PROBANDO SUS JUGUETES.

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LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”

LAS RAÍCES DE MI FAMILIA.

CAPÍTULO DOS.

Pasaron quince días desde el pedido, era un jueves en la tarde cuando Angélica regresaba de la escuela, le faltaba un día más y saldría de vacaciones por veinte días, había estado platicando con su amiga
Malena Hurtado, que era su compañera de salón y su amiga muy íntima, quien a veces le hacía burla por su amigo Antonio, ella dice que es su novio oficial, ya que va en el mismo salón de clases que ellas, y
viven tan cerca de su casa.
Pero ahora como de costumbre, Angélica estaba caliente de su panochita, buscaría estar sola en su recámara para poderse enfriar un poco su bizcochito, que ya estaba muy caliente y mojado por sus ganas de sexo, por esas platicas calientes con su amiga.
La joven llegó por fin a su casa, deseando su habitación con un poco de privacidad, cuando abrió la puerta saludo a su cruel malignidad que siempre acechaba a la dulce, casta y frágil princesita.
— ¡Mamá ya llegue! ¿Qué hay de comer? —
Preguntó buscando a su madre, mirando para todos lados de la sala en donde estaba la entrada.
— ¿Cómo te fue en la escuela Angélica? —
Preguntó desde la cocina su madre Patricia, quien le mostró una sonrisa, en ese instante preparaba la comida.
—Bien, solo mañana un día más de clases, y saldré de vacaciones. ¡Viva la huevo nada! —
La bruja malvada no festejo con ella, solo le informo: —El regalo de tu papá apenas llegó a tiempo, lo deje sobre tu cama hija. —
Al escuchar esto, sus ojos se le abrieron de alegría, esa era una muy buena noticia, puesto que ya se había tardado el Pinche paquete, y no por el regalo de su padre, porque Angélica
una semana antes lo había ya comprado, un hermoso par de pantuflas negras, con el dinero extra que agarró y algo que tenía ahorrado, no tuvo ningún problema.
La joven estaba muy contenta, por el contenido que sabía ella que tenía la caja, era “la comida” de su bizcochito que ya había llegado, muy desesperada Angélica ya quería "medírcelo", sí, en ese mismo momento, no pudo esconder su cara de alegría ante la buena noticia.
Ahora le respondía: — ¡Oh! ¡Qué bueno mamá! Que gusto me da, iré a cambiarme la ropa y bajo a comer contigo, solo me enfrió un poco como siempre mamá. —
—Bueno, yo te echo un grito hija, porque aún no está lista la comida, solo dame como unos treinta minutos más para que la termine de hacer, hoy estuve ocupada en la mañana lavando toda la ropa y se me hizo tarde. —
Respondió su madre. Quien se asomó a la sala viendo la escalera en donde ya casi daba la carrera su hija, enseguida la bruja malvada se dio la vuelta metiéndose nuevamente a la cocina.
—Está bien mamá, voy a mi recámara… sirve que descanso un poco, hay me llamas cuando este servido mi plato… ¡Gracias! —
Contestó Angélica muy contenta, subió la escalera queriendo correr, pero se contuvo las ganas, entro a su habitación, enseguida con su mano cerró con el seguro la puerta, para que su madre no se metiera de sopetón, y la fuera a encontrar masturbándose la panochita.
Y tal como se lo dijo su malvada madre, el paquete estaba sobre la cama, tenía la misma medida que la caja de los zapatos que ella había ya comprado para dárselo a su padre.
—Vaya que son discretos. ¿Quién imaginaria que adentro de esta caja esta “la cena” de mi bizcochito? No lo puedo creer, lo conseguí… lo conseguí soy una chingona, de eso no hay ninguna duda. Burle a la maldita Gestapo, esa bruja sin corazón. —
Diciendo esto abrió con cuidado el paquete, tratando de no romper la
envoltura, pues la usaría para envolverla de nuevo, de alegría le temblaban sus manos, cuando abrió la caja, la miro detenidamente con una sonrisa en sus labios.
Estaba entre curvo un consolador, lo agarró con sus manos era el más grande de color carne, con dos gruesas cabezas, una en cada extremo y con unas treinta pulgadas de largo.
Sí que estaba grueso, porque al agarrarlo sus dedos índice y el pulgar no se alcanzaban a tocarse entre ellos, lo que le sacó de nuevo una sonrisa a la cabrona, digo a la noble princesa, nada mas de pensar en las maravillas que haría con semejante monstruo.
