LAS CARTAS DE
“EL CLUB 69 DE ARIES.”
YOLANDA ME CONTÓ….
CAPÍTULO CINCO.
El autobús en cinco minutos arranco, cerró la puerta el chofer siguiendo su largo viaje, al ponerse en movimiento, Yolanda cerró los ojos, al ver a los jóvenes se acordó nuevamente de Alfredo, quien después de la primera vez que lo llevara Marisol a su casa para que cogiera con Yolanda, ahora él mismo visitaba a Yolanda hasta su casa.
Siempre llegaba a las cuatro de la tarde, para no encontrarse con doña Luisa, quien regresaba a las siete de la noche a su casa después de trabajar, aunque a veces regresaba a las
ocho o nueve de la noche, pero él no quería que algún día lo encontrará cogiéndose a su hija, y lo fuera a obligar a casarse o a juntarse con ella, no quería dejar el desmadre de la escuela y ponerse a trabajar para mantener una mujer.
Ya que para Alfredo, solo era una putilla de nalgas fáciles que no valía nada, pero era encantadora, y a sus quince años Yolanda tampoco no quería responsabilidad alguna con este pendejo inútil, que solo buscaba placer y diversión como ella, en fin, que decir eran jóvenes perdidos y calenturientos.
Pues bien, esta vez Yolanda recordaba una de las tantas visitas que le hizo Alfredo en su casa, y la recordaba de esta manera...
Aquella tarde Yolanda en un burro planchaba su uniforme escolar, estaba descalza y con una minifalda gris, una camiseta desabrochada enseñando parte de sus grandes y
blancos senos, para sentirse más cómoda no traía puesto su brasier.
Ya eran las tres cincuenta y ocho de la tarde, cuando sonó el timbre de la casa. Rin… rin…rin, enseguida la joven desconecto la plancha,
dejándola sobre el burro, caminando con rumbo a la puerta para ver quién era.
Ahí estaba parado en la entrada el flacucho de Alfredo, dibujando su sonrisa al mirarla.
Después de
la cogida en trío con su novia Marisol, ya no necesitaba Alfredo invitación para verla en su casa.
Yolanda le sonrió al ver lo, sin que ella dijera nada, él dio un paso entrando a la casa, preguntándole:
— ¿Cómo estas, amiga? ¿Todo bien? —
—Bien, aquí arreglando mi uniforme para mañana, y dime. ¿Porque la visita? —
Alfredo ignoró la pregunta, solo la miró a la cara bajando la vista mirando parte de sus senos, sonrió de nuevo sin decir nada, enseguida con sus dos manos se bajó la bragueta
sacando sus ocho pulgadas de flácido garrote, dejando también sus dos bolas peludas a fuera de su pantalón,
Alfredo solo dibujo una sonrisa en su cara.
—Híncate Yolanda, ahora ponlo bien tieso como a ti te gusta putita. —
Le ordenó mirando sus grandes senos, si, después de muchos encuentros sexuales con ella, Alfredo sabia lo adicta que era Yolanda al sexo, era una mujer muy, pero muy caliente.
Así que ella sin protestar por como la llamó, solo se arrodilló enfrente de él, colocando sus dos manos en el piso,
abrió la boca levantando la vista, mirando hacia la cara de Alfredo.
Fue acercando sus labios metiéndose el grueso garrote en su boca, chupándole las ocho pulgadas, lamiendo con su lengua la punta enderezándole el garrote adentro de su cálida boca, chupándola y mamándola de una forma golosa,
mientras Alfredo con su mano derecha suavemente le acariciaba
el cabello, disfrutando la mamada de garrote que le daban esos delicados labios, era una putita en celo y no otra cosa.
El joven desde arriba le miraba sus blancos senos, que se le salían de su camiseta, mirándole su par de pezones rositas que se antojaban mamárselos, mientras Yolanda con su húmeda lengua le mamaba, le chupaba y le lamia, devorando
su boca unas pulgadas del grueso garrote, sus labios los ponía en la punta y su mano derecha subía y bajaba masturbándole el garrote para ponerlo bien duro.
