LA NOCHE DE LA TÍA Y LA SOBRINA.

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LAS CARTAS DE “EL CLUB 69 DE ARIES.”

LAS RAÍCES DE MI FAMILIA.

CAPÍTULO NUEVE.

Las dos mujeres se miraban con amor a primera vista. Angélica de sus dos manos no soltaba los pezones, esos ricos chocolates que su prima tenía, ya la miraba con tanto amor y deseo.
Angélica ya se olvidaba del pueblucho al que había llegado, ahora solo quería y deseaba estar abierta de piernas por siempre.
Que este bello momento no se terminara jamás en su puta vida. Creyendo la princesita haber encontrado la felicidad en el jardín terrenal, el paraíso prometido por Dios, en donde a mamada de bizcochito se sentía caminar sobre las nubes.
—Te prometo que no te aburrirás en estos quince días, mi deliciosa putita. —
Comentó Ana cleta con una pícara sonrisa, acariciándole con sus manos la carita mojada y caliente.
—Te juro que no quería venir a este mugroso pueblucho, pero creo que no me voy a regresar tan fácilmente a mi casa, aya me empieza a gustar vivir en tu casa primita. —
Expresó Angélica, dándole otro beso en la boca con pasión, mordiéndole los dulces labios. Melquíades ya se había puesto su pantalón, al mirarlas les señaló:
— ¡Ya vístanse! pinches cabroncitas, yo ya tengo mucha hambre y... ¡Oye Ana cleta! Ya que vamos al establo, se me ocurre. ¿Porque no la llevamos a ver la cascadita? —
Ana cleta al escuchar estas palabras, enseguida se volteó para mirarlo, dibujándose una sonrisa muy picará en su rostro, le contestó:
—Sí, le gustara ver la cascada a mi prima. —
—Te juro que a esta pinche putita, le va a encantar ver la cascada, voy por agua... pero ya vístanse las dos putitas, dale algo cómodo a la prima para ir a ver la cascada. —
Después de decir esto, salió Melquíades de la recámara con rumbo a la cocina, sonría el cabrón de lo que pasaría. Ana cleta también sonrió ante lo que su primo dijo, sabía que su diversión con Angélica apenas empezaba, mientras ella se colocaba su minifalda de color negra.
Enseguida Ana cleta le prestó a Angélica una minifalda de color azul, invitando a su prima para ver la cascadita, diciéndole:
—Vamos al establo Angélica, te quiero enseñar algo muy interesante, pero te presto esta minifalda azul, te sentirás más cómoda para mirar la cascadita. —
—Espero que me que de tu faldita, porque mis hermosas nalgas son más grande que tus nalgas primita, solo me pondré mi camiseta, así sin mi brasier, para ver si me da unas
mamadas de chichitas tu primo en el establo. —
— ¡Hay cabrona! ¿Quieres seguir cogiendo? No cabe duda que nosotras somos de la misma familia, y de la misma pinche sangre caliente, ya verás como mi semental nos va a
dar otra buena cogida en el establo,
por el culito o por la panochita, eso te lo aseguro mi putita, hoy terminarás el día bien cogida cabrona. —
Explicó Ana cleta con una sonrisa, poniéndose solo su blusita sin su estorboso brasier, dejando ver sus grandes senos cafés, mirándose sus dos pezones atreves de la tela blanca.
Se medió vistieron ambas mujeres saliendo hacia la cocina, en donde ya el pinche de Melquíades tenía una jarra con agua de sandía, y en las manos tenía dos vasos de vidrio servidos, miró entrar a las dos mujeres al cuarto, mostrándoles una sonrisa, enseguida les indicó:
—Tómense el agua para ya irnos al establo primas. —
Angélica miró la jarra y los vasos, contestándole:
—No gracias, no tengo sed y al rato necesitaré ir al baño. ¿Y si no hay baño en el establo? ¿Qué putas voy hacer? ¿Sentarme a regar las pinches plantas? —
Preguntó Angélica haciendo ademanes con sus manos, y medio sentándose en una silla en la cocina, imitando las ganas de ir al baño. Ana cleta se bebió el vaso con agua, enseguida se empezó a servirse más agua de la jarra diciéndole:
—Tomate mínimo dos vasos con agua Angélica, los necesitamos para ver la cascadita, son como diez minutos de camino, si no la tomas, no podemos ver la hermosa cascadita, a este pinche cabrón es un lujurioso de primera, le encanta ver la cascadita, así lo harás muy feliz créeme prima. —
Angélica sin decir ya nada, se quedó mirando a los dos primos que tenían su sonrisa perversa, agarró su vaso con agua se lo bebió hasta el fondo, enseguida le sirvieron otro vaso, el cual se lo bebió también, enseguida su primo le sirvió más agua con una sonrisa de oreja a oreja.
