EL TRIO DE LOS PRIMOS.

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LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”

LAS RAÍCES DE MI FAMILIA.

CAPÍTULO SIETE.

Pasaron como unos tres minutos Ana cleta no regresaba. Angélica esperaba a su prima ya vestida, y sentada en la orilla de la cama, con algunas maripositas en el estómago,
imaginando como le devolvería todas esas ricas lamidas de bizcochito, cuando escuchó voces que venían de otra habitación.
—Le enseñaba mi cuarto, mi mamá Pancha me dijo que es en donde dormiría la prima, creo que todavía está aquí esperándome tantito Melquíades, no se vaya estar cambiando de ropa mi prima. —
Expresó Ana cleta a su primo
Melquíades, pensando que Angélica la esperaba acostada, desnuda y con las piernas bien abiertas, para mamarse las dos mujeres formando el
delicioso sesenta y nueve.
—Hasta que se me va hacer conocer a la prima. —
Comentó Melquíades ya muy emocionado. No esperándose afuera del cuarto como se lo indicó su prima, entraron los dos juntos a la recámara, en donde precisamente estaba Angélica.
La miraron ya sentada en la cama, con su vista en la entrada de la habitación, viéndolos a los dos pasar.
Ana cleta sonriendo haciendo un ademán con la mano derecha, se la presentó a su primo diciéndole: —Ella es tu prima Angélica, es preciosa. ¿No lo crees? Mira Angélica aquí te presento a nuestro primo… ¡Melquíades!
—Mucho gusto primo, yo soy Angélica, me da mucho gusto conocerlos. —
Contestó Angélica con una sonrisa poniéndose de pie para saludarlo, su actitud ya había cambiado y mucho. ¡Claro! Después de la rica cogida, todo el lugar lo empezaba a ver diferente que hace unos minutos que había llegado.
Miró entrar a un joven medio flaco y más alto que ella, y que Ana cleta, era de piel blanca con una mirada picará.
Descaradamente el hijo de su puta madre, en segundos la barrió de arriba para abajo, la escaneo completita el par de deliciosos, grandes y blancos senos que se cargaba, el bizcochito que tenía formándose ese delicioso triangulito entre sus piernas.
Angélica sin importarle esas morbosas miradas, se le acercó para abrazarlo, el primo con mucho gusto se restregó entre su estómago y su pecho, los dos grandes senos de su
nueva prima sí, era él más alto que las dos primas, y tal parece que igual de caliente que ellas, porque en el abrazo también le restregó su garrote a Angélica en el ombliguito, sintió
bien calientito el cuerpo de su primita.
—Qué bueno que viniste prima, para conocernos, ya tengo dieciocho años y solo… solo escuchó de ti, tu papá Saturnino cuando viene nos plática mucho de ti, pero… ¡Mírate! ya estas bellísima Angélica. No lo puedo creer, ya eres toda una mujercita prima. —
Señaló Melquíades admirando el hermoso cuerpo juvenil.
—Estas muy alto primo, y me da gusto conocerte, me decía mi madre Patricia, que solo faltaba yo para formar o mantener unida la tercera generación de nuestra familia, no
creí que este día llegara.
Me alegro mucho de conocerlos a los dos, me da en verdad mucho gusto primo, creo que mi vida va a cambiar mucho con ustedes. Ana cleta es muy especial… me encanta mi prima. —
Expresó Angélica con una gran sonrisa, mirando la cara y los senos de su prima. Ahora después de la cogida que su prima le había dado, como notaran, ya su pensar se le había cambiado por completo a la princesita, al de hace media hora que renegaba de haber venido a este pinche pueblo polvoriento, apestoso, el haber dejado a sus tres gruesos y largos consoladores en su castillo.
—Vi venir caminando mi tía Panchita, que me traía mi comida y adivine que ya habías llegado a casa Angélica, ya no me espere, así que me vine para acá y mi tía dejo la comida allá en el establo. Dije voy a ver a la prima y me regreso para comer. —
Explicó Melquíades, haciendo unos ademanes, señalando hacia la dirección en donde estaba el establo.
—No lo vas a creer Melquíades, la prima Angélica es como yo. ¡Somos idénticas! —
Comentó Ana cleta abrazándola, estaba emocionada con una gran sonrisa, después se mordía el labio inferior.
