, sintiendo la leche caliente escurrirle, se colocó sus dedos en su boca chupándoselos,
después de nuevo se colocó sus dedos en su dilatado fundillito, lo sintió muy abierto agarraba la leche con sus dos dedos, y enseguida se los ponía en sus labios chupándoselos con gula.
Después de hacerlo varias veces, ya se enderezó poniéndose de pie, enseguida la minifalda negra le cubrió sus dos blancas nalgas y su bizcochito, se puso su blusita que estaba en el sillón, sonrió la cabrona al lograr que su vecino se la cogiera ahí mismo en su casa, alcanzado ella dos deliciosos orgasmos en esta cogida, ya sumaban cuatro calientes orgasmos con sus dos masturbadas que se había dado.
Ahora acomodándose su ropa expresó:
—Fue delicioso, no creí que tuviera la reata tan grande, de lo que me he perdido todo este pinche tiempo. ¿Y si hay otros más dotados que él? Unas vergotas que parezcan toletes, largos y duros para satisfacer mi panochita. —
Sonrió Yolanda al oír en la calle que alguien gritaba.  — ¡¡El gas!! ¡¡El gas!! —
Su madre le había dejado el dinero para comprar un tanque de gas, pero si don Alfonso acepto cogérsela, tal vez algún hombre más podría hacerlo también, aún tenía ella ganas de seguir cogiendo.
Ahora Yolanda descubría que sus
nalgas desnudas podrían atraer esos ricos garrotes a ella.
Así que abrió la puerta, mirando enseguida en la calle el viejo camión que repartía, le hizo una señal que necesitaba un tanque de gas, un hombre de como unos veintidós años de edad cargo el cilindro, entrando a la casa, mirándole a la muchacha los grandes senos que amenazaban con salirse de la blusita negra, ella solo le sonrió muy coqueta, se dio la vuelta caminando por adelante, para poder mostrarle en donde cambiaría el tanque.
Yolanda se movía muy sensual, temblándole cada nalga a cada paso que daba, el muy pendejo del gasero babeaba nada mas de mirar el delicioso trasero, que estaba solo cubierto por esa minifalda de color negra, imaginándose ese culito
que ella tenía entre las nalgas.
Yolanda le abrió la puerta trasera, mostrándole en donde estaban sus tanques de gas, el joven con cuidado bajo el cilindro, enseguida ella se agachó para "ver" el sello de garantía,
mostrándole sus dos grandes senos que se cargaba, enseguida al joven se le salían los ojos, al verle colgarse la blusa negra, mostrándole por completo los dos senos pudiendo
ver hasta los deliciosos pezones rositas.
Ella sin voltearlo a ver, solo le comentó: —Si está bien lleno el tanque, ¿Verdad? —
—Si señorita, este… la gasera este… lo pesa… lo pesa… siempre traen el peso exacto, sí. —
El joven aflojaba el tanque usado su llave, mirándole todo el tiempo las dos bolotas blancas de carne, colocó el tanque nuevo no perdiendo ni un detalle de los grandes senos, mirándole hasta los deliciosos pezones.
Al terminar de conectarlo Yolanda le indicó:
—Sígueme, voy por el dinero que está dentro de mi casa sobre una mesita, no sé bien. —
Se regresó la joven retorciendo la cadera, meneándole las dos nalgas como vil puta en celo, que casi se asomaba su blanca piel debajo de la minifalda negra, pero como un idiota el joven ya tenía una erección entre las piernas, solo de mirar ese hermoso cuerpo juvenil, podía oler como despedía sexo.
Entraron por la puerta trasera, ella enseguida cerró con llave indicando: —Baja el tanque aquí, espérame tantito por aquí estaba el dinero guardado. —
El joven obedeció esperando en la sala, sin perder de vista las nalgas de la muchacha, ella esta fue hasta el sillón como con don Alfonso, ante la mirada del joven, ella se arrodilló
en el asiento, separo las dos piernas y
se empinó completamente, tocando la codera sus dos grandes senos, el joven miró como la minifalda negra le dejo de cubrir esas blancas y grandes nalgotas.
Ahora entre sus muslos le enseñaba una panochita rosita, con sus vellitos castaños, estaba el joven con la boca abierta totalmente petrificado, ya con su tronco complemente tieso, pidiendo a gritos joder esa deliciosa panochita.
Solo que este cabrón no se esperó, se acercó a ella dando unos seis pasos
gigantes, y sin ningún permiso le metió la mano acariciándole todo el caliente peludito que se cargaba Yolanda, con su otra mano le acariciaba las dos blancas nalgas.