Después de las chupadas que le diera la joven, ahora estaba completamente erecta la vergota. Yolanda le colocó sus dos manos en el garrote, continuó masturbándolo con suavidad de arriba para abajo, con su boca le chupaba la punta apretando sus labios tratando de excitarlo más.
Alfredo gozaba de esa boquita, y de las maravillas que hacía con las manos, contemplaba ese delicioso cuerpo, era toda una puta en celo perdida al placer.
—Ya agáchate cabrona, te voy a joder tu bizcochito. —
Al escuchar esto, ella le dio unas buenas mamadas, para después sacarse el garrote de su boca, dejando un hilo de baba entre sus labios y la gruesa punta mojada, alzó la mirada dándole varias lamidas con su lengua en la punta, ahora soltó el garrote poniéndose enseguida de pie.
Yolanda lo miró muy coqueta, entonces se dio media vuelta caminando muy sensualmente, se detuvo en dónde estaba la mesita de centro, con sus manos se levantó la faldita dejándole ver su par de blancas nalgas, que para variar, no tenía puesta su tanguita, separo las piernas, agachándose fue colocando los codos en la mesita, dejando ver un hermoso panorama, todo su bizcochito se le miraba, las rodillas no las flexiono para nada, mantenía todo su culito bien parado y listo para ser fornicada por su amante.
La chica volteó su cara para mirar muy sensual a Alfredo, diciéndole:
—Así estoy bien, o ¿Quieres que me abra las nalgas para ti? —
Alfredo la miraba con lujuria, con los pantalones en sus rodillas y su vergota bien erecta, admiraba el delicioso cuerpo de esta pinche putita barata, con una sonrisa comenzó a
caminar muy despacio, quitándose
rápido los tenis, los pantalones y sus calzones, frotándose su garrote con sus manos, muy lujurioso miraba las nalgas de su amiga, hasta que se
detuvo detrás de ella, entonces le respondió:
—Así estas bien, cabroncita, yo te voy abrir las nalgas para sodomizarte chiquita hermosa. —
Ella muy tranquila se recargo su cara sobre sus brazos, dejando paradas sus nalgas para lo que le placiera hacer su amante en turno. Alfredo seguía contemplando ese cuerpo,
enseguida con sus manos suavemente le acaricio las nalgas, las abrió muy despacio mirándole el caliente y apretado fundillito, que era de color rosita, se inclinó un poco más y con
su lengua se lo lamio todo una y otra vez.
Estaba tratando de meterle la lengua en su pequeño fundillito, chupándolo y ensalivándolo por completo, mientras con sus manos le acariciaba las dos nalgas, manteniéndolas bien separadas.
Yolanda al sentir la lengua lamerle se quejó en tono mimoso diciéndole:
— ¡Ah! ¡Qué rico me lames mi
culito! Eres un perverso, vamos disfruta mi cuerpo. —
Después de unas buenas lamidas de fundillito, Alfredo le beso cada nalga, enderezándose ahora agarró con su mano derecha su garrote, colocándole la gruesa cabeza en el mojado bizcochito, empujó metiéndosela de un golpe haciéndola gritar de placer.
— ¡Ah! ¡Qué rico! Dame ¡Dame! ¡Ah! —
Con sus manos la agarró por la cinturita, le hundía entre las nalgas la gruesa tranca, no paro de empujársela hasta dársela toda en el caliente bizcochito gritándole:
— ¡Puta insaciable te lo devoraste todo! —
Estaba metiendo y sacando su garrote sin darle un momento tregua a la panochita, haciéndola gritar de placer, en algunos momentos le daba de nalgadas, que retumbaban en la sala, dejándole marcada su mano en la blanca piel.