Pero Angélica ahora si protesto, queriendo quitar el vaso agarrando la mano derecha de su primo, que sostenía la jarra diciéndole:
— ¡No chingues primo! voy a traer el estómago a reventar cabrón. —
—Prima, confía en mí, lo necesitas te lo juro, o no tendremos la cascadita. —
Comentó Melquiades, continuó con su sonrisa perversa, mirándole los dos pezones que atravesaban la blusita de color rosa.
—Pero, es el último vaso con agua que me tomo, porque más voy a tardar en llegar allá a su establo, que en lo que me regreso en busca de un pinche baño. —
Explicó Angélica haciendo gestos, y poniendo su mano izquierda en señal de alto.
—Bájale a tus protestas prima, yo ya me tomé tres vasos con agua y no estoy llorando, de donde voy hacer del baño, además, esto va hacer divertido ya lo veras. —
Comentó Ana cleta, frotándose los ojos con sus manos, en señal de llanto.
—Pues tú ya estas acostumbrada hacer en la tierra, pero en mi casa hay baño. —
— ¡Ya! Muchacha de la ciudad, si hay baño. —
—Me lo juras que no me medio sentaré sobre la tierra. —
Sonrió Ana cleta contestándole: —Hay prima, te juro que lo harás desde “el segundo piso”, ya no llores por lo que no conoces, vamos ahora mueve las pinches nalgotas, y vamos al establo. —
—Es que no que sea payasa, ni que sea de la ciudad, pero mis costumbres son otras. —
—Lo que si te puedo jurar Angélica, es que te gustará ver la cascadita desde el establo, y te aseguro que en la ciudad no hay nada igual, es más, nunca la has visto. —
—Confió en ti Ana cleta, confió en lo que me enseñaras en el establo. —
—Vámonos mis dos amores, caminen que se nos hace tarde, ya no expliques Ana cleta y tú Angélica, ya no protestes tanto, vamos al establo sin escalas. —
Señaló Melquíades, quien enseguida hacía con su mano derecha un ademán de cortesía, para que pasaran las dos chicas, y así al quedar detrás de ellas poder estar admirando
las nalgas de sus primas, que eran cubiertas por sus minifaldas negra y azul, comenzó él a caminar detrás de ellas saliendo de la cocina.
Salieron los tres jóvenes de la casa, para caminar rumbo al establo, ellas con sus mini falditas mostrando sus juveniles piernotas, sus blusitas enseñando parte de sus grandes senos, brincándoles a cada paso por falta de su brasier, pero sabían que quedaba más diversión al llegar al establo.
Al estar afuera de la casa, ahora el aire olía mucho a estiércol de vaca, de borrego y a diferentes pestes, las cuales ya eran ignoradas por la hermosa y dulce princesa.
Quien ya muy contenta y sin importarle, caminaba entre el camino polvoriento ensuciándose los zapatos, se fueron platicándole los dos primos a Angélica, para saber que tanto sabia de su bendita familia.
—Oye Angélica. ¿Tú sabias que la madre de Melquíades es lesbiana? —
Preguntó Ana cleta con una cara de seria, mientras caminaban levantando el polvo con sus pasos, mirándola a los ojos esperando una respuesta.
— ¿A mi tía Gladiola? ¿Le gusta mamar bizcochito y que se lo mamen también? —
Averiguaba intrigada Angélica, poniendo cara de sorpresa ante la noticia que escuchaba de su tía.
— ¿Quién crees que le enseño a Ana cleta a lamer la papayita? Y a coger tan rico como hoy te cogió prima, con esas deliciosas mamadas de culito que te metió. —
Comentó Melquíades muy orgulloso de su prima. Quien hacia maravillas en la cama y fuera de esta también.
— ¿Qué? ¿Te vale madre Melquiades decir que tu mamá es una lame panochas? —
Preguntó Angélica sorprendida por la forma en que Melquíades hablaba de su madre Gladiola.
— ¡Lo es! ¡Es lesbiana mi puta madre! O más bien bisexual, y eso no cambia nada, mame o no mame la panocha, es mi madre y no la voy a negar. —
Señaló Melquíades, sosteniéndole la mirada a Angélica ante tal respuesta.