— ¿Que estás haciendo? ¡Eh! ¿Porque me tocas? ¿Por qué me manoseas pendejo? —
Preguntó al sentirse manoseada, volteando la chica poniéndole la cara de enojada, el joven ante tales protestas enseguida alzó las dos manos, solo le respondió:
— ¡Perdón! Pero… no traes calzones y… me enseñas todo tu bizcochito y esas grandes nalgas. —
— ¡Escúchame pendejo! Estoy en mi casa y me pongo lo que quiera y como quiera. —
El joven se espantó mucho al ver la reacción de la muchacha, no quería tener problemas con ella, y menos que lo despidieran de su trabajo por tocarle las nalgas una clienta,
pudiendo ser acusado de acoso sexual.
—Discúlpame, discúlpame por favor, eres muy bonita y mira lo que me hiciste… mira. —
Señaló su pantalón, tenía un gran chipote que amenazaba con salirse del cierre. Yolanda lo miró no creyéndolo, le brillaron los ojos apretando sus labios, mostrando una sonrisa retorcida, descaradamente se mordió los labios al observarlo.
—Tal vez esté más dotado que don Alfonso. —
Pensó Yolanda, poniéndose rápido de pie, sin esperarlo el gasero ella con su mano se levantó la blusita
mostrándole sus dos blancos senos y sus pezones, que también amenazaban con salirse de la blusita, claro ella no traía brasier, hace unos minutos apenas se había revolcado con don Alfonso, sonrió Yolanda sintiendo su bizcochito muy mojado, al gasero se veía que estaba bien dotado, así que le propuso:
—Si me dejo coger… no te pago el tanque, ni te armo un escándalo. ¿Te parece? O salgo gritando que me manoseaste la panocha. Tú decides cabrón que hacemos. —
El joven creyó no entender lo que ella decía, solo miró a la muchacha acostarse en el sillón, levantó las piernas separándolas en el aire, ahí le miraba de lleno el par de blancos
muslos, y en medio de estos el bizcochito peludo con vellitos castaños, bien abierto y esperando ser fornicado otra vez por un caliente desconocido.
—Ti.… ti… tienes un bizcochito delicioso, yo pago… pago tu tanque… es un trato. —
Contestó tartamudeando, mientras deprisa y sin perder de vista ese delicioso manjar, se bajaba el pantalón dejando salir sus once pulgadas de gorda y excitado garrote, cayó el tipo hincado en el piso,
enseguida con sus manos le sostuvo las dos piernotas, le jaló las nalgas más a la orilla, colocándole la punta de su gruesa vergota en el bizcochito, que estaba sumamente mojado.
El tipo le metió hasta el fondo su grueso garrote, pero ahora once pulgadas le darían mucho placer a Yolanda. Quien al sentirse abrirse su bizcochito con tremendo garrote
se escuchó:
— ¡Ah! ¡Mi bizcochito! ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! —
Gritó la pinche puta de gusto, sintió esta vergota hasta el ombligo, se abrió su papayita sintiendo delicioso.
El joven le desabotonó la blusita dejando los dos senos de fuera, eran
dos enormes bolotas de pura carne, las miró por un momento, entonces se inclinó lamiéndole una y otra chupándole los pezones, sin dejar de joder el bizcochito ni un momento.
Le metía y le sacaba su garrote, como loco quería satisfacer su vergota, mientras Yolanda gemía como puta en celo, al tener un garrote grueso y descomunal, torturándole de forma tan deliciosa su papayita.
— ¡No parés! ¡Dame! ¡Ah! ¡Dame! ¡Ah! ¡Ah! —
Yolanda se sintió perdida en un mar de carne, que le llegaba hasta el ombligo, en ese salvaje mete y saca la sensación era delirante y exquisita, elevando su calor, la lujuria de
la mujer no encontraba el límite.
No más de seis minutos de estar se la empujando en su papayita que escurría de placer, explotó su caliente orgasmo en su bizcochito, con una gran vergota totalmente desconocida.
Con sus manos Yolanda muy desesperada se apretaba sus dos senos, gritando de placer moviendo de izquierda a derecha su cara que estaba bien roja, nuevamente viajaba al paraíso del placer, llegando al clímax de esta fornicación.