— ¡Guau! Es enorme esta deliciosa preciosura, ha de ser como los que usan dos lesbianas a la vez, para cogerse una a la otra, formando sus deliciosas tijeras con las piernas. —
La joven estaba impactada ante tremendo vergonón, lo colocó con mucho cuidado en la cama, enseguida sacó el segundo consolador de la caja, que era de color anaranjado, este media como quince pulgadas, la mitad del otro consolador.
Pero este con una sola cabeza, estaba igual de grueso que el anterior, sin pensarlo al momento de tocarlo abría la boca, midiendo si le entraría al chuparlo sus dientes muy delicadamente tocaron la goma.
Ahora miró adentro de la caja, viendo otro consolador de color blanco como de diez pulgadas de largo, y no tan grueso como los otros dos
consoladores, contenía una nota que
decía, que era su regalo por ser su nueva clienta en comprar estos "masajeadores" tan especiales, esperaban que los disfrutara y se relajara de pies a cabeza.
La noble y casta princesa lo miraba con ojos de amor.
—Este pequeño es ideal para joder todo mi culito. Ustedes serán mis tres mejores amigos. —
Comentó en voz baja, mientras lo acariciaba con mucho cariño y mucho cuidado, como si se fuera a romper, agarró de nuevo con sus dos manos el consolador más grande, cerró sus
ojos e imagino a su amigo, el príncipe de sus mojados sueños…
Antonio, que según la joven, estaba parado enfrente de ella, todo encuerado ofreciéndole su tremendo vergonón para desbaratarle todo su pequeño fundillito, mientras ella
de rodillas se abría las nalgas para él.
Abrió Angélica la boca, e introdujo una de las gruesas cabezas chupando tres pulgadas de este, se lo metía y se lo sacaba muy lentamente, mientras una de sus manos subía y bajaba a lo largo de diez pulgadas, sobándola muy despacio como masturbándola con cariño, tenía el consolador unas
venas tan reales, que parecía que estaba a punto de soltar la leche caliente adentro de su garganta.
Angélica lo continuaba chupando, tratando de metérselo en la boca lo más adentro posible, seguía imaginando a su príncipe azul Antonio, que estaba de pie con las manos en la cintura mirándola hacia abajo, como ella hincada abría toda
su boca metiéndose su enorme garrote, dándoselo a mamar una y otra vez como la perra que era está dulce princesita.
Angélica sostuvo el grueso consolador aprisionándolo solo con la boca, ahora bajó sus dos manos desabrochando su falda escolar, dejándola caer al piso sin mirarla, enseguida muy despacio también se bajó su panti, que la aventó en una
esquina cayendo al piso.
Subió su mano izquierda agarrando el tremendo vergonón de su boca, con la mano derecha se comenzó a acariciar todo su rico bizcochito, que ahora ya estaba sumamente mojado y listo para ser penetrado por su nuevo juguetito, que era grueso y delicioso.
La joven solo continuó masturbándose, con uno de sus dedos se tocaba su clítoris, mientras su mano izquierda movía el consolador adentro de su boca, fingiendo darle a Antonio una buena mamadota de garrote, despacio ella se comenzó a echar para atrás, dando unos pasos hasta topar sus piernas con la orilla de la cama, se sentó despacio y se fue acostando lentamente, se colocó una almohada en su cabeza.
Se abrió sus dos piernas en el aire, usando sus dos dedos índice y medio de su mano derecha, se abrió sus labios vaginales, toda su papayita se veía bien mojada y excitada, sacó
de su boca la vergota que ya estaba
sumamente ensalivada, de inmediato se la llevo hacia su panochita que la esperaba ya impaciente, se lo colocó en la mojada entrada, muy despacio se frotó, sintiendo la gruesa cabeza en la entrada de su bizcochito.