El joven con lujuria se inclinaba sobre su espalda, manoseándole los dos grandes senos, pellizcándole con sus dedos los pezones, después de un momento se los soltaba, enderezándose agarrándola de nuevo de su caderita, embistiendo con furia los empujones en las nalgas.
Yolanda entre más le entraba ese garrote en su panochita, más se le despertaba su lujuria, que riendo ser saciada por completo, la sensación de esta cogida era delirante y exquisita.
Durante varios minutos, Alfredo talló su gruesa tranca en ese delicado orificio de placer, desatando su lujuria, hasta que diez minutos de intensas metidas en su bizcochito, la
muy perra escurría de placer no aguantándose más, se derramo en esa posición.
— ¡Ah! ¡Me! ¡Derramo! ¡Oh! ¡Me! ¡Estoy! ¡Ah! ¡Ah! —
Alfredo fue bajando los empellones en las nalgas, ahora era un suave mete y saca de garrote, sintiendo como se contraía la panochita en su orgasmo, hasta detenerse por completo, solo le manoseaba ese delicioso trasero, sintiendo en
sus palmas la tersa piel.
— ¿Te gusta pinche perra? ¿Te gusta? ¿Te viniste rico putita? Eres una pinche golfa. —
Le preguntaba soltándole una fuerte nalgada, que trono en la sala, dejándole marcada la palma de la mano en su blanca piel, sacó su garrote de esa derramada papayita, que seguía bien erecto, se inclinó Alfredo abriéndole las nalgas, sacó su lengua dándole una mamada en el fundillito, después le escupió metiéndole dos dedos en este, le expresó:
—Ábrete las pinches nalgas cabrona, ¡Vamos! Te voy a dar en tu pequeño fundillito. —
Yolanda al escucharlo, aún temblaba en su venida, solo colocó su cabeza en la mesita, enseguida puso sus dos manos una en cada nalga, abriéndoselas, mostrándole su pequeño fundillito, ofreciéndoselo para que este la sodomizara como él quisiera.
— ¡Oh! Si tu pudieras ver esto mi reina, se ve hermoso tienes un apretado fundillito. —
Comentó Alfredo con una sonrisa, y enseguida agarró con su mano su garrote, se lo colocó en la entrada del fundillito, y se lo empujo muy despacio, una dos y se le abrió todo el fundillito tragándose la gruesa carne, entrándole seis pulgadas de gruesa vergota, gritando Yolanda de puro gusto:
— ¡Ah! ¡Mi culito! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! ¡Jodéme mi culito! ¡Ah! ¡Ah! ¡Me lo estoy tragando! ¡Ah! —
Alfredo le metía y le sacaba el tieso garrote, gozando el apretado fundillito y de las dos deliciosas nalgas, hasta que Yolanda soltó sus nalgas, colocó sus brazos en la mesita y su mejilla sobre de estos,
disfrutando el grueso garrote que le
zarandeaba todo su cuerpo, que le estaba torturando de manera deliciosa todo su fundillito.
Entre más le entraba el garrote entre las nalgas, más se le despertaba su lujuria, que riendo ser saciada por completo, haciéndola sentir nuevamente los deliciosos escalofríos recorrer en su cuerpo, un nuevo orgasmo venia en camino, mientras su pequeño fundillito pagaba su calentura.
Alfredo se recargo en la espalda de Yolanda, manoseándole de nuevo los senos con mucha lujuria, sin dejar de caderear en ese apretado fundillito, hasta que seis minutos después de tanto mete y saca.
Yolanda sintió otro rico calor recorrer todo su cuerpo, llegaba al deseado éxtasis otra vez se sintió caliente, muy caliente viniéndose juntos, mientras Alfredo se derramaba en el apretado fundillito, los gritos se mezclaban en la sala.