— ¡Ah! ¡No! No, no pares ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
El joven miraba la cara de Yolanda, estaba al rojo vivo, volteaba los ojos y entreabría la boca respirando muy agitada llegando a su clímax, mientras el joven no dejaba de bombearle el bizcochito, sus dos grandes senos se meneaban de arriba para abajo, con pequeños moretones de los pellizcos que ella misma se daba, haciendo más grande su placer.
Sintiendo caminar descalza entre las nubes que parecían de algodón, mirando a la virgen con sus ojos piadosos la miraba, escuchando con su voz suave y dócil preguntarle:
— ¿Esa vergota si te llena hija mía? ¿Te abre rico de bizcochito? ¿Te estas viniendo rico? —
Yolanda con sus ojos en blanco asintió con la cabeza, hasta que después de unos momentos, regresó a la realidad, su bizcochito seguía estando bien ensartado por la gruesa vergota, el joven gasero ya le movía muy suavemente su garrote, acariciándole con sus dos manos sus suaves y deliciosos senos que estaban grandes y duros por su orgasmo.
Yolanda parpadeando, agarrando aire, ahora le pidió:
—Dame en mi fundillito, está bien apretadito. Dame déjame venir de nuevo. —
Al oír esto, el joven se detuvo completamente. Ella se recorrió más a la orilla del sillón, recostándose más en su espalda, colocó sus dos piernas tocando sus rodillas sus senos, miró la vergota salir de su bizcochito, era enorme, si muy enorme, así que en esa posición se colocó sus manos
una en cada nalga, abriéndoselas mostrándole orgullosa el pequeño fundillito de color rosita.
Estaba semi abierto por la otra cogida que hace unos minutos le dio don Alfonso, pero su pequeño fundillito desesperado esperaba ser sodomizado otra vez, ahora por esta gruesa, larga y deliciosa vergota.
—Mira este pequeño agujerito, a ver si le entra toda mi vergota. —
Comentó el joven. Quien se agachó acercando su cara a las nalgas, escupiéndole en el fundillito, para después poner la gorda punta, empujando su garrote en medio de estas nalgas, resbalando con facilidad el garrote por la leche que ya tenía adentro, la vergota fue entrando despacio en el fundillito, que se lo tragaba todo, no dejándolo cerrarse otra vez.
Gritando nuevamente Yolanda de placer al sentirlo entrar, siete gruesas pulgadas se metieron en su fundillito, hasta detenerse.
— ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! Se me abre mi…. ¡Ah! ¡Ah! —
Enseguida se echó para atrás, se la sacó hasta mirarse la punta del garrote, empujando de nuevo, ahora metiéndole ocho pulgadas más adentro del fundillito, la movía una y otra vez gozando de esas grandes nalgas y del culito, escuchando esta pinche putita gritar de puro placer:
— ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! —
A pesar de que don Alfonso ya la había chiquiteado, ahora se le abrió más su fundillito, ese grueso garrote cada vez le entraba más y más adentro de su fundillito, se lo metía y se lo sacaba hasta lograr meterle diez gruesas pulgadas de su vergota,
acariciándole las nalgas con las dos manos, mirándole su delicioso bizcochito semi abierto.
Mientras que Yolanda con sus dos manos se mantenía sus nalgas bien separadas, quería sentirla toda, si, sentir toda la reata empujarle su tripita, ella se acostaba más en el sillón mientras con sus manos se abría lo más que podía sus nalgas, sus rodillas las doblaba aplastándose sus senos, su carita en medio de estas, haciendo puros gestos de placer, al estar siendo sodomizada por tan descomunal y delicioso garrote.
Quedándose quieta en esta posición, hasta que seis minutos de disfrutar el apretado fundillito en ese eterno mete y saca, el joven alzó la cara mirando al techo, gritó:
— ¡Me vengo! ¡Me estoy! ¡Ah! Tu… ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Fundillito! ¡Ah! ¡Estas, bien buena! ¡Ah! ¡Pinche puta! —
— ¡Dámelos adentro! ¡Dámelos! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Me estoy! ¡Ah! —
Juntos alcanzaron el caliente y buscado orgasmo, ella en esa posición y el joven de rodillas, admirando toda la panochita peluda, los dos grandes senos aprisionados por sus rodillas de ella, la carita de Yolanda estaba roja, muy roja en su orgasmo, viéndole sus ojos entre cerrados en blanco, caminando otra vez entre las nubes en este clímax.