Separó con sus dedos lo más que pudo sus calientes labios vaginales, hasta que muy despacio empezó a empujarse el grueso consolador, abriéndose su bizcochito tragándose la gruesa cabeza del consolador, que por lo mojada de su panochita y lo ensalivado del consolador, resbalo hacia adentro sin tener ninguna dificultad, entrándole cuatro gruesas pulgadas, haciéndola gemir de puro placer.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Ah! Mi panochita. —
Abrió sus ojos enormes al sentirse penetrada por la gruesa cabeza, no movió para nada el consolador, hasta agarrar su aire para comenzar a gozar de este semejante monstro grueso y
largo, que estaba ya dentro de su apretado bizcochito, la nueva experiencia apenas comenzaba para ella, la cual era divina volviéndose a quejar de placer:
— ¡Ah! ¡Que rico! Ya está adentro de mí. ¡Ah! Panochita ¡ah! Me la estoy tragando ¡ah! —
Ahora lo agarró con sus dos manos, despacio comenzó a jalarlo hacia afuera, dejando la gruesa cabeza en la mera entrada de su panochita, para después empujar de nuevo hacia
dentro, abriéndose camino en su mojada y caliente papayita, se lo metía y se lo sacaba una y otra vez, agarrando un delicioso ritmo, entre cerrando sus ojos se masturbaba de manera deliciosa todo su bizcochito, la sensación era delirante y exquisita algo que no había sentido.
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! Me lo estoy tragando en mi panochita ¡ah! Me la estoy tragando ¡ah! —
Se quejaba en su masturbada, no metiéndose más de cuatro a cinco pulgadas de gruesa vergota, sus labios vaginales no estaban acostumbrados a “comer” semejante calibre, se le abría de una forma sorprendente toda su papayita.
Mientras que su clítoris se salía más de lo excitada que ella se estaba poniendo, ya escurría de placer que su pequeño fundillito se le iba mojando con los jugos vaginales que le escurrían de su empapada panochita, sintiendo la temperatura ir subiendo más y más en su cuerpo.
La muy cabrona agarró un suave mete y saca de garrote, y no se detuvo de mover el consolador, hasta que tres minutos de estarse masturbando a ese delicioso ritmo, se empezó a venir, sintiendo como su panochita se le aferraba a su consolador.
Con los ojos cerrados y las piernas bien separadas, sintiendo un rico escalofrió que ella ya conocía, empezó a recorrer toda su espalda anunciándole su buscada culminación de esta deliciosa masturbación que se estaba dando.
Se venía derramándose, teniendo cinco pulgadas de gruesa vergota adentro de su mojada panochita, quejándose de puro placer la chicuela:
— ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! Me estoy ¡ah! Viniendo ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Ahora paro de moverlo, tenía aún sus dos piernas abiertas en el aire, tenía tan sensible su bizcochito, todavía sentía su orgasmo como explotaba adentro de su cuerpo, sintiendo el
éxtasis cimbrar todo su cuerpo, su cara estaba al rojo vivo, sus senos los tenía bien duros e hinchados, sus pezones rosas estaban bien erectos y duros, cerró sus piernas bajándolas
lentamente acomodándose de lado sobre la cama.
La chica quería sacar el grueso consolador, pero su bizcochito no lo dejaba ya salir, estaba bien aferrado, lo movía un poco sintiendo delicioso el tenerlo adentro, quedo casi en
posición fetal con su grueso consolador entre las piernas, colocó su mano izquierda acariciándose sus nalgas y uno de sus dedos despacio se acarició su pequeño fundillito que estaba caliente y muy, muy mojado.
Sí, sumamente mojado, tanto que pudo meter su dedo en su fundillito sin tener que chupárselo, sintió delicioso el estárselo acariciando, todo su cuerpo estaba muy sensible con esta deliciosa masturbada que se estaba dando.
—Creo que es tiempo de joder mi mojado fundillito, a ver si consigo otra rica venida. —
Comentó Angélica en voz baja, disfrutando a plenitud el grueso consolador ensartado en su panochita, se sacó su dedo de su mojado fundillito, estiro la mano derecha alcanzando la caja, sacó el otro consolador blanco el más delgado, lo miro sonriendo, sabiendo que por fin sentiría algo rico entrar en su pequeño fundillito, se lo llevo hacia sus nalgas, con la punta comenzó a buscarse su apretado fundillito.
La joven levantó un poco una pierna para facilitar la penetración, sintió la punta del delgado consolador tocar su culito y sin más, con su mano se lo empujó entrando la cabeza sin ningún problema, abriéndose paso en su mojado fundillito.
Soltando de inmediato unos quejidos de puro placer:
— ¡Ah! Si ¡Ah! ¡Ah! Que rico me lo trague. ¡Ah! —
Abrió sus ojos al sentirse abrirse su fundillito, a pesar de no ser tan grueso el consolador, Angélica sintió el rigor al írselo metiendo en su apretado y virginal fundillito, siete
pulgadas ya estaban adentro de su culito, su mano sostenía las otras tres pulgadas restantes.