— ¿Cómo te convenció mi tía Gladiola, para dejarte coger por ella Ana cleta? —
Inquirió Angélica intrigada, ya la joven por dentro deseaba que hubiera sido ella, la que su tía Gladiola se la cogiera desde hace tiempo, al momento la casta princesita pensó:
— ¿Cuantos años ya me perdí de este rico arte de mamar panochita? —
Pero, Ana cleta le interrumpió sus pensamientos, contándole la siguiente historia:
—Bueno, un día Melquíades me había espantado mucho, como mi madre Pancha se había ido tres días del pueblo, no quería yo dormir sola, así que le dije a mi tía Gladiola que si me quedaba con ella en su cama,
porque tenía miedo.
Ella ocupaba el mismo cuarto que mi madre Pancha para dormir, pero te digo que no estaba en casa, así que me fui a dormir con mi pijama, con mucho miedo me metí en la cama, mi tía Gladiola me miraba una y otra vez, después de un rato me dijo:
—Sabes mi amor. ¿Cómo quitarte el miedo? —
—No.... no lo sé, Melquíades es muy malo, me asusto mucho, no quiero dormir sola. —
La tía Gladiola me abrazo fuerte, pero entre el abrazo que me daba protección bajó su mano, y sentí que me acariciaba las nalgas, entonces me comentó:
—Yo te voy hacer olvidar
tus miedos. —
Después de decir esto, con su mano izquierda me comenzó a acariciar el cabello, mientras su mano derecha bajaba por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, que las frotó con mucho cariño, sin decir más ni pedir permiso, ella comenzó a besarme en la cara, en las mejillas, en los ojos y puso sus labios en los míos, y proteste al hacer esto.
—Tía, dice la gente que es malo los besos en la boca. —
—No.... no es malo, eso ayuda a desaparecer el susto. —
Contestó con una sonrisa, besándome de nuevo los labios sin soltarme de las nalgas, después recorrió su mano hasta tocar con sus dedos mi bizcochito, sintió los vellitos negros
que tenía en mi papayita, frotando toda mi panochita con el dedo, con la otra mano me continuaba acariciando mis nalgas, y sin preguntarme solo me comenzó a bajar la pijama.
—Tía. ¿Qué haces? —
Pregunte intrigada y un poco asustada, al sentir esas manos libidinosas acariciar mi cuerpo, anteriormente me había acariciado, pero nunca de esta manera, así que la muy cabrona hija de mi puta abuela, muy seguirá me contestó:
—Sabes mi amor, tenemos que quitar esa pijama, para que se desaparezca el susto. ¿No quieres dormir sin miedo? Confía en mí que no te haré ningún daño. Tú ya estas grande y exageras. ¿Quieres que te quite el miedo? —
Me volvió a preguntar mirándome fijamente, ahora jalando hacia abajo el pantalón de mi pijama, la detuve con mi mano derecha, mirándola a la cara le pregunte: Y… ¿No me
pasara nada tía? —
— ¡Claro que no! Solo te daré amor para que olvides tu susto y te duermas tranquila, deja te quito este estorbo para que te sientas mejor. —
Sintió mi tía Gladiola como solté su mano que agarraba mi pantalón, ahora con facilidad me lo quito, dejándome en mi tanguita, enseguida me quito la camiseta dejando a la vista mis ricas senos morenos que se me notaban grandes, en seguida, me beso muy tiernamente en los labios, con sus dos manos despacito me fue bajando la pequeña tanguita.
Dejándome totalmente desnuda ante ella, miró mi bizcochito con mis pequeños vellitos negros, me veía mi deliciosa la papayita, mi tía Gladiola de inmediato se levantó de la cama, quitándose su camisón.
Ella… bueno déjame te la describo, es de piel blanca, pelo largo siempre ha sido delgada, pero sus grandes y voluminosos senos le quedaron de fuera, debajo de su estrecha cintura
un rico bizcochito bien peludo, ya encuerada se metió a la cama y siguió besándome, una y otra vez.
Después se bajó un poco poniendo su boca lamiendo uno de mis senos, el cual lo sostenía con una de sus manos.
—Que rico se siente tía, ciento deliciosa tu lengua, me provoca calorcito. —
Le dije mirando la lengua de mi tía lamerme mi pezón, chupándolo por completo con sus labios, mi tía no respondió nada, con sus labios me chupaba el pezón de mi seno, sin despegarse ni un instante lamia con su lengua, mientras con su otra mano muy suavemente me acariciaba las nalgas, buscando sus dedos mi culito, tocando la yema del dedo medio mi caliente fundillito.