— ¡Ah! No pares húndemelo ¡Más! ¡Ah! ¡Mi fundillito! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Me estoy! ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! —
— ¡Me vengo! ¡Pinche perra! ¡Me vengo! ¡Oh! ¡Pinche puta! ¡Ah! ¡Pinche puta! ¡Me derramo en tu culo! —
No se detenía Alfredo, haciendo más rápido ese movimiento de cadera, hasta que sus chorros calientes de leche terminaron de inundar el goloso fundillito.
Yolanda a gritos pedía que no se detuviera, alcanzando la muy puta su segundo orgasmo, entre cerraba los ojos y abría la boca, disfrutando el calor que le inundaba su tembloroso cuerpo, mientras el garrote en medio de sus nalgas continuaba entrando y
saliendo en su apretado fundillito, batiéndola completamente de leche caliente su tripa gorda.
Alfredo sentía como le apretaba su vergota. Yolanda apretaba su culito, como queriéndole exprimir toda la leche, le meneaba las nalgas de un lado para otro, el joven se agarraba
con fuerza de las caderas, en un continúo mete y saca, temblándole las piernas, teniendo sus ojos en blanco, entreabría su boca acariciándole con las palmas de sus manos las dos
grandes nalgas que lo excitaba tanto.
En pleno orgasmo el joven se sintió caminar entre las nubes, acompañado de escalofríos que le provocaban ese
apretado fundillito, pudiendo ver y escuchar en el cielo a la virgen, quien con sus manos juntas y su cara de paz, con su voz suave le preguntaba:
— ¿Gozas de esas nalgas hijo? ¿Te estas derramando rico? ¿Lo disfrutas pinche pecador de mierda? —
— ¡Ah! Me encantas perra. ¡Ah! ¡Pinche puta! ¡Ah! —
Decía Alfredo entre suspiros, hasta quedarse completamente quieto. Mientras Yolanda, la muy puta se empujaba hacia atrás tratándose de meter un poco más de ese garrote
en su fundillito.
Al no sentir más que él se moviera, Yolanda se echó para adelante, enseguida se arrodilló mirando a Al-
fredo con los ojos cerrados todavía temblando de placer.
La chicuela abrió su boca, enseguida se hundió seis pulgadas de garrote, chupándolo de forma golosa, haciendo brincar Alfredo, quien no se esperaba esta rica mamada en su
derramado garrote, se lo chupaba por completo exprimiéndolo con sus labios tragándose la leche, que seguía saliendo, se lo sacaba pasándoselo por sus mejillas, por sus labios, se lo lamia y se lo volvía a chupar de forma desesperada.
— ¡Ah! Eres toda una puta… ¡Ah! ¡Que rico lo chupas! ¡Ah! ¡Pinche puta! —
Yolanda alzaba la vista con el garrote adentro, succionándolo sacándole hasta la última gota de leche, para después soltarlo y ponerse de pie viendo temblar a su amante, quien
miró a Yolanda dar unos pasos llegando hasta el sillón, en donde se arrodilló y enseguida colocó una de sus manos entre sus nalgas.
La muy puta estaba metiéndose el dedo medio en su semi abierto fundillito, mojando su dedo de espermas, llevándose la mano a la boca, chupándose los dedos, para después colocarlos una y otra vez, tragándose la leche que seguía saliendo de su fundillito.
Alfredo de pie miraba a esta puta golosa disfrutar de lo que hacía, si esta era una de tantas tardes que vivía Yolanda en su casa con uno de sus amantes.Está historia continuará....
Gracias por su voto, los invito a leer mis novelas publicadas aquí en wattpad tituladas:
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LOS GUERREROS DE YUTZI.
(Fantasía y acción)Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
Wattpad davidarellano400
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las cartas de"EL CLUB 69 DE ARIES" Yolanda me contó....
Ficción GeneralDespués del libro negocio redondo violencia, drogas y sexo el camino a la perdición. Ahora solo quedan las cartas de "EL CLUB 69 DE ARIES". En donde las personas dan su punto de vista, haciendo una nueva novela llena de erotismo y de lujuria, "Yol...