— ¿Cómo tú? Apenas si llegó y ya sabes que es.... ¿De panocha bien caliente? ¿Caliente como tú? —
Preguntó el primo mirando a Angélica de arriba para abajo, y después puso su vista en Ana cleta. Quien con una sonrisa en los labios le contestó:
— ¡No! Caliente es… ¡Calientísima cabrón! Ca-li-en-ti-si-ma.... si casi nos cachas a las dos mamándonos el pinche bizcochito, es bien cachonda la putita esta, es como yo cabrón, es mi gemela. —
Al escuchar estas palabras. La casta y dulce princesa Angélica se puso pálida, no esperaba que esta pinche zorra culera lame papayas, así tan rápido como se la había cogió, así
fuera de rápido para echarla de cabeza, y lo peor, en frente de un puto desconocido, no asimilaba el balde de agua fría que ahora le caía sobre su espalda.
—Ella... ella, está loca... ella... no… no le creas lo que dice, apenas si la conozco, y mira las tonterías que está hablando de mí. —
Expuso Angélica perturbada, tratando de defenderse mirando nerviosa a su primo, y ya viendo con muy malos ojos a la pinche chismosa de su llamada “prima”.
— ¿Qué?... ¿Qué tiene de malo que te mame tu bizcochito? ¿Acaso no te gusto prima? ¿No te viniste en mi boca Angélica? ¿Tan mal te cogí? ¿No te mame la papayita y te chupe tu fundillito, hasta que te derramaste en mi boca? —
Le preguntó Ana cleta con cara de tristeza, al obtener solo negativas de su prima.
—Trágame tierra... eres una pinche mentirosa, Ana cleta. ¡Una pinche mentirosa! Eso es lo que tú eres, si apenas yo te conozco y… y… ¿Crees que en media hora te daría yo las
pinches nalgas? Y menos a una mujer… ¡No mames! Yo no le hago a “la pinche tortilla”. —
Lo expresó defendiéndose Angélica, al no saber porque le contaba Ana cleta todo esto a su primo. Quien ni conocía, pero a Melquíades solo le daba risa el oír esas estúpidas escusas de Angélica, ya conocía a la puta de Ana cleta muy bien, era toda una pinche zorra hábil, una puta completa.
Y el noventa y cinco por ciento de esas cosas, eran creíbles para él, si Ana cleta decía que a esta pobre putita ya le mamaron el bizcochito, era porque Ana cleta ya se la había
mamado a la putita.
No había la menor duda, ni vuelta de hoja, ese fundillito ya estaba bien ensalivado.
— ¡Eres una pinche puta Ana cleta! ¿Qué? ¿No podías esperar a que llegara? Nos la podíamos coger juntos. ¿Por qué no me esperaste piche zorra barata? —
Preguntó el primo viéndola a la cara muy serio. Eso que él dijo, hizo que se cimbrara Angélica de pies a cabeza, poniéndose ahora pálida. ¿Que decir? O ¿Cómo defenderse? Si este pendejo estaba igual de loco que la otra puta lame culos.
Así que Angélica se defendió diciendo o través:
—Eso es una basura, tengo como máximo una hora que llegue a esta casa, y no la conozco, ni a ella a mí me conoce, ni yo a ti y no puedes creer una estupidez como esta. ¿Que ya me cogió? Por favor. ¿Quién te cree esa pinche mamada prima? —
—Eso quiere decir Angélica. ¿Qué deberás no me devolverás todas las mamadas de bizcochito que te di culera? ¿No me las vas a devolver? ¿Me dejaras con las ganas? ¿No pondrás tu lengua en mi bizcochito? —
Preguntó Ana cleta agarrándole la mano a Angélica, ahora poniéndola sobre sus dos grandes senos enfrente de su primo, dibujando una sonrisa.
— ¡Suéltame!... ¡Suéltame mi mano! Tú solo estás diciendo puras mentiras y pendejadas Ana cleta, o... o… ¿Es solo una pinche broma de bienvenida? —
Contestó ahora más seria Angélica, mirando a los dos primos con cara de espantada y enojada.
Melquíades le veía la cara, pero volvía a bajar la vista, mirándole esos dos blancos y juveniles senos que se cargaba, ya deseaba bajarle la
blusita, soltar el brasier para estarle lamiendo y mamando esos deliciosos senos, que de seguro tenía sus pezones rosas y deliciosos.
Ana cleta al ver la expresión enojada de su prima, decidió ya decirle la verdad.