El joven alcanzaba la eyaculación adentro de esta puta golfa, que ni siquiera conocía, chorro tras chorro de caliente leche le inundaron todo el pequeño fundillito, elevándose los
dos jóvenes hasta la gloria del deseo, caminando en el aire sintiendo ser libres de este mundo, y gritando su venida en la sala mezclando sus gritos de placer:
— ¡Ah! ¡Pinche puta! ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Ah! ¡Ah! —
— ¡Mi culito! ¡Ah! ¡Dame! ¡Ah! ¡Dame! ¡Ah! ¡Ah! —
Hasta que se quedó inmóvil el joven recargándose en ella, besándole los dos senos chupándole los pezones, alzaba su cara lamiéndole la boquita.
Después entre temblores se enderezó el joven sacándole la deslechada vergota, dejándole bien abierto su pequeño y goloso fundillito, y como una pequeña cascada la leche caliente que comenzaba a hacer camino, escurriéndole despacio entre las nalgas embarrándola.
Todavía temblando se puso de pie el joven, se subió los pantalones mirando a los cuatro lados de la sala, como ladrón siendo perseguido, solo agarró su tanque vacío saliendo de la casa, antes de cerrar la puerta volteó mirando a la chica, que aún estaba sin perder la postura, vio como ella se metía los dedos en su fundillito tratando de agarrar con las yemas de los dedos la leche que se le escurría entre las nalgas.
Enseguida miró como se llevó los dedos a los labios, sacó su lengua lamiendo la leche caliente que agarró, chupándose los dedos con mucha gula tronando su boca al chuparlos,
enseguida muy agitado el joven con una sonrisa cerró la puerta, el desconocido se fue de su casa, pero Yolanda seguía con su mano acariciándose el semi abierto fundillito, lamiéndose los dedos saboreando toda la leche.
Descubriendo Yolanda ese día algo muy interesante, que su cuerpo le dio a ganar todo el dinero que era para pagar el gas, y todavía se llevó una rica, deliciosa y caliente cogida, desde aquel día supo que su hermoso cuerpo juvenil podía comprar muchas cosas, si muchas cosas quizás baratas, quizás caras, pero ahora sus grandes nalgas le conseguían dinero de quien se la tirará en su propia casa.
Así que ahora esta era su nueva rutina, cuando estaba sola en casa, al llegar de la escuela como siempre, se desnudaba masturbándose una, dos o hasta tres veces con sus tan preciados consoladores mirando sus películas pornográficas, después cuando la visitaba su amiga y amante Marisol, ellas dos juntas se cogían como solo ellas sabían hacerlo.  Sí, de tres a cuatro calientes orgasmos estando bien ensartadas con el consolador por un par de horas, hasta que Marisol se marchaba muy contenta a su casa dejándola nuevamente sola, y desnuda sin saberlo Yolanda quería más.
Yolanda aún con su cara bien caliente, muy pícaramente se medió cubría su hermoso cuerpo, dejando sus grandes senos asomarse en una camisita negra, se ponía su minifalda negra que le resaltaba su blanca piel, casi enseñando las dos nalgas, para después asomarse a la calle por si había alguien que le estrujara todo su cuerpo.
Don Alfonso muy discretamente a veces la visitaba en la tarde, quizá se la cogía tres veces por semana, pero además de él, ahora ya la visitaban: el joven que repartía el gas dejándole hasta dinero o el gas gratis si lo necesitaba.
La visitaba el joven repartidor de tortillas, el señor que repartía el agua purificada, el joven repartidor de leche.
A veces Yolanda pedía pizza, y el señor repartidor la miró tan buena que acepto que pagara con las nalgas, pero le gustó tanto lo puta que era la joven, que el repartidor de pizza ya la visitaba muy contento dos o tres veces a la semana, dejándole la pizza gratis, leche caliente en su fundillito y a
veces dinero en sus manos.
El joven que checaba el consumo del agua, paso a checarle las nalgas una y otra vez, y hasta la joven que checa el consumo de electricidad.
Si la muchacha que trabajaba para
la luz, termino con la lengua de Yolanda entre las piernas, pegando gritos de placer, visitándola en otras ocasiones para seguírsela tirando.
El señor que le deja el recibo de luz en su casa, el cual le dejo hasta el dinero que tenía que pagar por dejarse coger tan rico, pero también le dejo toda su leche escurriéndole en su fundillito, mirando como Yolanda se chupaba la leche con sus dedos pidiéndole más sexo cada que la visitaba.
Y si esto les parece poco, también el joven panadero pasaba en las tardes en su triciclo, le dejaba sus panes de dulce gratis y sus nalgas todas llenas de leche, yéndose el repartidor muy contento de visitarla cada tarde.