—Te voy a lamer tu bizcochito mi reinita, te juro te va a gustar esto, abre bien tus piernas. —
Recuerdo que mi tía Gladiola me lo dijo, y sonriendo se acomodó arrodillándose en la cama, con sus dos manos me separo las dos piernas, enseguida se agachó hundiendo la
lengua en mi bizcochito, sacándome un gemido de placer al instante, mamaba divino.
— ¡Ah! Pero ¡Que rico! —
La lengua bailaba sobre mi bizcochito peludo, buscando excitarme, pero de lo rico que sentía ya solita, yo me abría las piernas a todo lo que daban, tenía una gran elasticidad, ahora estoy más llenita, pero esto hizo más fácil las mamadas de bizcochito que me metía mi tía Gladiola,
Una tras otra mamadota, la muy cabrona me metió por primera vez un dedo en mi mojado bizcochito, haciéndome llorar de placer, la sensación que tenía era delirante y exquisita, te soy sincera, yo me había masturbado antes mi bizcochito, pero esta cabrona en segundos ya estaba haciendo que me estremeciera de puro placer.
— ¡Ah! ¿Qué me haces tía? ¡Ah! ¡Ah! —
Mi tía al ver que me estaba gustando y se me calentaba mi bizcochito, la mire como se chupo dos dedos de su mano derecha, el dedo medio me lo metió en mi fundillito y el dedo índice en mi bizcochito, sin dejar de mamar y lamer ni un momento mi papayita,
metiendo y sacando los dedos a
un ritmo delicioso, durante seis minutos, la muy cabrona me
masturbo toda mi panochita y mi fundillito, que ya escurría de placer.
Yo sentía ya escalofríos recorrer en todo mi cuerpo, retorciéndome ya de puro placer.
— ¡Ah! Siento calientito muy calientito ¡Tía! ¡Tía! —
Yo sin controlarlo ya llegaba a mi orgasmo, me estaba viniendo en la boca de mi tía Gladiola, sintiendo deliciosas las metidas de dedos en mi cuerpo, mi tía Gladiola no soltó ni un instante mi mojado bizcochito, la húmeda lengua me mamaba, me chupaba y me lamia, devorando su
boca toda mi panochita.
Hasta que deje de quejarme y retorcerme de placer, entonces me sacó los dedos con cuidado, dándome unas últimas lamidas con su lengua en el bizcochito, se acostó en la
cama junto a mí preguntándome con mucha ternura.
— ¿Te gusto mi cogidita? ¿Te lamí rico tu bizcochito? —
Medio escuchaba su voz, porque aún sentía temblores en mi cuerpo, solo le conteste: —Que rico calor sentí en mi
cuerpo, me encanto sentirlos tía. Gladiola. —
—Mira pequeña, así te tienes que masturbar tu papayita, si quieres sentir de nuevo ese rico calorcito entre tus piernas. ¡Mírame! —
Ante mis ojos, la muy cabrona se abrió sus piernas, puso su mano derecha en su peludo bizcocho, comenzándose a masajearse, con su mano izquierda se agarró uno de sus senos, después soltaba su seno y me manoseaba mi venido bizcochito, me lo acariciaba con mucho cariño.
—Chúpame con tu boquita mi pezón, anda hazlo, me quiero venir también como tú. —
Me dijo mi tía Gladiola, que sostenía su enorme seno con su mano ofreciéndomelo para mamárselo.
Así que puse el codo en el colchón, me acomode, y abrí mis labios tocando
su pezón con mi lengua, comencé a mamarle y a besarle el seno, con mi lengua le lamia el pezón rosita, como bebita que se alimenta de esas dos chichotas.
— ¡Así! ¡Chúpamelo! Que rico lo haces muñequita, mámamelo despacio, después te enseño a mamar el bizcochito mi reina, te va a encantar chupar la papayita. —
Me arrodille, con las piernas semi abiertas, me estaba gustando como con la mano izquierda me acariciaba toda mi mojada papayita, la tenía muy sensible después de mi venida,
en esta posición me quedo medio abiertito mi bizcochito, que recibía los dedos de mi tía, mientras que sentía delicioso como me seguía masturbando muy suavemente.