—Bien prima ya no te enojes... no te encabrones, mira te presento al semental que me coge seis veces a la semana, y a veces dos o tres veces al día, él es mi amante, sangre de mi
sangre, y no seré celosa, si quieres te lo comparto por estos quince días, que estarás de vacaciones…
Para que te fornique bien rico el pinche bizcochito y tu goloso fundillito, así como lo hace conmigo cada día, pero te advierto una cosa, que el cabrón es un pinche celoso, si le das las nalgas solo serán de él. ¿Me entiendes? —
Explicó Ana cleta sonriendo muy pícaramente, mirando a su Melquíades. Angélica se quedó desubicada al oír esto, sin poder decir nada, esto sí que es una pinche broma o… ¿De qué putas se trata? ¿El primo se tira a la prima? Un silencio se apodero de ella.
—Así que te gusta mamar papayita Angélica, abrir y que te abran de bizcochito, ya te imagino formando el sesenta y nueve, a mamar panocha se ha dicho. —
Comentó Melquíades bajando más la vista, mirándole el delicioso triangulito que formaba el pantalón de mezclilla, imaginándose todo el peludito que esta pinche lesbiana se
cargaba para joder.
Angélica no atino a decir nada, miró a los dos primos a la cara en ese momento demostró lo valiente y arriesgada que era, pensó por treinta segundos y en ese silencio decidió decirles:
—Yo... yo no soy lesbiana, no se mamar el bizcochito, ella es la primera mujer que me lo lame, y sentí bien rico como me lo mamo.
Pero, sabes primo, esta pinche perra tiene mucha experiencia en el arte de mamar panocha, tanta que la cabrona me hizo venir en su boca, elevándome más allá de las pinches nubes. —
Los dos se miraron sorprendidos. Ana cleta porque era verdad que le había mamado toda la papayita, y Melquíades porque lo que dijo Ana cleta, él lo creía, pero solo que la
verdad venia ahora de la boca de una desconocida.
— ¡Vaya que eres una hija de tu puta madre Ana cleta! En menos de una hora de conocerla, ya le mamaste todo su peludo bizcochito. ¡No me digas! De seguro le metiste la lengua dentro de su pequeño fundillito, eres toda una pinche puta calenturienta prima, ya te dije, me hubieras
esperado y nos la cogemos juntos tú y yo. ¡Eres una pinche culera! —
Protestó Melquíades acercándose Ana cleta, enfrente de Angélica, el primo estiro su mano derecha agarrándole las nalgas, dándole un beso en la boca, mordiéndole los labios.
—Enséñale a la prima con que me vuelves loca cada día primo, anda enséñale cuanto me metes entre las nalgas. —
Comentó Ana cleta sonriendo, bajando la vista mirándole la bragueta del pantalón, se saboreaba el bulto que se le miraba entre las piernas a su primo. Quien tenía ya una erección de todo lo que hablaban los tres jóvenes.
Angélica veía a los dos primos como se hablaban, era el lenguaje de dos amantes libertinos sin el menor miedo o pudor a ella, de que se enterara de todos sus obscuros secretos entre ellos dos.
— ¿Vas a presumirme tus pinches miserias primo? —
Preguntó Angélica en tono burlón, bueno, después de ver el garrote de su soñado Antonio, su príncipe azul, todavía tenía decepción en su corazón.
No esperaba ver la gran cosa en Melquíades, así que agarrando su aire cruzaba sus brazos bajando la vista, mirando el bulto de la bragueta de su primo, ahora ya nada sorprendería a la inocente princesa.
Entonces añadió:
—Si es así, prefiero entonces agacharme y abrirme de nalgas para que Ana cleta me lama mi fundillito, y yo te aseguro que te devolveré cada mamada de panochita que ya me diste Ana cleta, eso te lo aseguro, aprenderé a mamarte la panochita mi reina. —
Melquíades al escuchar estas palabras, sonrió a su prima sin decirle nada. Ana cleta con una sonrisa se arrodilló enfrente y él, con sus dos manos se desabrochó el pantalón
bajándose el cierre, ante la mirada de las dos mujeres se sacó su garrote semi erecto, ya excitado por lo que seguían hablando, antes de que Angélica pudiera verle bien su gordo y largo garrote.
Ana cleta la muy golosa, solo abrió su boca desapareciendo el garrote entre sus labios, ella quería mostrárselo a su prima en todo su máximo esplendor, así que con sus dos
manos le bajó hasta los tobillos el pantalón y el calzón, teniendo adentro de su boca ocho pulgadas de grueso garrote.