Angélica con gula comenzó a menearlo, pero muy despacio de afuera hacia dentro, dándole gran placer a todo su cuerpo.
Ahora la chicuela bajó su pierna, en esta posición se comenzó a menearse también el grueso y largo consolador, que tenía atorado en su panochita, sintiendo un rico escalofrió recorrer todo su cuerpo.
Su bizcochito estaba muy sensible, se empujaba ambos consoladores, el de su bizcochito y el de su fundillito, metiéndolos y sacándolos tratando de disfrutar al máximo la nueva experiencia, de esta rica masturbada que se estaba dando.
Durante varios minutos la golosa se talló la gruesa tranca en ese delicado orificio de placer, ya su panochita había soltado el consolador, ahora la pinche golosa, ya tenía metidas nueve pulgadas de gruesa vergota, lo sacaba y se lo metía sin detenerse.
Mientras que su pequeño fundillito se ocupaba del otro consolador, que tampoco paraba de moverlo ni un momento, llegando a la calentura extrema, era una deliciosa experiencia, mejor que solo usar sus dedos cuando se masturbaba.
La joven sintió nuevamente su vientre caliente, muy caliente, ahora sus dos grandes senos se le endurecieron otra vez, sus piernas las sintió muy rígidas, se anunciaba su culminación.
Angélica se sacó las nueve pulgadas del consolador de su rico bizcochito, solo dejando la gruesa cabeza
adentro rosándose todo su clítoris, el consolador de su culito lo siguió meneando de adentro hacia afuera, alcanzando un nuevo orgasmo en menos de tres, si de tres minutos.
La muy golosa se metía y se sacaba la cabeza del consolador en su mojada panochita, ahora provocándole más placer, al sentir como se le abrían y se le cerraban sus labios vaginales con la gruesa cabezota.
Todo esto era tan delicioso, que un escalofrió recorría su cuerpo sin terminar, ella apretó su fundillito como queriendo ahorcar al intruso, que la excitaba y la torturaba de puro placer.
Ahora consiguió Angélica lo que tanto quería, llego al clímax entre gritando: — ¡Ah! ¡Me! ¡Vengo! ¡Ah! Mi fundillito ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
Estaba explotando la cabrona, en menos de diez minutos, alcanzaba un segundo e interminable orgasmo, haciéndola tan feliz, respirando muy agitada haciéndola volar entre las nubes, sintiéndose caminar descalza en el cielo, todo su cuerpo lo sentía ya hirviendo ante su deliciosa culminación.
— ¡Oh! ¡Ah! ¡Que delicia! ¡Ah! Mi panochita. ¡Ah! —
Se quejaba en voz baja, entre abriendo su boca con los ojos cerrados, no pudiendo creer en lo rico que le masturbaban estos dos consoladores.
Hasta que se sacó el consolador de su pequeño fundillito, ahora la joven respiró profundo, con su mano derecha solo jaló hacia afuera el grueso consolador que tenía en la panochita, restregándose la gruesa cabeza en su venido bizcochito,
brincando ante esta deliciosa sensación que sintió entre las piernas.
Estaba tan caliente, muy mojada, y sumamente sensible toda su panochita, que al restregarse el consolador la hacía brincar de
placer, de una forma involuntaria, tenía algunos espasmos su cuerpo,
sintiendo recorrer en su vértebra unos deliciosos escalofríos, que eran más intensos que los que ya conocía, la joven entre abría la boca y cerraba los ojos, gozando ese delicioso e interminable placer.
Al regresar completamente a “tierra”, miró sus juguetes sexuales con mucho amor y placer, temblando respiró profundo.
—Ustedes serán mis tres mejores compañeros, que delicia ya los amo… ya los amo. —
Expresó Angélica entre sus suspiros, mirándolos con mucha gula, involuntariamente la chica abría la boca, como queriéndolos chupar nuevamente y....
— ¡Ya está la comida Angélica! ¡Ya baja a comer! —
Gritó su mamá desde la planta baja. Angélica espantada se levantó de la cama, toda desnuda caminó con cuidado hasta la puerta de su habitación, enseguida le quitó el seguro, abriendo la puerta, de inmediato se asomó gritando:
— ¡Ya voy! ¡Enseguida bajo! ¡Ya
voy mamá! —
La bruja mala también le gritó a Angélica.