Además, en las tardes antes que llegara su madre a su casa, la visitaba muy puntual el señor de los tamales, dándole también un dinero y los tamales que quisiera gratis, además
que Yolanda muy contenta le ponía las tortas y el señor su chile y el atole.
Un día su madre Luisa le dejó cuatrocientos pesos, para que repararan el refrigerador, pero con lo zorra que ya era su hija, sus nalgas pagaron la cuenta, al igual que el señor plomero que puso taza nueva en el baño, claro sus dos nalgas
pagaron la cuenta, quedándose con los setecientos pesos que su madre le dio para que pagara.
Algo increíble pasó en su casa, saben que… pues Yolanda me contó…
Que un sábado en la mañana, uno de los que pasan a invitarte a leer tu biblia, según que empezaría su estudio bíblico con ella.
Yolanda caliente como era ya lo esperaba, así que la cabrona le aplicó la ley del sillón, que no fallaba nunca, si era la posición de rodillas en el sillón, se agachó en la codera
Yolanda entreabriendo sus dos piernas, como buscando según ella su libro que empezarían a estudiar, titulado: “la Tierra prometida”.
El “hermano” le miró debajo de la
minifalda negra que en esa posición no cubría nada, le miró las dos blancas nalgas y su bizcochito peludito, “el hermano” no se resistió al ver tan delicioso panorama, como le paso a don Alfonso, al gasero, al trailero.
Pues también terminó el hermano eyaculando en su delicioso fundillito, que era pequeño y goloso, tragándose sus diez gruesas pulgadas de garrote, elevándose Yolanda al cielo en su caliente orgasmo, escuchando a la virgen decirle:
—Ya me quieres cambiar, putita insaciable. —
Mirándola “el hermano” chuparse Yolanda los dedos tragándose su caliente semen, mientras el hermano con prisa se vestía, agarraba su portafolio y salía corriendo a chingar a su madre de la casa.
Según Yolanda, “el hermano” ya no regresó la siguiente semana para darle su estudio bíblico, tal como
habían acordado, ahora su alma estaba perdida y sin guía para alcanzar el paraíso que le prometieron si estudiaba.
Pero, seguido en sus orgasmos, sentía que hasta la virgen le hablaba, al caminar descalza sobre las nubes, bueno, ya no queremos hablar más de religiosos, para no dejar mal a estas
santas y justas personas que adoran tanto a Dios.
Pero, si te interesan los religiosos, checa mi novela erótica titulada:
Las cartas de “EL CLUB 69 DE ARIES.” En la carta. “una máscara para la sociedad”.
Un día pasó a su casa un trailero, el cual ya les comentaba, de nombre Luis Estrada Camacho, pidiéndole unas direcciones de donde había un
restaurant para comer, y claro, así como era Yolanda, terminó comiéndole las nalgas usando el truco del sillón.
(Los caminos de México de Norte a Sur)
Pero para rematar nunca faltaba a las cuatro o cinco de la tarde Alfredo, que ya era el perfecto pendejo e ignorante de los que hacían fila para cogerse a Yolanda, siempre entraba a la casa con aires de soy el único para Yolanda, con su garrote flácido presumiendo sus ocho pulgadas de garrote.
Yolanda como siempre se ponía en cuatro patas, abría la boca y hacia crecer la reata adentro de su boca, para entonces a sus quince años, ya se había metido en su panochita los garrotes que median de seis a doce pulgadas de largo, que eran de conocidos y de extraños, tirándose también algunas de las amigas de Marisol, cogiéndose con ellas con los grandes y gruesos consoladores, viviendo grandes momentos de puro placer, siendo ya una perdida por el sexo, si ese fuego ya era incontrolable para ella, la abrazaba haciéndola cenizas.

Está historia continuará....
Gracias por su voto, los invito a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad tituladas:
LAS BRUJAS DE LA MONTAÑA las bestias del infierno. (Terror)
LAS MUÑECAS DE LALITH el jardín de las almas perdidas. (Terror)
THE SALEM TOUR SIN FRONTERAS. Drogas, sexo y rock pop. (Erótica)
NEGOCIO REDONDO violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. (Erótica)
LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”
“La sirvienta” y “una máscara para la sociedad.” (Erótica)
LA TRILOGÍA DE AMANDA MORTON.
LAS PROFECÍAS DEL MUNDO KAWA.
LA SALVACIÓN DE LA TIERRA.
LOS GUERREROS DE YUTZI.
(Fantasía y acción)

Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.

Aquí en wattpad davidarellano400








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