Con su mano izquierda le sobaba las peludas bolas, mientras deslizaba su boca la húmeda lengua le mamaba, le chupaba y le lamia devorando su boca unas pulgadas del grueso garrote, enseguida la joven se hizo para atrás, casi hasta liberar la gruesa punta, no le llevo más de treinta segundos, para que adentro de su boca se le pusiera completamente erecto el garrote, así que...
Se lo dejó completamente afuera de su tibia boca, dejando un hilo de baba entre la enfurecida cabeza del tronco y sus labios, ahí a la vista de las dos mujeres estaban las once pulgadas de gruesa y erecta vergota, con los dos huevos colgando entre sus piernas.
Melquíades muy orgulloso volteó su cara para ver a Angélica, quien tenía la mano derecha tapándose la boca, según ella como señal de vergüenza, pero lo miraba detenidamente, ya que era de buen tamaño, para un pendejo flaco como él, porque aún le faltaba desarrollarse, tal como a ellas les faltaba crecer más sus senos y de sus deliciosas nalgas.
Pero este grueso garrote, le hizo recordar al de su padre Saturnino, que tenía una reata similar de gruesa y grande, que volvía loca a su puta madre, digo a la bruja malvada en
cada cogida que le daba entre las nalgas, gritando la muy puta de puro placer.
Con los labios mojados y su barbilla brillando de baba, Ana cleta les sonreía muy orgullosa, mostrándole su obra maestra, paseándole su lengua en la gruesa cabeza, dándole
unas chupadas presionándolo con sus labios.
— ¿No lo vas a probar Angélica? Este grueso garrote esta ¡Mmmm! Delicioso prima. —
Preguntó la joven sonriendo, mientras con sus manos Ana cleta se comenzó a desabrochar la blusita. Para esta perra calenturienta la cogida apenas empezaba.
Sí, la muy puta no tenía su brasier puesto, en señal de que algo rico ya paso entre ellas, hace unos minutos antes de que él llegara a la recámara, sin ningún pudor se dejó sus dos senos morenos totalmente de fuera, enseñándoles sus dos deliciosos pezones cafés y duros.
Para la sorpresa de su primo Melquíades. Angélica con lo caliente que era, no se quedaría atrás, ella no desperdiciaría un garrote de este calibre, que le estrujara toda su papayita, así que enseguida se quitó su blusita color rosa, y ella tampoco tenía puesto su brasier, ahora le enseñaba sus dos blancos y grandes senos, que eran como Melquíades se imaginó.
Sí, con un hermoso pezón rosa que le adornaba la punta.
Con una sonrisa, Angélica se acercó muy despacio, balanceando sus dos senos a cada paso que daba, no perdiendo ningún detalle Melquíades, esta putita, digo la hermosa princesita, se fue hincando junto a su prima Ana cleta, abriendo su boca sacando su lengua, toco la punta de la cabeza de su primo.
Que estaba bien mojada, por la saliva de las mamadas que Ana cleta ya le había dado; ahora unieron sus labios a la gruesa vergota y juntas se lo chuparon, desde la punta hasta la raíz deslizando sus labios en cada lado del tronco, hasta donde estaban sus vellos castaños, después se regresaron
chupándolo hasta llegar a la punta del grueso garrote.
Ahí las dos mujeres se besaron muy apasionadamente en los labios, y enseguida continuaron chupándolo. Ana cleta abrió la boca, chupándole un huevo con sus labios, dándole
con sus dientes de pequeños jalones al escroto, haciéndolo retorcer de puro placer.
Mientras Angélica se tragaba desde la punta, hasta alcanzar la profundidad de ocho pulgadas, haciéndole llorar los ojos en el esfuerzo, alzando la vista viendo la cara de su primo.
Mientras Melquíades, solo disfrutaba de esas boquitas que le chupaban el garrote, retorciéndose de puro placer, eran dos deliciosas putitas mamándole todo su grueso garrote, sin detenerse ni un momento, disfrutando de esas dos cálidas
bocas que le ensalivaban hasta los huevos.
Ana cleta después de ligeros jalones que le daba en los huevos, le liberó el escroto de su boca, dejando que se colgaran las dos bolas peludas, con una sonrisa volteó su cara Ana
cleta para ver Angélica, encontrándose las miradas, con sus
caritas bien embarradas de saliva, diciéndole con voz melosa:
— ¿Me darías unas lamidas en mi bizcochito prima? Me las debes, y ya te las voy a cobrar de una vez. —
Angélica se sacó la vergota de su boca, haciendo una hebra de saliva entre sus labios y el garrote, dejándolo ya bien embarrado de su saliva, saboreándola pasándose su lengua entre sus labios.