— ¡Ya baja! ¡La comida está servida! —
— ¡Dije que ya voy! —
— ¡Pues apúrate hija! —
Molesta Angélica de nuevo cerró la puerta de su recámara, enseguida agarró un trapo limpiando sus dos nuevos juguetes que había usado, depositándolos en la caja en la que venían, guardando los tres en su armario, pensando que al rato los lavaría para usarlos en la noche, porque tenía muchas cosas que hacerse, demasiadas maravillas haría con esos tres ricos consoladores.
—Apúrate, apúrate, puro apúrate, a como chinga la madre mi pinche madre, y no me deja en paz, es una bruja que quiere verme destruida. —
Como siempre la joven refunfuñaba imitando la voz de su madre. Ahora para ir al comedor se puso solo una faldita azul y una blusa blanca, sin su panti, pues deseaba seguirse manoseando su golosa papayita.
Deprisa se bajó las escaleras para comer con la bruja malvada. La bella princesa llegó hasta el comedor, enseguida con ambas manos jaló una silla y se sentó a la mesa.
—Ya estoy aquí mamá. —
Le contestó la joven bajándole seis rayas a su enojo, agarró su cuchara probando la comida, que todavía estaba muy caliente.
—Ya por lo menos tienes el regalo de tu papá. —
Comentó la malvada bruja, probando la pócima, digo la comida.
—Sí, que bueno que llego a tiempo, si no, no sé qué le hubiera dado a mi papá. —
—Está caliente la sopa hija, pero esta deliciosa. Yo espero que le guste mi regalo, yo le compre unas corbatas muy bonitas, como vendedor las usa mucho. —
Expresó la madre con una sonrisa. Angélica mostró una sonrisa falsa,  contestándole: —Qué bueno mamá, él siempre viste de traje por su trabajo, te aseguro que le gustarán mucho… mi papá siempre me dice que le de buenas calificaciones y es él es feliz. —
—Pues tus calificaciones son muy buenas Angélica, y te iras de vacaciones muy feliz hija. —
—Ya las espero con impaciencia, estar todo el día en mi casita descansando. —
Contestó Angélica, ignorando los maléficos planes que tenía preparados la bruja para ella.
Mientras la joven comía, sin que lo
notara su madre, bajó su mano izquierda tocándose su muslo, se inclinó llevándose la sopa caliente a la boca, mientras con su otra mano la metió debajo de su faldita, tocándose su bizcochito, sintiéndolo sumamente mojado, el hecho de tocarse con la punta de los dedos, se rozó su clítoris que estaba bien salido por sus dos deliciosas venidas.
Solo con ese rose sintió un toque eléctrico, que la hizo estremecerse brincando de forma involuntaria, ahí sentada a la mesa, estaba su clítoris sumamente sensible al tacto, después de la venida y nunca se esperó esta reacción de su panochita, entre abrió y cerró los ojos.
— ¿Qué te pasa hija? ¿Por qué brincas? —
Preguntó la madre al mirarla saltar enfrente de la mesa. Angélica solo le contestó:
—La sopa… está caliente y eh sentido quemarme la lengua. —
—No exageres, ya está casi tibia. —
Respondió la madre sonriendo, e ignorando que su hija ya deseaba tener en ese momento, el grueso consolador ensartado entre las piernas, ahí mismo comiendo en la mesa quería la muy golosa otro delicioso orgasmo, ya lo pedía a gritos, aún sentía bien mojado todo su fundillito, que también deseaba otra metida de dildo.
Sí que era muy insaciable esta pinche cabroncita, digo la casta princesita, ya deseaba seguir masturbándose su panochita hasta venirse, sin importarle si su madre estaba presente, ese delicioso calor que invadía todo su cuerpo.
Ya lo deseaba cada vez más, como una deliciosa droga que no puedes parar de pedirla, y gozar de los deliciosos efectos de cada orgasmo.
Buscando un orgasmo mejor que el otro, porque la experiencia que tuvo con estos dos consoladores, la hizo temblar como nunca le pasó en sus masturbaciones con sus simples dedos, ya quería sentir entre las piernas otro delicioso orgasmo.

Está historia continuará....
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
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las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....Donde viven las historias. Descúbrelo ahora