Mientras tanto, yo con mis manos le agarraba cada uno de sus enormes senos, chupándoselos uno y otro, después juntándolos poniéndolos en mis labios dándole de pequeñas
mordidas alrededor a los dos pezones.
A mi tía Gladiola no le paraba su mano derecha, con los dedos se frotaba con furia su peludo bizcochito, mientras con su mano izquierda muy despacio me seguía masturbando toda mi papayita.
Hasta que después de un tiempo, de tanto masturbarse con su mano derecha, mi tía puso las piernas duras, empezó a respirar muy agitada, estallaba la muy puta en un delicioso
orgasmo, mientras yo le lamia las chichotas y mordisqueaba los pezones con delicadeza, solo escuché cuando gritó:
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Muérdeme! ¡Ah! ¡Me vengo! ¡Ah! ¡Ah! —
Sentía como temblaba su cuerpo, después de unos momentos se quedó inmovible en la cama, nos quedamos las dos bien dormidas, hasta la mañana siguiente que nos despertamos, aún estábamos las dos completamente desnudas en la cama, la muy cabrona de mi tía al otro día cuando se despertó, volteó a verme con una sonrisa muy pícara, entonces me preguntó:
— ¿Ya no tuviste miedo verdad Ana cleta? Te quite tu miedo. ¿Verdad? —
—Se me olvido el miedo tía, más cuando sentí mi cuerpo caliente y temblando de placer. —
Después de escuchar esto, la cabrona me preguntó:
— ¿Quieres otra mamada de Bizcochito? ¿Quieres sentir ese rico calorcito recorrer tu cuerpo otra vez? Te puedo masturbar tu bizcochito si quieres. —
Y yo que sentí tan rico la noche anterior, de pinche ofrecida le conteste: —Sí, me gusto sentir ese rico calorcito recorrer todo mi cuerpo tía. —
—Te voy a mamar otra vez el bizcochito, ven acá abre bien tus piernas para mí. —
Enseguida se bajón de la cama hincándose, la muy cabrona me jaló las nalgas a la orilla de la cama, entonces me pidió:
—Levanta bien tus piernas y ábrelas mi reina, déjame ver todo tu bizcochito para mamártelo completito. —
Como la verdad me gusto este nuevo descubrimiento, simplemente yo le obedecí, colocándome como mi tía me
dijo, esperando de nuevo otra rica mamada de bizcochito, el cual no tardo, porque mi tía Gladiola me
hundió toda la lengua en mi papayita, la muy cabrona me mamaba con una
gula devorándome la papayita, la hija de puta se me pegaba a mi panochita como pinche sanguijuela.
—Baja las manos y abre tus nalgas te meteré los dedos en tu fundillito mi reina. —
Yo solo temblaba de pies a cabeza, ante esa lengua que me hacía temblar, la sensación que sentía entre mis piernas era delirante y exquisita, cerraba los ojos disfrutando las
mamadas de bizcochito que me daba, al oír lo que pidió mi tía, solo baje mis manos y me abrió las nalgas, mostrándole mi obscuro fundillito que se escondía entre mis nalgas.
Mi tía Gladiola se llevó su mano derecha a la boca, chupándose sus dedos, enseguida me los metió en mi fundillito, mientras lamia el clítoris, haciéndome retorcer de puro placer, tenía y tiene la pinche puta, una experiencia encabronada para mamar panochita.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Tía! ¡Ah! ¿Qué me haces? ¡Ah! —
Le gritaba desesperada, al sentir sus dedos entrar y salir en mi pequeño fundillito de una forma deliciosa, subiéndome todo el calorcito en mi cuerpo, las mamadas de bizcochito se
empezaban hacer eternas, yo mantenía las nalgas bien abiertas ofreciéndoselas a mi tía, ella mamaba tan rico que como en diez minutos de lamer y mamar toda mi papayita.
Entre más me lengüeteaba, más se me despertaba la lujuria, queriendo ser saciada en un caliente orgasmo. Sentí ese rico calorcito recorrerme toda mi espalda, comencé a derramarme en la boca de mi tía, que no quitaba su lengua ni un momento de mi clítoris, alcanzando el delicioso clímax.
— ¡Ah! ¡Ah! ¡Tía! ¡Ah! ¡Qué rico! —
Me estremecía en mi venida, sin saberlo ya tenía tres dedos que se me hundían en mi pequeño fundillito, provocándome muchos escalofríos en todo el cuerpo, hasta después
de un largo momento me quede quieta, mientras su lengua seguía subiendo y bajando en todo mi bizcochito.