Esta era su primera mamada de garrote que daba, ahora Angélica sabía, porque su madre se la tragaba
esa noche de forma tan desesperada.
La chica volteó su cara mirando a Ana cleta contestándole:
—Acomódate en la cama, abre bien tus piernas e imitaré  las mamadas de panochita que tú me diste primita. ¿Te parece? Trataré de que te vengas como yo lo hice, en mi boca quiero tu orgasmo prima, te lameré todo tu delicioso fundillito también. —
Al escuchar esta proposición, sin más Ana cleta se puso de pie, enseguida con sus manos se aflojo la faldita que le cubría las nalgas, dejándola caer al piso, ahora se bajó su diminuta panti blanca, quedando completamente desnuda ante los ojos de los dos primos.
Angélica con sus manos se desabrochó el pantalón, se lo bajó muy sensualmente y… ¡Sorpresa! La muy putita no tenía puesta su panti, lo que dejo sorprendido a Melquíades, quien le miraba toda la hermosa raya del bizcochito adornada con sus vellitos castaños, de verdad que esta pinche zorra si le había dado la papayita y las nalgas a la prima Ana cleta.
Quien ya estaba acostada, con sus nalgas en la orilla de la cama, con su mano izquierda jaló una de las almohadas y abajo de esta estaban escondidos los dos brasieres y la pequeña panti negra de Angélica, puso la almohada en la orilla de la cama acomodándose dejando en alto sus nalgas.
Abriendo Ana cleta sus dos piernas de par en par, dejándoles ver toda su papayita abierta, y rodeada de sus vellitos negros, su clítoris estaba bien mojado, se colocó cada mano en cada una de sus nalgas, abriéndoselas dejando ver su rico fundillito, que era obscuro, estaba bien hundido entre sus nalgas, esperando que su nueva amante se la cogiera.
Ahora Angélica se fue agachando, dejando ver a Melquíades sus par de nalgas que se le formaron al agacharse, eran deliciosas, blancas y más grandes que las de Ana cleta, su
pequeño fundillito rosita, estaba bien escondido en medio de sus dos grandes nalgas.
Melquíades solo miraba los hermosos cuerpos de las dos primas, ya con sus dos manos se masturbaba su vergonón, y tragando saliva, no más de solo ver lo que estrenaría, se le
antojaban mucho las nalgas de su prima Angélica.
Mientras que la golosa de Ana cleta, quería que le mamara desde su
fundillito hasta su clítoris, como ella se lo hizo a su prima.
Angélica acercó su cara a la papayita de su prima, respiró el delicioso aroma a sexo que despedía el bizcochito, enseñando la lengua la colocó entre las mojadas paredes vaginales, comenzó a menear la lengua subiendo hasta el clítoris,
mientras que en esta posición
Angélica mamaba el bizcochito, su primo contemplaba mejor el par de blancas nalgas que Angélica se cargaba.
Se acercó Melquíades poniéndole una de sus manos, acariciando las nalgas con mucha ternura, después con su mano derecha se agarró su garrote, le puso la punta de su gruesa cabeza en
la mojada papayita, se le veía deliciosa la rajita desde atrás, estaba tan mojada, que solo empujo un poco y la vergota se fue abriendo camino en medio del bizcochito.
Dejándole ir en su primer metida, nueve pulgadas de su erecto y grueso tronco, sacándole un quejido de placer a Angélica al sentir la penetración de golpe, levantó su carita dejando de mamar la panochita de Ana cleta, soltando unos
gemidos lascivos:
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Primo! ¡Qué rico! ¡Se siente! ¡Ah! ¡Ah! —
Se quejó Angélica, al sentir la vergota abrirse camino en su bizcochito, enseguida bajó de nuevo su cara y continuando mamándole el bizcochito de Ana cleta.
Quien ya sentía caliente su cuerpo, la húmeda lengua le mamaba, le chupaba y le lamia con gula devorando su boca su toda su panochita.
Vaya que Angélica aprendía muy rápido el arte de mamar bizcochito, sus labios chupaban todo el clítoris y su lengua daba vueltas alrededor de este. A este paso, ya hacía estremecer a su prima a cada chupada que le daba, le lamia toda la panochita y al llegar al pequeño fundillito.
Con mucha glotonería le metía toda su lengua, y con sus labios lo chupaba succionándolo, se lo lamia y volvía a recorrer una vez más toda la panochita, hasta llegar al clítoris,
imitando las chupaditas que le habían dado en su bizcochito.
Con sus labios suavemente se lo aprisionaba, dándole unos pequeños jalones, haciendo a Ana cleta temblar de puro placer, mientras Melquíades con sus dos manos se agarraba de la cadera de su prima Angélica, miraba chocar su estómago con las nalgas, moviendo con rapidez su garrote
en un salvaje ritmo de meter y sacar, entrándole diez pulgadas de hinchada vergota en su goloso bizcochito.
Sin darle tregua, le hundía entre las nalgas la gruesa tranca, la sensación en su panochita era delirante y exquisita, que por unos momentos Angélica paraba de lamer el bizcochito de su prima, para gritar de puro placer:
— ¡Ay! ¡Que rico me coges primo! ¡Ah! ¡Que rico! —
Se quejaba la muy puta por las metidas que le daba entre las nalgas, mientras su primo le gritaba:
— ¿Te está gustando mi garrote perra? ¡Eh! ¿Te gusta pinche putita? ¡Puta insaciable, te lo devoraste todo! —
— ¡Ah! ¡Me gusta! ¡Ah! ¡Que rico! ¡Ah! —
Entre más le entraba el garrote, más se le despertaba su lujuria, queriendo ser saciada por completo, escurría de puro placer.
Angélica ahora comprobaba, que era mucho mejor tener a un cabrón lujurioso con un buen garrote, que estaba detrás de ella zarandeándola de su caderita, sentía que la cogida era cien veces mejor, que con sus pinches consoladores de juguete, que solo entraban y salían cuando se masturbaba su goloso bizcochito.
Ella a pesar que estaba bien pegada lamiendo la panochita, levantaba más su cadera, parándole bien su par de nalgas a su primo, para facilitar esta fornicada que le estaba dando, pero estaba tan sensible ya de su venida con su prima, que Angélica temblaba de placer, el garrote se lo metía y se lo sacaba tan rico en su goloso bizcochito.
Que no aguantó mucho la vergota adentro de su papayita, la muy puta sentía recorrer unos deliciosos escalofríos en su vértebra, anunciándole que ya empezaba a llegar al éxtasis estando bien ensartada.
— ¡Te voy hacer venir con mi vergota adentro, pinche zorra! —
Gritó Melquíades. Quien acelero las metidas de su garrote adentro de la estrecha panochita, la lujuria de la mujer no encontraba el límite, mientras su primo con su mano derecha le dio dos nalgadas, dejándole marcada su mano.
Angélica temblándole las dos piernas, a como podía continuaba lamiéndole toda la deliciosa panochita. Melquíades la zarandeaba con fuerza sin detenerse, no le daba ninguna
tregua a esa golosa panochita, que se mojaba más y más.
No más de un minuto cogiendo en esta posición, Angélica en esta deliciosa perversión total, sintió intensificarse su escalofrió, que comenzó a recorrer toda su espalda, anunciándole su caliente
culminación, sin poder aguantar más, dejo de mamarle la mojada panochita de su prima, temblando de pies a cabeza con sus manos le apretaba los senos Ana cleta, casi volteaba los ojos, entre abría la boca gritando:
— ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! Sigue… ¡Sigue! ¡Ah! ¡Ah! —
Melquíades al oír que se venía, con más furia se la hundió hasta el fondo, o hasta donde las blancas nalgas se lo permitían, haciéndola llorar de puro placer, pero en verdad que el también gozaba de esas grandes nalgas.
Angélica tenía su papayita bien apretadita, no como Ana cleta que ya estaba ajustada a su gruesa reata, que para ser las dos muchachitas
pequeñas, tenían bien profunda la papayita.
— ¿Te gusta mi reata cabrona? ¿Te gusta putita? —
Preguntaba Melquíades, mientras con la mano derecha le daba de nalgadas sin dejar de mover su vergota, dejándole marcada su mano a cada nalgada que resonaba en la recámara, ya que esta puta con su cuerpo caliente y sudoroso, aún temblaba y disfrutaba de su caliente orgasmo.
Angélica continuaba con sus dos manos apretándole los grandes senos de Ana cleta, con la boca abierta y sus ojos hacia arriba completamente en blanco, ya sentía que flotaba en el espacio, se sentía caminar entre las nubes, era la primera deliciosa cogida que le daba un hombre, superando la cogida que le dio su prima hace unos minutos.

Está historia continuará....
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Soy Humberto David Arellano Vázquez. Aries.
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