Después escuche que me preguntó:
— ¿Sentiste delicioso derramarte en mi boca? Tienes tres de mis dedos adentro de tu fundillito. —
Mi tía Gladiola se paseaba la lengua por los labios, saboreándose el juguito de mi panochita.
— ¡Oh! Tía que rico me vine. ¡Que rico se sienten tus dedos en mi culito y tu boca! —
—Te confesaré algo Ana cleta, yo me he venido hasta diez veces con mi pura mano, se siente tan rico, que entre más te vienes, más quieres seguirte derramando, tratando de
que el próximo orgasmo sea mejor que el anterior. ¿Quieres mamarme toda mi panochita? Tengo ganas de venirme contigo, con tus caricias. —
— ¿Sabe rica la panochita tía? —
Le pregunte esperando su respuesta, mientras aún con mis manos me agarraba mis dos nalgas, me las mantenía abiertas con sus dedos dentro de mi fundillito.
—Mamar la panocha es lo más rico que hay en el mundo, mientras tú quieras y me dejes, yo te lameré todo tu bizcochito para que sientas rico mi reinita, ven bésame en la boca para que pruebes el sabor de tu bizcochito. —
Mi tía sacó sus dedos liberando mi fundillito, yo solté mis nalgas y enseguida me senté en la orilla de la cama, mi tía con sus dos manos me acaricio los senos, dándome ligeros
pellizcos en los pezones, me beso mis labios muy suavemente, metiéndome toda la lengua entre mis dientes.
—Te lameré el bizcochito tía, dime si lo hago bien. —
Ahora cambiamos de lugar, yo me puse de pie y mi tía Gladiola se acostó en la cama alzando las piernas, abriéndolas de par en par, mostrándome bien todo su bizcochito,
dejándolo listo para mamárselo, así que, enseguida me subí en la cama arrodillándome, acerque mi rostro sacando mi lengua lamiéndole el bizcochito.
Una tras otra mamada, chupando y lamiendo, pegando mis labios y moviendo la lengua, tratando de imitar sus mamadas de panochita, sacándole un gemido de placer a mi tía, quien se estremeció al sentir mi lengua lamer toda su papayita y chupar su clítoris.
— ¡Ah! ¡Qué rico! ¡Qué rico! Así chúpame mi clítoris. —
Le lamia toda su papayita, chupándole su excitado clítoris,
se lo chupe con gula, pegándome a este, dándole unos jaloncitos con mis labios, lamiéndolo con gula, mi tía
Gladiola desesperada se manoseaba sus grandes senos, disfrutaba todas las mamadas de su discípula, que tenía una gran habilidad en el arte de mamar bizcochito, se lo lamí sin despegarme como por unos diez minutos, hasta que la hice estallar en
un caliente orgasmo.
— ¡Oh! ¡Mi Dios! Sigue… sigue ¡Me! ¡Ah! ¡Estoy! ¡Ah! —
Se derramaba mi tía Gladiola justo en mi boca, entre su venida no le soltaba el clítoris ni un momento. Quedándome mi boca bien batida de su jugo vaginal y mi saliva, entre
temblores la cabrona me dijo:
— ¡Ah! Mi amor… mi mamadora. ¡Ah! Ven a darme un beso en mi boca. ¡Ah! Déjame probar mi juguito. —
Enseguida bajó ambas piernas, con su mano derecha se acariciaba su peludo y mojado bizcochito, yo me acerque
uniendo mi boca a la de mi tía Gladiola, fundiéndonos en un
delicioso beso lesbiano, mi tía me lamio la barbilla, mientras con su mano izquierda me acaricio las nalgas, agradeciéndome su rica venida.
Enseguida al oído me comentó:
—No le digas a tu mamá Panchita lo que hicimos, o no te dejara quedarte con migo otra vez mi reina, hay quienes piensan que es malo amarse entre mujeres, pero yo pienso que es delicioso hacer esto. —
—No, no le diré nada, si tú me vuelves a lamer mi panochita tía, me gustó mucho que lo hicieras. —
— Mi tía Gladiola me había enseñado lo rico que es que te mamen el bizcochito, y yo la buscaba ya más seguido para estar con ella a solas, a veces en el día me la traía al establo
porque mi madre estaba en la casa, en el establo sin que nadie supiera, me cogía bien rico durante un buen rato. —
Terminaba su relato Ana cleta, con una pícara sonrisa estaba mirando a Angélica.

Está historia continuará....
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